TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
Samuel 5,1-3; Colosenses 1,12-20; Lucas 23,35-43
HABLA LA PALABRA: Cristo lo da todo, y no quita nada
¿De qué nos hablan las lecturas de esta gran fiesta? Nos hablan de Alianza, de pacto con Dios; nos hablan de alegría, la alegría que trae la justicia; nos hablan de plenitud, de la plenitud del hombre y de la humanidad en Cristo Jesús; y nos hablan de esperanza, de la esperanza en ese Reino en el que sólo reina el amor, el amor de Dios, y en el que el único que reina es el amor, el Dios-amor:
- El 2º libro de Samuel nos habla de la alianza de Dios con su pueblo. Y aún siendo la Antigua Alianza, ya adelantaba algo muy importante de la Nueva Alianza en Cristo Jesús: el Rey David no era un rey más, al modo de los reyes terrenales de entonces y de siempre: era un Rey llamado a servir al pueblo en nombre de Dios, y por eso, más que un rey, era un pastor.
- Si podemos tener el mismo eufórico sentimiento que el salmista para invocar al Pueblo de Dios diciendo “Vamos alegres a la casa del Señor”, es porque compartimos la misma alegría: la de saber que él, y sólo él, nos trae la salvación; el, y sólo él, nos trae la libertad; él y sólo él, nos trae la justicia; él, y sólo él, nos trae la paz.
- En su carta a los Colosenses San Pablo nos regala un gran “himno cristológico”, en el que proclama con gran orgullo -este es el gran orgullo del cristiano- que Cristo lo es todo para nosotros: liberador de todo mal, anterior a todo bien, reconciliador de todo y de todos. Como decía Benedicto XVI, “Cristo lo da todo, y no quita nada”.
- Y el mismo Cristo Jesús, en el Evangelio de San Lucas, muestra todas las cartas de su realeza:
- su corona es una corona de espinas,
- su tributo es hacer suyo el pecado del mundo en la cruz,
- su mandato es prometer, a quien quiera formar parte de su Reino, la salvación eterna: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
HABLA EL CORAZÓN: El primer día del Reino de Dios
- Aunque litúrgicamente hablemos hoy de un “último día”, porque hoy es el último domingo del Tiempo Ordinario, el último domingo del Año litúrgico, y se nos habla del último día de la historia de este mundo….
- Sin embargo, en realidad, de lo que nos habla esta Fiesta de Cristo Rey es de un primer día, el primer día del Reino cumplido, permanente y eterno de los “nuevos cielos y la nueva tierra”, del Reino de Dios que es, en Cristo, Reino de justicia, de paz y de amor.
- Y porque es un anuncio y un anticipo de ese primer día en el que ya no hará falta la liturgia, porque viviremos en permanente presencia y adoración a Dios, y en el que no hará falta ni la fe ni la esperanza, porque viéndole cara a cara, tendremos la caridad y el amor entre nosotros, que es él mismo, Cristo Rey.
HABLA LA VIDA: ¡Viva Cristo Rey!
A san José Luis Sánchez del Río, mártir mejicano de catorce años (si alguno ha visto la película “Cristiada” podrá recordar esta historia), le cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar por el pueblo, rumbo al cementerio. Él lloraba y gemía de dolor, pero no cedía. De vez en cuando se detenían y decían: Si gritas Muera Cristo Rey te perdonamos la vida. Di Muera Cristo Rey. Pero él respondía: ¡Viva Cristo Rey! Lo hicieron cavar su propia tumba y de un disparo lo arrojaron al vacío. Catorce años. Era el monaguillo de su parroquia.
José Luis no conocía los entresijos de aquella guerra cristera que tuvo lugar en Méjico desde 1926 y 1929, ni que todo venía del intento el gobierno mejicano de suprimir no ya sólo la libertad de culto, sino la raíz cristiana de ese pueblo, y desde allí, de todo el continente americano. Pero dio testimonio con su inocencia y su fe de que el Reino de Cristo no es una utopía.
Testigos de ello son todos los que no sólo han dado su vida por no negarlo, como este chico, sino también todos los que han dado la vida, la están dando ahora, y la darán, por hacer en este mundo pequeños espacios (micro-topías) de convivencia humana que son anticipo del Reino prometido, porque son ya aquí y ahora espacios en los que en Cristo reina la justicia, la paz y su amor: su justicia, su paz y su amor.
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