MATTEO MATZUZZI
Redactor jefe de “Il Foglio” (16.04.2025)

La catequesis, la formación, la liturgia son imprescindibles, pero sin la experiencia de la fe, sin el encuentro con el Resucitado, se quedan en otra cosa más que debemos estudiar, aprender o hacer, pero no nos da vida.

PREGUNTA:

Se cumplen 1.700 años del Concilio de Nicea. Entre las decisiones adoptadas, destaca la condena del arrianismo. Nos puede parecer pura arqueología, pero hace menos de veinte años el Papa condenaba el «arrianismo moderno». Decía Benedicto XVI que «la negación de la verdadera divinidad de Jesús sigue siendo una tentación para los cristianos», hasta el punto de hacer necesaria una «catequesis integral». Efectivamente, muchas veces se oye hablar de Jesús como un hombre enamorado de Dios o un emisario suyo, que hizo muchas cosas buenas pero que difícilmente puede considerarse el hijo unigénito de Dios. ¿Todavía se percibe ese peligro que denunciaba Ratzinger?

RESPUESTA:

Hace años estudié en una universidad judía en Jerusalén. Todos mis compañeros eran judíos, yo era el único cristiano. Empezaron a preguntarme por mi fe, por Jesús y el evangelio. Yo respondía: es inútil que os explique quién era Jesús, ahí tenéis el evangelio, todo está escrito ahí. Lo leemos, me preguntáis y yo os respondo. Fue una ingenuidad. No me daba cuenta de lo que les estaba proponiendo porque yo, que nací en la bassabergamasca, donde uno era católico desde antes de nacer, estaba acostumbrado a la catequesis clásica, tradicional. Mis preguntas y respuestas sobre Jesús eran las del catecismo, no las mías. Por eso, cuando empezaron a preguntarme sobre Jesús, me di cuenta de que no sabía responder correctamente. El catecismo no servía de mucho en esas circunstancias. Querían saber qué significaban esas páginas para mí, pero yo solo lograba balbucear frases sueltas. En un momento dado, una chica me dijo: no puedo seguir viniendo a estos encuentros porque trabajo, tengo un niño pequeño y además esta lectura me trastorna un poco. Y añadió: Jesús es un personaje que me gusta, no es como me habían contado, y el evangelio es un libro precioso, pero me tienes que explicar una cosa: la resurrección. ¿Por qué tiene que resucitar? ¿Por qué lo hacéis resucitar? Sin la resurrección, Jesús sigue siendo fascinante. De nuevo en ese caso respondí como responde el catecismo y me di cuenta por su cara de que no había entendido nada. No fui capaz de hacerme entender. Necesité tiempo para comprender que la resurrección no se explica. Los evangelios no la explican. Solo hay encuentros con el Resucitado. Entonces, respondiendo a su pregunta, es verdad, es muy fácil, en todos los tiempos, reducir a Jesús a un personaje que podemos encerrar dentro de nuestra comprensión humana. Es la tentación de siempre, y ese Jesús es fácil. No es signo de contradicción. Pero la tarea de la Iglesia es saber testimoniar que Jesús es el hijo de Dios, como decía el Concilio de Nicea. Hay que encontrar la manera de decirlo. La catequesis, la formación, la liturgia son imprescindibles, pero sin la experiencia de la fe, sin el encuentro con el Resucitado, se quedan en otra cosa más que debemos estudiar, aprender o hacer, pero no nos da vida. La tarea que tenemos como Iglesia es la de ser capaces de decir que Jesús es Kyrios, el Señor. Y decirlo con convicción, decirlo porque nos lo creemos, porque lo hemos experimentado. Tal vez eso sea lo que falta hoy. Debemos encontrar la manera de decir con un lenguaje actual lo mismo de hace 1.700 años. La verdad es la misma, hay que encontrar la forma de expresarla de manera convincente. Se comprenderá si quien lo dice se lo cree, en el sentido de haberlo experimentado. No hay que limitarse a decir las cosas que están en el catecismo sin más, como hice yo con aquella chica.

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