¿Es necesaria una etapa de despertar religioso en los niños previa a la iniciación cristiana?

RESPUESTA:

Sí sería necesaria en dos supuestos distintos:

  • Si se propone como una etapa en el tiempo anterior a la prevista para el proceso catequético de la iniciación cristiana, y por tanto con niños muy pequeños (4, 5 ó 6 años), para ayudarles de encauzar satisfactoria y óptimamente la experiencia del despertar, es decir, de ir dando forma a la experiencia de Dios con la participación en la oración y un básico acercamiento al conocimiento de la fe.
  • Si se percibe que los niños (personalmente, grupalmente, o en el entorno socio-religioso más cercano, y en las edades habituales de 7ª 9 años), que vienen a la catequesis al proceso de iniciación cristiana, no tienen la experiencia de un suficiente despertar religioso, y más allá de la potencialidad de la experiencia religiosa innata, son completamente ajenos a experiencia de Dios, viviendo desde su infancia en la “prescindencia religiosa”, una de las periferias existenciales descritas por el Papa Francisco.

En la Archidiócesis de Madrid se prevé un año pastoral del Despertar Cristiano tanto para el primero como para el segundo supuesto, con la doble propuesta:

  • Por un lado, unas catequesis para los padres que les ayuden a acompañar el respetar religioso de sus hijos, muy básicas, de primer anuncio (kergimáticas), y partiendo de la experiencia religiosa de la paternidad y la maternidad.
  • Por otro lado, unas liturgias de la palabra al modo de los oratorios con niños pequeños, basadas en las presencias de Jesús (en el corazón del bautizado, en su Palabra, en la Eucaristía y en los demás sacramentos, en la comunidad, y en los pobres (Jesús en mí, Jesús-Palabra, Jesús-Eucaristía, Jesús en medio, Jesús en el otro).
  • La propuesta diocesana consiste en que en los arciprestazgos se discierna si en el contexto socio-religioso del mismo, común a las parroquias que lo conforman, conviene o no ofrecer una “pre-etapa” del Despertar Cristiano, independientemente de que el año pastoral dedicado a ella se contabilice para los padres como un primer año de catequesis.
  • En este discernimiento hay que tener en cuenta el hecho de que en España en general y en Madrid en particular la realidad de los grupos de niños de catequesis ofrecen un escenario de “mayor despertar religioso” que hace unos años, debido a que estos grupos están cada vez más integrados por niños de familias procedentes no sólo de España sino de otros países (iberoamericanos o del norte de Europa) con una presencial religiosa y cultural católica muy fuerte, por lo que estos niños suelen llegar a la catequesis con un despertar religioso más explícito: han visto rezar a sus padres y a sus abuelas, y han visto con naturalidad la fe en Dios y están más familiarizados al lenguaje religioso y a la identidad cristiana, al menos desde la perspectiva de la religiosidad popular.

ARGUMENTACIÓN DE LA RESPUESTA:

El desafío del despertar religioso (o, mejor dicho, del despertar cristiano, porque el despertar religioso de la evangelización no consiste en un despertar espiritual etéreo, sino en un despertar a la trascendencia desde el encuentro con Jesús), “de los niños, en las familias cristianas” es especialmente urgente para el primer anuncio de la fe” (DGC, 51).

El Directorio General de la Catequesis de 1997 (DGC) ya describía las diversas situaciones religiosas de quienes solicitan la catequesis:

  • los que tienen una cierta fe, pero poco fundamentada y asumida, las gentes sencillas que viven una religiosidad popular,
  • los que ocultan su fe por la presión cultural circundante,
  • y los “que recibieron el bautismo pero viven al margen de toda vida cristiana.

Se trata, en efecto, de una muchedumbre de cristianos no practicantes, aunque en el fondo del corazón de muchos el sentimiento religioso no haya desaparecido del todo. Despertarlos a la fe, es un verdadero reto para la Iglesia” (DGC, 25-26).

Catequesis del despertar cristiano

Se trata fundamentalmente de discernir (secundando el criterio de flexibilidad), comunidad por comunidad, grupo por grupo, catecúmeno o catequizando por catecúmeno o catequizando, si ha experimentado ya en su vida un despertar religioso. Y en el caso de que se prevea que no es así (porque no tienen ninguna referencia ni cognitiva ni vivencialmente explícita a lo trascendente), procurarle un periodo de pre-catequesis del despertar cristiano, con una doble atención, a los niños, por un lado, y a los padres, por otro, porque esta experiencia para los niños (otra cosa es para los adultos), es impensable sin la connivencia de sus padres.

El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter insustituible” (DGC, 226). Y los niños que vienen a la catequesis religiosamente “despiertos”, es porque han hecho esta experiencia en familia (y cuando no es con los padres, puede haber sido con los abuelos).

