EN EL CURSO ANUAL DE CATEQUESIS DEL ARZOBISPADO DE MADRID DE ESTE AÑO TENDRÁ LUGAR UNA PONENCIA SOBRE LOS SALMOS
Segundo Bloque: EL ANTIGUO TESTAMENTO
7.- La oración del Pueblo elegido (los salmos)
Francisco Pérez Sánchez. Licenciado en Teología Bíblica. Coordinador de Catequesis de la Vicaría VI. Párroco de Ascensión del Señor
JUEVES 30 de enero de 2020
ABAJO EL RESTO DEL PROGRAMA.
SOBRE LOS SALMOS:
En la Biblia hay 150, y se consideran entre las oraciones más perfectas y sublimes
ALETEIA, 10 de mayo de 2014.- Narra el Génesis que Dios descendía todas las tardes, en la brisa del fin del crepúsculo, para conversar con Adán. Sucedía, entonces, un diálogo sublime; de Adán emanaban cánticos e himnos de alabanza a Dios, y de Dios una invitación a Adán al aspecto más sublime de la dignidad humana: la vocación del hombre a la comunión con Dios.
Santa Teresita afirmaba que “la oración es un impulso del corazón, una simple mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor en medio de la prueba o en medio de la alegría”.
De ese modo, es a través de la oración como el hombre se comunica con su Creador, una vez que en el corazón humano está impreso el deseo natural de tender a lo Absoluto, como corolario del inestimable don de haber sido creado “a imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 26).
Ya en el Antiguo Testamento, encontramos varias formas de oraciones, como por ejemplo los salmos caracterizados por himnos que expresaban alabanzas, gratitudes, lamentos y pedidos de perdón al Creador inspirados por el Espíritu Santo, “que intercede a nuestro favor con gemidos inefables” (Rm 8, 26).
Los salmos cumplen, en su conjunto, con los cinco requisitos más importantes expuestos por santo Tomás para una perfecta oración: ser confiado, humilde, devoto, recto y ordenado.
En los salmos se entrevé la esperanza que clama y se eleva a los cielos para implorar el auxilio del Todopoderoso, por peores que sean las circunstancias que rodean al alma.
Por eso canta el profeta David: “Piedad de mí, Señor, pues estoy angustiado; languidecen de tristeza mi vista, mi cuerpo y mi alma. Pues, mi vida se consume entre aflicciones y mis años entre gemidos, decayó por la miseria mi fuerza, mis huesos se consumen (…) pero, yo en Ti espero, Señor, repito eres Tú mi Dios” (Sl 31, 10-11 15)
Qué habría de más bello y atrayente a los ojos del Señor como un corazón de un hijo cuya confianza es la fina punta de aquella esperanza que crepita dentro de sí. Es esa confianza la que da fuerzas a nuestras almas de caminar adelante.
Y así como la humildad incita la confianza, la confianza proporciona la devoción.
“Correré por el camino de vuestros mandamientos, cuando dilatareis mi corazón” (Sl 119, 32)
De esta simple forma, canta el salmista la virtud de la devoción. Por ella somos encendidos en el fuego del amor divino, es apagada la llama de la concupiscencia y se recibe un nuevo aliento para actuar de acuerdo con las vías de lo sobrenatural, asegura santo Tomás.
Una vez en posesión de tan gran beneficio, el alma no duda en pedir lo que le sea conveniente. Se pide, en la verdad, apenas aquello que es lícito desear, las cosas que el Señor mismo incita a pedir: el deseo de santidad y de unión íntima con Él, de que las cosas terrenas, se escoja las que dicen respecto a las cosas celestes.
Así, vemos claramente expresado en el salmo 41: “Así como el ciervo suspira por las aguas que corren, suspira mi alma por Vos, oh Dios mío” (SI 41, 1) Así como el ciervo va a la fuente de las aguas, así mi Dios mi alma te desea.
Inspirados por el Espíritu Santo, los salmos son depositarios de la Revelación, conteniendo el resumen de la realidad y de la experiencia religiosa del pueblo israelita en el Antiguo Testamento, y merecen ser perpetuados.
Ellos son también el núcleo de nuestra vida, puesto que esas elocuentes oraciones elevadas hasta Dios son ante todo el apoyo de cada día para nunca perder nuestro destino eterno.
Por la Hna. Maria Cecilia Lins Brandão Veas, EP
IV CURSO ANUAL DE CATEQUESIS (2019-2020)
LA PALABRA DE DIOS EN UNA CATEQUESIS MISIONERA
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mt. 24,35)
La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el único depósito sagrado de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia. JUAN PABLO II. Catechesi Tradendae, nº 27.
“El estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria. Nosotros no buscamos a tientas ni necesitamos esperar que Dios nos dirija la palabra, porque realmente “Dios ha hablado, ya no es el gran desconocido sino que se ha mostrado”. Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada”. FRANCISCO. Evangelii Gaudium, nº 175.
PROGRAMA:
Ponencia Inaugural:
1.- La Palabra de Dios en una Iglesia misionera
Monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid (7 noviembre 2019)
Primer Bloque: PALABRA DE DIOS: SAGRADA ESCRITURA Y TRADICIÓN
2.- La divina revelación
Luis Sánchez Navarro, coordinador del Bienio de Teología Bíblica de la UESD (jueves 14 noviembre 2019)
3.- Lectura católica y ecuménica de la Biblia
Carmen Márquez Beunza, profesora de teología la Universidad Pontifica de Comillas (jueves 21 noviembre 2019)
Segundo Bloque: EL ANTIGUO TESTAMENTO
4.- Los orígenes (El Pentateuco y los libros históricos)
Dr. Agustín Giménez González, profesor de teología Bíblica de la USED (9 de enero de 2020)
5.- El clamor de Dios (Los libros proféticos)
Marta García Fernández, profesora de Teología Bíblica en la UP Comillas (16 de enero de 2020)
6.- Creación y ciencia
José Antúnez Cid. Profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. (23 de enero de 2020)
7.- La oración del Pueblo elegido (los salmos)
Francisco Pérez Sánchez. Licenciado en Teología Bíblica. Coordinador de Catequesis de la Vicaría VI. Párroco de Ascensión del Señor (30 de enero de 2020)
8.- La sabiduría de Dios (Los libros sapienciales)
Hermes Moreno. Profesor del Instituto de Teología Lumen Gentium de Granada (6 de Febrero de 2020)
Tercer Bloque: EL NUEVO TESTAMENTO
9.- “Más yo os digo” (Del Antiguo al Nuevo Testamento)
Ianire Angulo, profesora de teología bíblica en el Instituto de Teología de Vida Religiosa (13 de febrero de 2020)
10.- La Buena Noticia (Los evangelios sinópticos)
Andrés García Serrano, profesor de la USED (20 de febrero 2020)
11.- La Palabra se hizo carne (El Evangelio de Juan, sus cartas, y el Apocalipsis)
Carmen Picó, Licenciada en Teología y doctoranda por la Universidad Pontificia Comillas (27 de febrero de 2020)
12.- El tiempo de la Iglesia (Corpus Paulino, Hechos de los Apóstoles y Carta a los Hebreos).
Pedro Ignacio Fraile Yécora. Doctor en Teología Bíblica. Director del Centro de Estudios Teológicos de Aragón. (12 de marzo de 2020)
Cuarto Bloque: PALABRA DE DIOS Y CATEQUESIS
13.- La Palabra de Dios y el método catequético “Godly play”.
José Andrés Sánchez. Hermano de La Salle. Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas San Pío X y del Área de Ciencias de la Religión del Centro Universitario La Salle (26 de marzo de 2020).
14.- La Palabra de Dios en la pastoral (la apuesta por la lecttio divina)
Lorenzo de Santos, profesor del Instituto Superior de Pastoral de la Universidad Pontifica de Salamanca (2 de abril de 2020)
15.- La liturgia de la Palabra en el Año Litúrgico
Daniel Escobar, delegado episcopal de liturgia y profesor en la UESD (23 de abril de 2020)
16.- La primacía de la Palabra en una catequesis litúrgica para niños y jóvenes
Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis y profesor en la UESD (30 de abril de 2020)
17.- Ponencia de clausura: La Palabra de Dios en una catequesis con corazón
Cardenal Carlos Osoro. Arzobispo de Madrid (7 de mayo de 2020)
La Palabra de Dios debería de ser para los discípulos de Cristo como el vestido o el calzado que nos ponemos cada mañana: no deberíamos salir de casa ningún día sin revestirnos de la Palabra. la tienes en tu mente, en tu corazón, en tus labios y en tus manos: La Palabra la tienes en la mente, si a base de leerla y meditarla, la has hecho mente de Cristo en tu mente, pues del mismo modo como el cuerpo de Cristo está entero en cada forma que comulgamos, toda la Palabra de Dios, que es Cristo mismo, está en cada Palabra de la Escritura, está Cristo, que ilumina, que impulsa, que acierta. La Palabra la tienes en tu corazón, si la gustas y re-gustas, si la llegas a amar con locura… si la abrazas porque sabes que ella es para ti, de verdad, “palabra de Dios”. Y la Palabra la tienes en tus labios y en tus manos: para dar testimonio de ella con tu propia palabra pero, sobre todo, con los actos cotidianos. Porque la Palabra no es totalmente Palabra de Dios sin hacerse vida, para que como el rocío que empapa la tierra o el sol que la cubre, de fruto. MANUEL MARÍA BRU. Predicación y vida. CCS. Madrid, 2018, pp.72-73.
Buenas tardes. ¿Serían tan amables de informarme sobre la forma de inscribirse en el curso para catequistas? Gracias.