El pasado jueves 4 de mayo tuvo lugar la vigésima sesión del Curso Anual de Catequética, con la ponencia de Ángel Luis Caballero, párroco de la parroquia de La Santísima Trinidad, de Madrid, y miembro del equipo de expertos de la Delegación Episcopal de Catequesis. Ofrecemos a continuación el video de la transmisión on line de la misma, y el documento de trabajo de la ponencia tanto en texto continuo como en PDF:
Hacía una pastoral de niños y jóvenes (1)
Hacia una pastoral de niños y Jóvenes
Curso anual de Catequética
Ángel Luis Caballero
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. (EG 1)
La Iglesia vive día a día la obediencia al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19) y «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22, 19; cf. 1 Cor 11, 24), o sea, el mandato de anunciar el Evangelio y de renovar cada día el sacrificio de su cuerpo entregado y de su sangre derramada por la vida del mundo.
Así lo viven desde los sucesores de los apóstoles, los obispos, y a la cabeza el Papa, como sus colaboradores, los sacerdotes. Hablamos de los pastores que están al frente de las iglesias locales y las comunidades cristianas y primeros responsables de la pastoral en las mismas. Los laicos, desde su estado de vida, ayudan en esta como agentes de pastoral y/o son destinatarios de la misma.
Pero, ¿cómo lo estamos llevando a cabo?
Cuando hablamos de pastoral en nuestras parroquias y comunidades cristianas, ¿de qué hablamos?
- A todos nos suena “Pastoral de la salud”, “Pastoral familiar”…
- Todos tenemos “Catequesis”, pero ¿una pastoral catequética?
- Hablamos de los colegios, de los niños del barrio, de los que están sin bautizar o los que están en situaciones de riesgo de exclusión. Pero, ¿tenemos una Pastoral de niños o de infancia?
- Hablamos constantemente de los jóvenes, de la confirmación, pero ¿tenemos una Pastoral de Jóvenes?
¿Pastoral?
El adjetivo pastoral se emplea para nombrar aquello vinculado a los pastores. Y en la Iglesia abarca toda aquella presencia y todo un conjunto de acciones a través de las cuales la Iglesia evangeliza en los determinados campos y aspectos de la vida del hombre y de la sociedad, para la construcción del Reino en el mundo. De acuerdo con lo que señala el Concilio Vaticano II, es necesario anotar entonces que el sujeto de la pastoral no se limita únicamente a los pastores – de donde originalmente viene su nombre – sino que comprende la acción de todos los fieles en el servicio de la fe, dentro de una ordenación determinada por la vocación cristiana general y por el ministerio y los carismas, estructurada, por consiguiente, jerárquicamente de acuerdo con los diversos cometidos. Esto comporta consecuentemente una diversidad de tareas en las que se realiza constantemente el esfuerzo por hacer operativa la acción salvífica de Dios en todo contexto histórico, es decir, en el «aquí y ahora» de la existencia humana.
Hay que ser realistas y nos encontramos que en la mayoría de las parroquias y comunidades cristianas nunca ha habido una pastoral definida de Infancia y Juventud con su proyecto de niños y jóvenes. Además, sus agentes de pastoral nunca han trabajado o caminado en estas claves. Por tanto, la única realidad que conocen y que viven en estas comunidades es la de haber hecho “toda la vida lo mismo”: salpicaduras de catequesis ocasionales o una catequesis meramente sacramental, de mantenimiento, sin apenas organización, “tapando agujeros”, presionados por la urgencia o, en el mejor de los casos, con programas e itinerarios interminables que sólo están pensados para un tipo concreto de niño o joven minoritario hoy en día.
Otra realidad que constatamos es la inercia. Venimos de un cristianismo social más o menos generalizado en el que todo el mundo, en principio, estaba bautizado y tenía una formación cristiana básica. Se hablaba de cosas de la fe en las familias, en la calle, con los amigos, en el colegio, en el trabajo en la televisión, etc. La transmisión de la fe en su práctica totalidad era ambiental. En esta situación, el papel de la parroquia o del colegio católico era la de preparar a las personas para recibir los sacramentos y administrarlos. Por tanto, sólo hacía falta desarrollar una pastoral y meramente sacramental, reducida a un pequeño período de catequesis y controlar que todo el mundo recibía los sacramentos. Es la llamada cristiandad que desde décadas atrás ha dejado de existir por los vertiginosos cambios que ha sufrido la sociedad en nuestro país. Esto es algo que a muchos de nuestros pastores, incluso a muchos obispos, les ha costado aceptar. En sus pastorales han continuado sin hacer apenas cambios, retroalimentando y continuando una inercia en los planes y proyectos pastorales venida de tiempos pasados.
Así, nuestras comunidades han envejecido y nos encontramos con la resistencia de pastores, de agentes de pastoral e incluso de comunidades enteras a cambiar. Los miedos a lo nuevo, a lo desconocido y el sobreesfuerzo que requiere un cambio a un modelo de pastoral con niños y jóvenes organizada que responda a sus situaciones y procesos personales de fe, hace que se esquive esta necesidad urgente y se justifique el mantenimiento de lo anterior. Eso sí, quejándose de la fuerte secularización en las familias, de la disminución del número de niños que vienen a catequesis o están en la vida de la parroquia, y de la indiferencia de la mayoría de los jóvenes, como si sólo fuera responsabilidad de ellos, sin hacer nada por renovarse en profundidad o transformar la realidad.
Hay una ruptura generacional que se constata en muchas parroquias y comunidades en las que sus miembros están muy envejecidos. Esto lo ha provocado la falta de acción misionera de los cristianos en sus entornos, así como su tibieza de vida evangélica, y la falta de una propuesta pastoral pensada para los niños y los jóvenes de hoy. Esta situación, en numerosos casos, es un obstáculo que cierra la posibilidad de cambiar y abrirse a los retos que plantean la infancia y la juventud actual. Nos encontramos con que numerosos agentes de pastoral no entienden a los jóvenes, no comparten sus inquietudes y creen que es imposible que conecten con ellos, con catequistas que no saben que hacer con niños con problemáticas muy difíciles en casa, o que nunca han sido despertados a la fe, etc. Todo lo reducen a haber perdido cualidades humanas por la edad o al carácter o por encontrarse en una etapa de la vida a “años luz” de ellos. Para estos, lo que hemos recibido, los dones, el carisma, la llamada de Dios, no es lo más importante, ni siquiera relevante.
Necesitamos una Pastoral de Niños y Jóvenes
En mi humilde opinión, es de sentido común hoy en día desarrollar una pastoral de niños y con jóvenes en nuestras parroquias y comunidades si se quiere evangelizar a los mismos. Pero además, por mi experiencia, el modelo mas completo y adecuado es el de una pastoral de procesos. Más aún, es verdad que lo normal sería que, aunque no sea así, en la mayoría de la parroquias tuviéramos la experiencia de tener una pastoral de niños y jóvenes organizada y armónica con un itinerario claro cuyo objetivo pastoral último fuera la integración fe-vida del joven para llegar a ser adultos en la fe. Y, además, que esta pastoral respondiera a la experiencia de una serie de proyectos realizados y revisados que han dado una serie de frutos o resultados mejores o peores. Pero no es así.
¿Qué necesitamos?
- Un cambio de mentalidad: dosis de realismo positivo
Las teorías están muy bien, la inercia es cómoda, pero Jesús siempre pisó tierra.
Mirar las realidades de nuestras parroquias y nuestros barrios con ojos nuevos; hay mucho más de cristiano de lo que aparece y valoramos: podemos descubrir un pueblo con muchos rostros, con el denominador común de un Evangelio que se ha hecho cultura y la ha llenado de raíces cristianas (EG 115,116)
¿qué podemos aprovechar? Y ¿qué y quién son una oportunidad? = No hay que dejar de hacer un análisis de la realidad constante del mundo de los niños y los jóvenes por parte de los pastores, agentes de pastoral y la comunidad.
- Apostar por una pastoral de procesos, más que meramente grupales o “estándar”
Una pastoral que tiene en cuenta los diversos procesos que acontecen en las distintas dimensiones de la realidad y de los agentes que evangelizan y de los destinatarios que van a evangelizar. También tiene en cuenta los momentos de los distintos procesos y la organización armónica de las respuestas.
La Parroquia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio (EG 114), también los niños, los jóvenes y sus familias.
- Incorporar en la vida de nuestras parroquias el primer anuncio. Los que las formamos, especialmente los agentes de pastoral, tenemos que “proclamar y proponer el mensaje nuclear del Evangelio (kerigma) a quienes no conocen a Jesucristo, también a quienes un día lo conocieron pero se alejaron de Él, o a quienes creyendo que lo conocen viven la vida cristiana de una manera rutinaria y sin fuerza de interpelación para los hombres que les rodean” (Mons. Carlos Osoro, ponencia en el Congreso Nacional de Pastoral de Jóvenes de Valencia 2-11-2012).
- Coordinarse y unirse las parroquias que comparten una misma realidad pastoral, junto con las realidades eclesiales (Colegios, movimientos…), para afrontar retos comunes y llevar adelante proyectos y servicios comunes en la pastoral de infancia y juventud que no son posibles por separado por falta de personas o recursos… En el mismo barrio, arciprestazgo, Vicaría, etc.
La pastoral de niños o de infancia es toda aquella presencia y todo un conjunto de acciones a través de la cuales la Iglesia anuncia a Cristo a los niños y les ayuda, cumpliendo el mandato de Jesús: dejad que los niños se acerquen a mi, no se lo impidáis (Mc 10, 14), para que puedan conocerle, encontrarse y hacerse amigos de Él, para comenzar el camino de la vida cristiana. Para ello, es necesario que la comunidad cristiana articule todas las acciones necesarias para acoger, suscitar y acompañar a los procesos de fe de los niños y a sus familias, desde sus múltiples realidades y situaciones de hoy, en una sociedad plural.
Tenemos que tener en cuenta que:
- Los niños tienen una “sensibilidad religiosa” propia, una “intuición peculiar” – diríamos nosotros- para las “cosas de Dios”. Intuyen, reconocen, perciben cuando se les habla -de verdad- de Dios y cuándo no. Es como si tuvieran una sabiduría especial para aprender la presencia de Dios. De hecho, ellos más que nadie entienden aquel lema catequético: “ cuando Dios está presente todo el mundo disfruta, si le impedimos que Él esté presente todo el mundo sufre”.
- El trabajo catequético con niños es de la máxima importancia, ya que cada niño es una vida que comienza, un camino abierto de “admirables posibilidades para la edificación de la Iglesia y humanización de la sociedad” (cf. DGC 177; Chl 47), además de ser “un momento decisivo para el futuro de la fe (de la persona)” (cf. DGC 178).
- Además, hoy son un puente para evangelizar a su familia, a sus padres y a sus hermanos. Muchos niños se acercan a la Iglesia por sus amigos, compañeros, maestros, etc, y pueden ser misioneros en sus entornos.
La pastoral con jóvenes es un concepto más global que una catequesis meramente puntual para la preparación inmediata a la recepción de un sacramento y que incluye la catequesis de iniciación cristiana como una de sus etapas. Por pastoral con jóvenes entendemos «toda aquella presencia y todo un conjunto de acciones a través de las cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a preguntarse y descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencias de ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y en la sociedad, y les anima y acompaña en su compromiso por la construcción del Reino (Cfr CHL 54).
Por ello, es necesario articular todas las acciones de la comunidad cristiana en un proceso de acompañamiento que garantice la formación integral del joven, su conversión constante y el desarrollo armónico y coherente de sus relaciones con los demás, con el mundo y con Dios en coherencia con la fe cristiana»[1]. Ya en su definición estamos hablando de proceso. Por tanto, se trata de tener en cuenta, en la evangelización que realizan nuestras comunidades, todos los aspectos de la vida de los jóvenes y de la Iglesia.
Hay que elaborar proyectos de Pastoral de Niños y Jóvenes
Es necesario un proyecto de Pastoral de Infancia que articule una pastoral de procesos con ellos. Esta, al no plantear un único itinerario, sino múltiples, según los momentos comunes de los procesos de las personas, según el número de niños que tengamos, todos los niños son acogidos en la Iglesia con una propuesta concreta y personalizada de crecimiento en la fe.
El objetivo fundamental en este proyecto no es solo anunciar a Cristo, sino intentar hacer seguidores de Cristo: “Id y haced discípulos” y el punto de partida es la persona a evangelizar. Los catequistas, monitores y animadores de esta pastoral aportarán la experiencia de Cristo y su pedagogía de liberación como mediador de la acción del Espíritu Santo en las personas.
Este proyecto se divide en dos etapas con sus momentos de la evangelización: la etapa misionera y la etapa catequética.
Etapa misionera: engloba todas las acciones de primer anuncio de Jesús en los ambientes y espacios de los niños y sus familias desarrollando una auténtica pastoral misionera de la comunidad.
Etapa catecumenal: tras la primera respuesta de fe del niño y su deseo de conocer a Jesús, engloba el comienzo del proceso y catequesis de Iniciación Cristiana. Esta engloba la pastoral catequética con los niños. Este se tiene que configurar como un proceso unitario de formación en la fe sin interrupciones que se continúe con la etapa catequética del Proyecto de Pastoral de Jóvenes.
Es necesario un proyecto de Pastoral con Jóvenes que articule una pastoral de procesos con ellos. Esta, al no plantear un único itinerario, sino múltiples, según los momentos comunes de los procesos de las personas, según el número de chicos que tengamos, todos los jóvenes son acogidos en la Iglesia con una propuesta concreta y personalizada de crecimiento en la fe.
No confundir con adolescentes. Con Jóvenes estamos hablando de edades entre 18 a 35 aprox. Por tanto, tendrá tres momentos: Adolescencia, Juventud y Jóvenes-adultos.
Este proyecto se divide en tres etapas con sus momentos de la evangelización: la etapa misionera, la etapa catequética y la pastoral.
Etapa misionera: engloba todas las acciones de primer anuncio de Jesús en los ambientes y espacios de los jóvenes, desarrollando una auténtica pastoral misionera de la comunidad. Esta tiene que superar las convocatorias y los campos de acción reducidos a los ambientes intraeclesiales (dentro de la parroquia) y dirigidos a los ya cercanos, para abrirse a todos los ambientes y dirigirse a todos los jóvenes.
Etapa catecumenal: tras la primera respuesta de fe del adolescente o joven y su deseo de conocer y seguir a Jesús, de encontrar su vocación, engloba el proceso y catequesis de Iniciación Cristiana, o su continuación y realización completa en el caso de los que lo hubieran comenzado en la infancia. Esta engloba la pastoral catequética con los adolescentes y jóvenes. Este se tiene que configurar como un proceso unitario de formación en la fe sin interrupciones.
Etapa pastoral: los jóvenes que han completado su iniciación cristiana, continúan su camino de maduración, amor y compromiso, para vivir progresivamente su integración de fe y vida como discípulos de Jesús en el seno de la comunidad cristiana y formando parte activa de su misión.
Para la elaboración de este proyecto:
- Habrá que prestar atención a nuestro propio proceso personal y recorrerlo como responsables de la pastoral con jóvenes, adoptando con apertura y creatividad unas actitudes muy importantes:
- Estar y escuchar. Estar con los jóvenes, escucharles y tener encuentros de persona a persona. Acercarse a sus inquietudes, proyectos, ilusiones y miedos, poniéndose en su lugar.
- Discernir, orar y compartir. Llevar las impresiones, reflexiones, sentimientos, rostros, intuiciones, personas… ante Quien es el principio y fin de toda pastoral: Jesús, el Señor.
- Comunicar, formar e implicar. Buscar personas de la comunidad con un perfil adecuado de cualidades humanas, de madurez en la fe, para conectar con los jóvenes y trabajar en un proyecto de pastoral.
- También habrá que atender y guiar el proceso de vida y misión de la comunidad cristiana (la parroquia, la institución educativa, el movimiento, etc.) que acompaña y lleva acabo esta pastoral:
- Concienciación y comunicación. Aunque sean los agentes de pastoral con jóvenes los que llevan a cabo esta pastoral, no son un grupo aparte y aislado, que “hacen la guerra” por su cuenta. Son parte de la comunidad cristiana y miembros de sus grupos y pequeñas comunidades de referencia.
- Estar atentos a los signos, momentos y ritmo de los procesos de los diversos grupos que forman la comunidad parroquial o la comunidad de comunidades. No todos los grupos están en el mismo momento de maduración como grupo o en la fe.
- Intervenir, moderar, suscitar. Ante los procesos grupales y personales de la comunidad no podemos obviarlos, o mirar para otro lado. Hay que actuar. Siempre desde el discernimiento y la ayuda de la oración. Es importante que todos caminemos en la misma dirección y el pastor tiene que armonizar los ritmos y tendencias de los procesos. Lo ideal es que todos tuviéramos todo en común, hasta los procesos de vida, pero no es así.
- Prestar atención a los procesos personales de fe de los jóvenes y acompañarlos.
- Comprender, acompañar espiritualmente. Los procesos de fe determinan el proceso de vida de las personas. Hay que contemplar: su procedencia, entorno social, familia, historia afectiva, historia de fe, situación de vida, etc. El acompañamiento personal es insustituible y determinante.
- No encorsetarse, ser libres. Ante el dinamismo de una realidad cambiante, hemos de estar continuamente alerta y tener la capacidad de no encorsetarnos en las respuestas a la situación del joven.
- Tener en cuenta y prestar atención a los procesos de los ámbitos eclesiales: la parroquia, el arciprestazgo y la diócesis, ámbitos de vida y comunión eclesial por excelencia que nos incluyen a todos en la vida de una única Iglesia. También, las inspectorías, las provincias, las zonas o las regiones en que se organiza la congregación, el movimiento, la asociación o la realidad eclesial de referencia. Todos estos tienen sus propios procesos de vida eclesial y de labor pastoral, afectan y se deben integrar en el proyecto de pastoral con jóvenes para un desarrollo completo.
- Realizar el proyecto de pastoral con jóvenes, plasmarlo por escrito y ser fieles a él. Para realizar una pastoral de procesos con jóvenes, como en toda pastoral, hace falta tener un proyecto y compartirlo con toda la comunidad cristiana de referencia que es la que lo impulsa y acompaña. Esto parece obvio, pero no lo es tanto en muchas de las realidades pastorales de nuestra querida Iglesia. Por ello, insisto: es necesario un proyecto que desarrolle de manera práctica esta pastoral y que lo haga con las claves expuestas hasta ahora. Un proyecto que debe llegar a toda clase de jóvenes que existan en la realidad evangelizada. Un proyecto que debe ser evaluado su desarrollo práctico cada curso pastoral y revisado cada seis u ocho años para mejorarlo y actualizarlo.
Hay que tener un equipo de agentes de pastoral que lo desarrolle
Los niños y los jóvenes se enriquecen con los conocimientos y experiencias del catequista- monitor – animador, agentes de pastoral que desarrollan el proyecto de Infancia y de Jóvenes y que tienen como contenido educativo la doctrina, los conocimientos antropológicos y teológico-catequéticos, las actividades y dinámicas, el ambiente general, el clima del entorno, las relaciones y el método.
El sentido eclesial del catequista – monitor – animador —configurador de su identidad— ha de estar abierto y vinculado tanto a la Iglesia universal y particular como a la comunidad cristiana inmediata y al equipo de catequistas y/o al de monitores y animadores con los que actúa.
En el caso de los que desarrollan la etapa catequética, el catequista ha de cuidar las relaciones y su sentido de pertenencia al equipo de catequistas, que ha de constituir en la comunidad cristiana un verdadero germen de vida eclesial. No pocos catequistas encuentran, de ordinario, en el equipo de catequistas la realidad más profunda de la vida de la Iglesia y de su misión. El testimonio de unión fraterna que dicho grupo manifieste es, por otra parte, un factor decisivo en la tarea catequizadora de la comunidad. Lo mismo podemos decir del resto de los agentes de pastoral que intervienen en el desarrollo de estos proyectos pastorales.
Los agentes de pastoral para programar actividades, acciones, campañas, contenidos y sesiones, acompañar la aplicación del proyecto, planear actividades comunes, concretar el trabajo en equipo, tener formación permanente, tratar los problemas que puedan ir surgiendo y solucionarlos entre todos:
- estará formado por los agentes de pastoral que intervienen en el desarrollo del proyecto y si son muchos se pueden formar equipos específicos (etapas, acciones, etc) y estar los representantes,
- tendrá reuniones de coordinación periódicas,
- al frente del equipo tendrá un responsable y un coordinador/a,
- propondrán temas específicos de formación permanente
Hay que prestar una atención esmerada y cuidada a la formación básica y permanente de los agentes de pastoral (catequistas – monitores – animadores).
Los presbíteros o religiosos, los pastores, tienen que desempeñar su misión de responsables últimos del proyecto y acompañarlo junto con la comunidad cristiana. Como en la catequesis y tomando las ideas fundamentales del Directorio General para la Catequesis 223 y 225, sus tareas propias del presbítero en el proyecto son:
– suscitar en la comunidad cristiana el sentido de la común responsabilidad hacia la pastoral de Niños y de Jóvenes, como tarea que a todos atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los agentes de pastoral y su misión;
– organizar adecuadamente la formación de los agentes de pastoral, tanto en lo que concierne a la formación básica inicial como a la formación permanente. – Cuidar la atención personal y espiritual de ellos y del equipo como tal;
– cuidar la orientación de fondo de los agentes de pastoral y su adecuada programación y coordinación, contando con la participación activa de ellos, y tratando de que esté «bien estructurada y bien orientada;
– fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético, a la animación misionera, al servicio de los niños y los jóvenes y, como pastor y catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos;
– integrar la acción catequética en el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en particular, el vínculo entre catequesis, sacramentos y liturgia;
– garantizar la vinculación de la Pastoral de Infancia y Juventud, como la catequesis de su comunidad, con los planes pastorales diocesanos, ayudando a los agentes de pastoral a ser cooperadores activos de un proyecto diocesano común.
– Promover animadores responsables de la acción pastoral y catequética, que asuman responsabilidades en el nivel diocesano, vicaría, arciprestazgo o parroquial.
[1] Orientaciones de la Conferencia Episcopal para la elaboración de un proyecto de Pastoral de Juventud 1991, n.15 y 16