En la literatura encontramos expresiones bellísimas de esta experiencia del despertar religioso de los niños en familia. Por ejemplo, la transmitida por un sacerdote francés, Aimé Duval:

“Las manos de mi padre, los labios de mi madre, me enseñaron de Dios mucho más que mi catecismo. En casa rezábamos cada día la oración de la noche en común. Es algo que recuerdo y recordaré mientras viva (…) Es curioso cómo me acuerdo de la postura de mi padre. El que por sus trabajos en el campo siempre estaba cansado después de cenar, se arrodillaba, la frente entre las manos sin mirar a su hijos, sin impacientarse. Yo pensaba: mi padre que es valiente, que manda en casa, que es insensible ante la mala suerte y no se inmuta ante los ricos, y los malos, ahora se hace un niño pequeño ante Dios. ¡Cómo cambia para hablar con él! Debe ser muy grande Dios para que mi padre se arrodille ante El y muy bueno para que se ponga a hablarle sin mudarse de ropa. En cambio, a mi madre nunca la vi de rodillas. Demasiado cansada se sentaba con mi hermano pequeño en sus brazos y todos nosotros muy cerca de ella. Musitaba las oraciones de punta a cabo todo en voz baja. Lo más curioso es que no paraba de mirarnos uno tras otro, una mirada para cada uno, más larga… para los más pequeños. Yo pensaba, debe ser muy sencillo Dios cuando se le puede hablar teniendo un niño en brazos y en delantal”: AIMÉ DUVAL. ¿Por qué me hice sacerdote? Editorial Sígueme. Salamanca, 1989.

Y cuando este despertar religioso en familia no se ha dado, porque si los niños carecen de la experiencia del despertar religioso es porque tampoco sus padres la tienen, el desafío es doble, ya que cuando desde la comunidad cristiana queremos ofrecer una catequesis que de por hecho el despertar cristiano de los niños en la familia, no podemos hacerlo sin la familia, sino tratando de provocar a la vez el despertar religioso cristiano en los niños y en sus familias.

¿Qué nos dice el nuevo Directorio para la Catequesis del despertar religioso?

En primer lugar, el Directorio para la Catequesis (2020) recoge la descripción del despertar religioso en la familia del Directorio General de la Catequesis de 1997 (DGC, 255), como aquel que “tiene un carácter único: transmite el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en períodos” (DC, 227).

En segundo lugar, para responder al desafío del Despertar Cristiano de aquellos que no lo han experimentado en su familia, el nuevo Directorio pone las bases del discernimiento de este desafío, al distinguir tres ámbitos de la que llama “nueva etapa evangelizadora”, que vendría a identificarse con el primer anuncio, o con lo que algunos teólogos han venido a llamar “segundo, tercero, o cuarto primer anuncio”:

  • El ámbito de la pastoral ordinaria, en la que se atiende pastoralmente no sólo a los cristianos suficientemente integrados en la vida de la Iglesia, sino también a aquellos que “conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto” (DC, 41a).
  • El ámbito de las personas bautizadas “que no viven las exigencias del bautismo, que no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia, y ya no experimentan el consuelo de la fe (EG, 14)”, aunque en su día hubieran “concluido el itinerario de la iniciación cristiana y que han seguido ya los caminos de la catequesis o de la educación religiosa en la escuela” (DC, 41b).
  • El ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado: “Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana” (DC, 41c).

Dice el nuevo Directorio que, sin caer en la tentación del proselitismo (citando a Benedicto XVI en “La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”. Homilía en la misa de clausura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los obispos, 28 de octubre de 2012), este ámbito reclama claramente “una verdadera pastoral del primer anuncio, capaz de tomar iniciativas para proponer explícitamente la buena nueva de la fe, manifestando concretamente el poder de la misericordia -corazón mismo del Evangelio- y favoreciendo la inserción de los que se convierten en la comunidad eclesial”.

Esta distinción de ámbitos que nos ofrece el Directorio es fundamental para entender la propuesta del Despertar Cristiano, por una sencillísima razón: si bien tantos niños, adolescentes y jóvenes que, aunque en muchos casos parezca paradójico, vienen a las catequesis parroquiales, estarían incluso en el tercero de estos ámbitos, en de los más alejados y lejanos de la fe y de la Iglesia, sus padres bien podrían estar no sólo en este tercer ámbito, sino también en cualquiera de los dos primeros. Y es que no hace falta un desconocimiento completo (indiferencia o prescindencia religiosa) de la fe o un rechazo explícito de la fe, que identifica al tercero de estos ámbitos, para que se dé el suficiente alejamiento de la fe de los padres en una familia (el descrito en los dos primeros ámbitos), para que en ella no se produzca el despertar cristiano de sus hijos.