No sabemos aún seguro el lugar (lo estamos dilucidando), pero si la fecha: el próximo sábado 28 de octubre (si no hay orden en contra), de 10 A 14 horas, tendremos en Madrid el próximo encuentro-envío de catequistas.
A petición de los coordinadores de vicarías, haciéndose eco del parecer de muchos catequistas en Madrid, hemos propuesto al Cardenal Arzobispo poder celebrar en una misma mañana la MISA DEL ENVÍO de los Catequistas y el ENCUENTRO ANUAL DIOCESANO de catequistas. Así lo llamaremos a partir de ahora ENCUENTRO Y ENVIO DIOCESANO DE CATEQUISTAS.
Para ir preparándonos ya a este encuentro iremos a lo largo del verano ofreciendo algunos textos de interés y de reflexión sobre el sentido de este envío del obispo a los catequistas. Tomamos estos textos de una reflexión de la Diócesis de Valladolid que nos parece especialmente sintética, completa y acertada:
La catequesis es lo que es el catequista.
Es fruto de lo que el catequista vive y siente, de lo que cree y de lo que ama, de lo que busca y de lo que en su actuación encuentra. La catequesis es lo que bulle en la mente y en el corazón del catequista:
– Si vive ilusionado con su fe, la catequesis es cauce de fe. , ;
– Si ha descubierto el amor de Dios, es plataforma de amor.
– Si vive el mensaje de Cristo, es comunicación de un anuncio de salvación.
– Si sabe que es miembro de una comunidad de fe, construye la comunidad.
– Si se siente portador del amor de Dios, es un regalo de amor del Señor.
– Si sabe vivir la esperanza, es un camino hacia el encuentro con Dios
– Si se halla dentro del Reino de Dios, la catequesis es ya el Reino de Dios.
SERVIDOR DE LA PALABRA DE DIOS
La palabra es el modo habitual de entrar en comunicación con los demás. Nada hay más personal que la palabra ya que ésta, si es sincera, expresa lo que hay en nosotros.
Por esta razón, ante una palabra profundamente escuchada, nunca queda nadie indiferente: se la acoge o se la rechaza, se la goza o se la teme, se la espera o se la rehuye. La palabra suscita experiencias de cercanía, reacciones de gozo o de tristeza. La palabra deja una huella en los demás.
Desde el momento en que el Señor llama a alguien a hacerse catequista, le lleva a ser portador de su palabra ante los hombres. Al igual que los profetas, es servidor de la palabra. Aun conservando toda su carga humana, una nueva riqueza le llega. Es la riqueza de la palabra recibida que ha de llevar a los demás como medio y palanca para que consigan la salvación.
Dios asocia su Palabra a la del catequista. Se sirve de ella para comunicarse con los hombres de hoy, con la fuerza y eficacia que le es propia. En sus limitaciones y sus rasgos humanos se esconde el mismo Dios y por medio de sus elegidos hace llegar la vida a los que El ama.
A los catequistas les dice Jesús palabras que deben recordar con frecuencia, pues definen evangélicamente lo que son ante el que los envía y ante los receptores de sus mensajes:
– «Quien a vosotros escucha a mí me escucha». (Luc. 10. 16)
– «Como el Padre me ha enviado, así yo os envío». (Jn. 20. 21)
– “Dad gratuitamente lo que gratuitamente habéis recibido”. (Mt. 10.8)
Por eso el catequista debe preguntarse con frecuencia:
¿Cómo soy servidor fiel de la palabra? ¿Cuáles son los rasgos más significativos que me configuran? ¿En dónde se apoya la grandeza de mi calidad de mensajero divino?