HORA SANTA
JUEVES SANTO
LA HORA DEL SERVICIO
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn. 13, 12-15).
«Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo a sus discípulos: ¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros»
MEDITACIÓN:
Para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros…. Porque a partir de esa hora, de la hora de la glorificación (pasión, muerte y resurrección del Señor), será Él quien se pondrá en la piel de cada uno para que lo sirvamos:
“Entonces dirá a los de su lado: Venid benditos de mi padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me alojasteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y fuisteis a verme.
Entonces le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento y te dimos de beber?,¿cuándo te vimos forastero y te alojamos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
Y el rey les responderá: Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
La fuerza definitoria de esta presencia: «me lo habéis hecho a mi» es tan clara y rotunda como la de la Eucaristía: «Esto es mi cuerpo», por lo que requiere la misma consideración: ante el hermano, ante el más pequeño de lo hermanos, ante el más necesitado, se está ante Jesús.
Habrá que postrarse ante él, del modo como el necesitado puede ser venerado: atendiendo amorosamente a su necesidad, sin esperar nada a cambio, sin pretender nada a cambio. Simplemente es él. Y no porque el rostro del hermano deba ser sustituido por el suyo para despertar nuestra compasión, sino porque lo que nos dice la presencia del Señor en ese rostro es el valor, el infinito valor, que para Dios tiene ese rostro, ese ser humano, ese hermano nuestro. Es el misterio de su dignidad lo que nos es revelado. Un misterio de fe, y de amor, como el de la Eucaristía.
Jesús nos propone a todos un modo distinto de entender la relación con los demás, una relación que exige un amor ilimitado: «Ama al projimo como a ti mismo» (Mt. 19, 19), cuya medida no puede ser más alta: «Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros» (Jn. 13, 34). Un amor que alcanza hasta al enemigo (cf.: Mt 5, 43-48), y para el que el tiempo y los bienes materiales no valen sino para donarlos: «Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto; y al que te exija ir cargado mil pasos, ve con él dos mil. da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien te pide prestado» (Mt. 5, 40-42).
Un amor que no sólo supone compartir lo que se tiene (cf.: Lc. 3,11), y no sólo lo que nos sobra (cf.: Mc. 12, 41-44), sino ponerse al entero servicio de los demás.
CANTO:
LA HORA DE LA UNIDAD
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn. 17, 21).
“Te pido qué todos sean uno. Padre, lo mismo que tu estas en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tu me has enviado”.
MEDITACIÓN:
San Agustín decía: “Aunque todos se persignaran, respondiendo amén y cantarán el aleluya; aunque todos recibieran el bautismo y entraran en las iglesias; aunque hicieran construir los muros de las basílicas… sin embargo, lo único que diferencia a los hijos de Dios de los de Satanás es la caridad”.
La desunión es cosa del maligno. El diablo seguramente no pretenderá que en una comunidad parroquial, en cualquier comunidad cristiana, no se hable de Dios; pero si hará todo lo posible para que no esté Dios, y para ello le basta tentar a las almas para que no reine la caridad en la comunidad cristiana, para abrir nuevas heridas en la comunión y no dejar cicatrizar las viejas, y para que los pequeños o grandes juicios personales, sigan aumentando las sospechas, las etiquetas, las desafecciones….
El arte de la comunión: Para garantizar que no sea una unidad mediocre, limitada, engañosa, Jesús ha querido quedarse entre nosotros, y su promesa “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt.28,20), no se realiza sólo en su presencia sacramental, sino que unida a ella ha prometido su presencia: “donde dos o tres estén reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos” (Mt.18,20).
Aunque sea inefable es una presencia verdadera: todos gozan con su presencia, y todos sufren con su ausencia.
- Rompe todas las barreras (sociales, políticas, étnicas, religiosas, raciales, de todo tipo) y trae la paz.
- Se vive con ardor, con heroísmo, con inmensa generosidad, en las familias, en las parroquias, en las aulas, en las fábricas… allí donde dos o tres…
- Y Jesús convierte, Jesús transforma las situaciones, Jesús ilumina, Jesús hace milagros. De hecho, Jesús les manda a predicad de dos en dos, “porque quien no tiene a Jesús no puede dar a Jesús” (Cf.: San Gregorio).
Es el secreto de la espiritualidad de comunión, tal y como la definió el Beato Juan Pablo II, en el número 43 de la Novo Millennio Ineunte:
- Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado.
- Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades….
- Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente.
- Espiritualidad de comunión es saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2)
CANTO:
LA HORA DEL ABANDONO
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc. 15, 34)
“Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí, Elío, Lema sabaqtani (que significa ¿Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado?)”.
MEDITACIÓN:
En el Huerto de los Olivos Jesús anticipa no tanto el dolor físico de la cruz, como el dolor espiritual… el abandono. ¿Qué significa este dolor, este abandono?
Existencialmente: Desde el primer momento de la Encarnación, el Hijo de Dios vive, en su condición humana, el dolor espiritual por amor a la humanidad, en el silencio de su vida oculta, en la vida pública, y sobre todo en la pasión, hasta llegar a sentir humanamente el abandono del Padre, el abandono de Dios.
Teológicamente: El grito de Jesús es:
- Un grito profético: no es que recitase un salmo, el salmo 22, es que el salmista, como el profeta Isaías al hablar del varón de dolores, profetizaron este momento vivido por Jesús.
- Un grito salvífico: Dice San Ireneo que Jesús no redimió lo que no asumió. Si ha redimido -liberado- a todos los hombres de todas las esclavitudes, es qué el en la cruz has ha hecho suyas, las ha sufrido en su propia carne y en su propia alma.
- Un grito trinitario: La experiencia humana del abandono es sufrida por Dios Padre, que la permite por amor a los hombres, y por el Espíritu, que calla para que Jesús pueda culminar la obra redentora, además de por Jesús: es el desagarro de Dios por amor a los hombres.
Todos los bautizados estamos llamados a unirnos a Jesús Crucificado y Abandonado para poder con él edificar el Reino de Dios. Y a hacerlo en todas aquellas circunstancias –se dan todos los días y para todos los hombres- en las que él se hace presente, en nosotros, o en los demás:
Consiste en hacer un ejercicio de fe, de amor y de esperanza, de vivir concretamente, realmente, las tres virtudes teologales:
- De fe: reconocerlo: en mí, abandonado; y en el otro, abandonado: “eres tu”
- En el rechazado, marginado, olvidado, sólo…
- En el calumniado, apestado, maltratado, engañado, burlado…
- En el desesperado, entristecido, angustiado, anulado…
- De amor: abrazarle, pero del todo…: “te quiero así”
- De esperanza: dar el salto, no detenerse en el dolor, de recomenzar, de ponerse a amar, a hacer la voluntad de Dios: “actúa en mí”.
Vivir este ejercicio de fe es la llave que abre la puerta del amor servicial y de la unidad, que antes hemos meditado. Sin la cruz (sin el abrazo al Crucificado y Abandonado), la caridad y la unidad son una utopía.
Y con ello, “dar testimonio en el mundo de que Jesús Crucificado y Abandonado ha acompañado toda soledad, a iluminado toda tiniebla, ha llenado todo vacío, ha anulado todo dolor, ha borrado todo pecado” (Chiara Lubich).
CANTO: