Sofonías 3,14-18; Romanos 12,9-16b; Lucas 1,39-56
HABLA LA PALABRA: Gozo, amor y alabanza
En los textos bíblicos con los que la liturgia de la Iglesia celebra la gran fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel, encontramos:
• La profecía de Sofonías: “El Señor tu Dios está en medio de ti (…) Exulta de alegría a causa de ti”.
• La llamada de san Pablo a practicar la misma hospitalidad y alegría que viven María y su prima Isabel.
• El relato evangélico de la Visitación con el Canto del Magníficat.
HABLA EL CORAZÓN: Enaltece a los humildes
• Dice san Juan Pablo II que el amor preferencial por los pobres que tiene la Iglesia está inscrito admirablemente en el Magníficat de María: “El Dios de la Alianza, cantado por la Virgen de Nazaret en la elevación de su espíritu, es a la vez el que derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos,… dispersa a los soberbios… y conserva su misericordia para los que le temen. María está profundamente impregnada del espíritu de los pobres de Yahvé, que en la oración de los salmos esperaban de Dios su salvación, poniendo en Él toda su confianza. En cambio, ella proclama la venida del misterio de la salvación, la venida del Mesías de los pobres.
• La Iglesia, acudiendo al corazón de María, a la profundidad de su fe, expresada en las palabras del Magníficat, renueva cada vez mejor en sí la conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes, que, cantado en el Magníficat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús”.
• El cristiano, llamado a ser en cada tiempo profeta del Reino de Cristo con su palabra y con su testimonio valiente y renovador de la sociedad, encuentra también en María, en el misterio completo de su misión en la historia de la salvación, pero especialmente en su Magníficat, el modelo perfecto de la misión profética de la Iglesia. Porque María esta maternalmente presente y participe “en los múltiples y complejos problemas que acompañan hoy a la humanidad”.
HABLA LA VIDA: El dado del arte de amar
Cuando caían las bombas durante la II Guerra Mundial, en la ciudad de Trento (Italia), un grupo de jóvenes se entregaron en cuerpo y alma para ayudar a los demás. Y se dieron cuenta que en esa situación extrema el amor evangélico que ponían en práctica lo vivían en seis formas distintas: Ser el primero en amar, amar a todos, hacerse uno, ver a Cristo en el otro, amar al enemigo, y amarse recíprocamente.
Con los años, unos catequistas inventaron para los niños el dado del arte de amar a partir de estas seis formas del amor cristiano, proponiendo a los niños que lo tiraran por las mañanas para ponerlo en práctica durante el día y poder entrenarse en este arte de amar. En la vida de María, como en la de todos los santos, encontramos miles de escenas en las que podemos reconocer estos seis puntos del arte de amar. En María, sin duda, la escena de la visitación a su primera Isabel encaja perfectamente con el primero de los puntos del arte de amar: “Ser el primero en amar”.
El Papa Francisco lo llama “primerear”: como hace Dios con nosotros, no esperar a que el otro de el primer paso, sino darlo nosotros. Los testimonios de los niños que juegan al dado del arte de amar son de una sencillez apabullante:
Primero, el testimonio de Najaka, de Madagascar: “Fui al campamento con otros niños. Un día, a mi grupo el tocaba poner la mesa para la comida, pero todos mis compañeros estaban muy ocupados jugando. Les iba a llamar, pero me acordé que esa mañana al tirar el dado había salido ser los primeros en amar. Entonces, tranquilamente, empecé a hacerlo solo. Para mi gran sorpresa, poco tiempo después, mis amigos dejaron de jugar y vinieron a ayudarme, así pudimos terminar de poner la mesa juntos, y sentí mucha alegría en mi corazón”.
Segundo, el testimonio de Fran, de Irak: “Mi hermano estaba enfermo y tenía que estar en cama. Varias veces me había pedido que le tapara con la manta. Después de un rato me cansé ya que tenía que hacerlo cada vez que él se daba la vuelta y la manta se le caía. Aquella mañana el dado me proponía ser el primer en amar. Entonces, antes que él me pidiera que le tapara, estaba atento a hacerlo cada vez que era necesario. Por la noche él me lo agradeció”.
En estos niños vemos una naturalidad que viene de Dios. La joven María de Nazaret, que había recibido la misión más importante de la historia, la de ser la madre del Hijo de Dios, reaccionó a este anuncio sin parpadear, sabiendo que lo primero que podía hacer para cumplir su misión, era ser la primera en amar. Y ya que el ángel la había dicho en su anuncio que su prima Isabel estaba en cinta, tras un largo viaje por las montañas, María fue en seguida a verla para compartir su gozo.
Manuel Mª Bru Alonso, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid