CURSO ANUAL DE CATEQUESIS (2018-2019)
Mujer, ahí tienes a tu hijo (Jn. 19, 25)
MARÍA Y LA MUJER EN LA FE Y LA VIDA DE LA IGLESIA
El Curso Anual de Catequistas en formato ciclo de ponencias con temas y ponentes distintos, bajo el titulo “Mujer, ahí tienes a tu hijo (Jn. 19, 25): María y la mujer en la vida de la Iglesia”, tema vinculado al Año Mariano con el objetivo de contemplar la figura de la Virgen María como paradigma de “discípulo misionero”. Constará de 18 ponencias, de las que 10 serían impartidas por ponentes mujeres, que podrá seguirse presencialmente en el Arzobispado de Madrid, o también on line a través del streaming interactivo del Canal de Youtube de la Delegación de Catequesis.
CUARTO BLOQUE: MÍSTICAS DEL SIGLO XX
11.- El legado místico de Simone Weil (7 de marzo de 2019).
Carmen Herrando
Profesora de Ética (en distintos grados), y de Antropología filosófica (en Derecho, y en el Centro de Estudios Teológicos de Aragón –CRETA-). Doctora en Filosofía y Licenciada en Filosofía. Miembro del Instituto Humanismo y Sociedad. Su línea de investigación está centrada en el pensamiento de Simone Weil (filósofa francesa; pertenece a la Association pour l’Étude de la pensée de Simone Weil), en el Personalismo comunitario y pensamiento personalista (Pertenece al Instituto Emmanuel Mounier) y también en el entorno de Pascal y el jansenismo francés del siglo XVII. Su tesis doctoral versó sobre el pensamiento religioso de José Luis López Aranguren. Es autor de El camino espiritual de Teresa de Jesús, una biografía de José Luis L. Aranguren, una biografía de Pascal, y varios artículos sobre el pensamiento de Simone Weil. Ha publicado artículos sobre Simone Weil en obras especializadas y en revistas científicas. Ha participado en congresos nacionales e internacionales sobre Simone Weil, Aranguren, personalismo comunitario. Dirige la Colección Persona de la Fundación Emmanuel Mounier, dedicada al pensamiento personalista. Pertenece al consejo de redacción de Acontecimiento (revista de pensamiento personalista y comunitario).
VIDEO DE LA PRESENTACIÓN:
ESQUEMA DE LA PRESENTACIÓN:
EL LEGADO MÍSTICO DE SIMONE WEIL
(Madrid, 7 de marzo de 2019)
Cinco pájaros el tejado. Solitarios.
Luego dos. Luego, ninguno.
Hoy no hay meditación de pájaro solitario en el tejado. Sólo tejado solitario.
José Jiménez Lozano
1. A la luz de la verdad
«En la adolescencia pensaba que carecíamos de los datos necesarios para resolver el problema de Dios y que la única forma segura de no resolverlo mal, lo que me parecía el peor de los males, era no plantearlo. Así que no me lo planteaba. No afirmaba ni negaba […]
» No lamentaba los éxitos externos, sino el no poder abrigar esperanzas de acceso a ese reino trascendente, reservado a los hombres auténticamente grandes, en el que habita la verdad. Prefería morir a vivir sin ella. Tras meses de tinieblas interiores, tuve de repente y para siempre la certeza de que cualquier ser humano, aun cuando sus facultades naturales fuesen casi nulas, podía entrar en ese reino de verdad reservado al genio, a condición tan sólo de desear la verdad y hacer un continuo esfuerzo de atención por alcanzarla»1.
2. La atención y el conocimiento sobrenatural.
«Sólo hay una paradoja para la inteligencia humana: que tiene dificultades para reconocer la parte de sobrenatural aquí abajo»2.
3. San Juan de la Cruz
«Los místicos auténticos, como san Juan de la Cruz, describen la operación de la gracia en el alma con precisión de químico o de geólogo»3.
«Si, estando agotada, el alma deja de esperar a Dios, si la desgracia exterior o la sequedad interior le hacen creer que Dios no es una realidad, y pese a todo sigue el alma amando a Dios y tiene en horror los bienes de aquí abajo, que pretenden reemplazarlo, es entonces cuando, al cabo de un tiempo, Dios viene a ella, se muestra, le habla, la toca… A esto es a lo que san Juan de la Cruz denomina noche oscura»4.
4. El ateísmo purificador
«Hay un período en el que el alma ya está despegada del mundo, pero aún no puede apegarse a Dios; vacío; angustia terrible. (Noche oscura). El alma que ama a Dios en su soledad es amada por Dios en la soledad, es decir, sin intermediario5».
«Aquel que da pan a un desdichado hambriento por amor de Dios no recibirá agradecimiento por parte de Cristo. Ha tenido ya su retribución en ese mismo pensamiento. Cristo muestra su agradecimiento a quien no sabía a quién daba de comer»6.
«La fe. Creer que nada de lo que podemos captar es Dios. Fe negativa. Pero creer también que lo que no podemos captar es más real que lo que podemos captar. Que nuestro poder de entender no es el criterio de la realidad, sino que, por el contrario, es engañoso. Creer, finalmente, que lo no-captable permanece, sin embargo, escondido»7.
«Ser nada, para estar en su verdadero lugar en el todo»8.
5. Una filosofía del amor
«No tengo necesidad de ninguna esperanza, de ninguna promesa, para creer que Dios es rico en misericordia. Conozco esa riqueza con la certeza de la experiencia, yo misma la he tocado. Lo que de ella conozco por contacto sobrepasa de tal modo mi capacidad de comprensión y gratitud que ni la misma promesa de felicidades futuras añadiría nada al significado que para mí tiene, de la misma forma que para la inteligencia humana la adición de dos infinitos no es una adición»9.
6. Dios se retira… La descreación.
«La creación no es un acto de autoexpresión por parte de Dios, sino de retirada y de renuncia. Dios con todas las criaturas es menos que Dios solo. Dios ha aceptado esta merma y ha vaciado de sí una parte del ser. Se ha vaciado ya en ese acto de su divinidad; por eso dice san Juan que el Cordero fue degollado desde la fundación del mundo. Dios ha permitido la existencia de cosas distintas a él y que valen infinitamente menos que él. Se negó a sí mismo por el acto creador, como Cristo nos ordenó negarnos a nosotros mismos. Dios se negó en nuestro favor para darnos la posibilidad de negarnos por él. Esta respuesta, este eco, que nosotros podemos rechazar, es la única justificación posible a la locura de amor del acto creador.
Las religiones que han concebido esa renuncia, ese distanciamiento o desaparición voluntaria de Dios, su ausencia aparente y su presencia secreta aquí abajo, son la religión verdadera, la traducción a lenguajes distintos de la gran Revelación. Las religiones que presentan a la divinidad ejerciendo su dominio allí donde puede hacerlo son falsas. Aun cuando sean monoteístas son idólatras»10.
7. Consentir a la propia muerte.
«Siempre me he prohibido pensar en una vida futura, pero siempre he creído que el instante de la muerte es la norma y el objeto de la vida. Pensaba que para quienes viven de la forma adecuada ese es el instante en que, por una fracción infinitesimal de tiempo, la verdad pura, desnuda, indudable, eterna, penetra en el alma. Puedo decir que jamás he deseado para mí otro bien»11.
«Ya no existiremos. Pero en esa nada que está en el límite del bien seremos más reales que en ningún momento de nuestra vida terrena. Mientras que la nada que está en el límite del mal es sin realidad»12.
NOTAS:
1 WEIL, Simone: A la espera de Dios. Madrid, Trotta, 1993, pp. 38-39.
2 CHENAVIER, Robert: Simone Weil. La atención a lo real, Fundación Emmanuel Mounier, Madrid, 2014, p. 63. Traducido al español por Alejandro del Río.
3 WEIL, Simone : «Fragments de Londres», en Oppression et liberté. París, Gallimard, 19557, p. 219.
4 WEIL, Simone : Œuvres Complètes, tome IV, vol. 2. París, Gallimard, 2009, p. 157.
5 WEIL, Simone: «Cahier VI (K6)», en Œuvres complètes, VI, vol. 2. París, Gallimard , 1997, p. 311.
6 WEIL, Simone, A la espera de Dios, op. cit., p. 95.
7 WEIL, Simone: «Cahier VI (K6)», Œuvres complètes, VI, op. cit., p. 318. 8 Ibid., p. 336.
9 WEIL, Simone: A la espera de Dios, op. cit., p. 55.
10 Ibid., pp. 91-92.
11 Ibid., p. 38.
12 WEIL, Simone: «La connaissance surnaturelle», Œuvres complètes, VI, 4, op. cit., p. 214.
TEXTO BASE DE LA PRESENTACIÓN:
EL LEGADO MÍSTICO DE SIMONE WEIL
(Delegación de Catequesis del Arzobispado de Madrid, 7 de marzo de 2019)
¡De Simone Weil (1909-1943) se podrían decir tantas cosas, y sobre tantos aspectos de la vida! Pero para hablar de la vivencia mística de esta mujer que es educada en el agnosticismo más riguroso, hay que empezar destacando la inmensa apertura de espíritu que caracterizó a esta pensadora de vida tan breve (1909 – 1943).
La búsqueda de la verdad fue la pasión de su vida, y gracias a ella se encontró con la Verdad con mayúsculas. La crisis existencial que vive durante la adolescencia la llevaría a una convicción que fue el motor de su vida entera: “la certeza de que cualquier ser humano, aun cuando sus facultades naturales fuesen casi nulas, podía entrar en ese reino de verdad reservado al genio, a condición tan sólo de desear la verdad y hacer un continuo esfuerzo de atención por alcanzarla”1. Con este punto de partida, y tras tres encuentros significativos con el cristianismo, Simone Weil llegó a descubrir la Verdad que es Cristo. El primer encuentro con el cristianismo fue muy particular y la llevó a ver el cristianismo como la “religión de los esclavos”, debido a lo que había padecido en su reciente experiencia en la fábrica. Sin embargo, en Asís, durante la primavera de 1937, viviría algo completamente distinto. Estas son sus palabras relatándolo: “Allí, sola en la pequeña capilla románica del siglo XII, Santa Maria degli Angeli, incomparable maravilla de pureza, donde tan a menudo rezó san Francisco, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a ponerme de rodillas”2. Y un año después se encontraría no ya con el cristianismo, sino con el mismo Cristo. Fue en la abadía de Solesmes, durante la Semana Santa de 1938. Pasaba allí, con su madre, unos días, y vivió esta experiencia: “Cristo mismo descendió y me tomó” –escribe-, y su presencia era la de “un amor similar al que se lee en la sonrisa de un rostro amado”3.
Para nuestro mundo resulta irónico que la anarquista, la sindicalista militante, pero también la pensadora rigurosa que fue Simone Weil, que se negaba, por probidad intelectual, a entrar en cuestiones de dogmas o a leer a los místicos, acabe plegándose a la Verdad. Pero la misma probidad intelectual la volcaría siempre en la realidad, y precisamente en esta apertura a lo real fue donde se encontró con la dimensión sobrenatural, como algo que forma parte de la realidad misma. Estaba convencida de que lo sobrenatural está presente de manera secreta en todas partes. Aunque no dejaba de ser consciente de que los seres humanos escapamos de lo sobrenatural, porque nos incomoda, y tenemos que hacer un esfuerzo continuo para no huir de esta realidad; en dicho esfuerzo, además, nos va la vida entera… Por eso, para Simone Weil, el único hecho verdaderamente sobrenatural es la santidad; y se refiere así a la necesidad de una santidad nueva para el mundo de hoy. Esta santidad tiene mucho que ver con una suerte de vía negativa para llegar a Dios, que pasa por la humildad y por la espera atenta, aunque no deja de estar impregnada de un deseo profundo. El pasaje del Evangelio en el que el siervo espera el retorno de su señor, ignorando cuándo llegará, lo plasma claramente. Humildad, pues, y espera; pero sabiendo que, al mismo tiempo, Dios llama a nuestra puerta, como está escrito en el libro del Apocalipsis (Ap 3, 20) o expresa este verso del himno Dies Irae: Quaerens me sedisti lassus, que tanto le gustaba a Simone Weil. Ella entiende que Dios, que es el Bien y el Amor, mendiga nuestro amor.
Pero Simone Weil no quiso bautizarse. Prefirió permanecer en el umbral de la Iglesia en actitud atenta (hypoménein, en griego), acompañando así a los más desfavorecidos, para los que siempre tendría una mirada especialísima. Al final de su vida escribía a sus padres preguntándose si no sería ella uno de esos fous (personajes locos) de Shakespeare o incluso uno de los bufones que pintaba Velázquez, a quienes nadie solía tener en cuenta… O hasta si no sería como un tonto de pueblo, de quien estaba convencida, por la pureza de su mirada y por su inocencia, que se hallaba más cerca de Platón de lo que nunca llegó a estar el mismo Aristóteles… Poco antes, en aquel verano del 43 en que le sobrevino la muerte –el 24 de agosto-, también decía a sus padres que tenía la certeza de que llevaba consigo una carga de “oro puro”, y que debía transmitirla a otros, pero se preguntaba con mucha inquietud si habría alguien para recibirla…
NOTAS: 1 WEIL, Simone: A la espera de Dios. Madrid, Trotta, 1993, pp. 38-39.; 2 Ibid., pp. 40-41.; 3 Ibid., p. 39.
Carmen Herrando
Me interesa escuchar las demas ponencias. Me parecio hermoso e interesante! En que enlace puedo encontrarlo?
Me gustaria conocer y escuchar las demas ponencias. Gracias