SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD: EL ESCÁNDALO DE LA FE

Eclesiástico 24,1-2.8-12; Efesios 1,3-6.15-18; Juan 1,1-18

HALBLA LA PALABRA: La Palabra se hizo carne

La Navidad jamás debería dejar de sorprendernos, como jamás dejará de atraer y cambiar a hombres y mujeres de cualquier tiempo y lugar.

  • Aparece ya en el Antiguo Testamento, entre otros testimonios en el texto del libro del Eclesiástico, que el Espíritu Santo habría inspirado en los autores sagrados la personificación de la sabiduría de Dios, no como algo sino como “Alguien” que se reconoce a si mismo junto al Padre y que es enviado a establecerse en medio de su Pueblo.
  • Agradece el salmo 147 la novedad de esta empeño de Dios por su pueblo, que “envía su mensaje a la tierra”, pues “con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer su mensaje”, al hacerle participe de su sabiduría, que culminará en el misterio de la Encarnación del Verbo.
  • Conocemos, a través de la carta de san Pablo a los Efesios, el doble regalo de este misterio:
  • Como por un lado, Dios nos ha destinado a ser, en Cristo, sus hijos, haciéndonos “santos e irreprochables ante él por el amor”.
  • Y como por otro, esta dispuesto, si humilde y libremente se lo pedimos, a darnos “su espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo”, y “a iluminar los ojos de nuestro corazón”, para que comprendamos cual es “la esperanza a la que nos llama”.
  • Y lo reconocemos, por el Evangelio de San Juan, como “Palabra eterna del Padre, que estaba junto a Dios, que era Dios”, y que “por medio de la cual se hizo todo”, que “se hizo carne, y acampó entre nosotros”.

HABLA EL CORZÓN: Enternecidos y estremecidos

Los mayoría de los cristianos vivimos la Navidad enternecidos ante el misterio del Dios hecho hombre. Algunos aún no han tenido la suerte de hacerlo, confundidos con tantas luces comerciales. Y algunos viven estremecidos porque para ellos celebrar la Navidad es un peligro. Y es que en la Navidad está la piedra angular de nuestra fe, la que escandalizo al mundo de aquel tiempo, y la que escandaliza hoy al mundo en el que vivimos:

  • Escandaliza hoy a quienes, desde el ateísmo beligerante o desde el seguidismo acrítico al pensamiento único dominante, consideran que creer en Cristo es algo contraproducente, porque promueve una conciencia social que limita la autonomía moral basada en el interés personal, y porque propicia una fraternidad incontrolada por los poderosos así como el peligrosísimo perdón y amor a los enemigos.
  • Y escandaliza también a los terroristas islámicos. No a los auténticos seguidores de Mahoma, a quienes Dios ama infinitamente como a nosotros, para quienes la única “guerra santa” que existe es la lucha en el interior del creyente, entre el bien y el mal que habitan en él. Y buscan la convivencia con creyentes de otras religiones y con no creyentes, en una sociedad plural basada en el respeto mutuo. Pero si para los extremistas, que han hecho del Islam una ideología intolerante de sumisión y terror.

HABLA LA VIDA: Perseguidos en Navidad

Por eso, mientras nosotros celebramos pacíficamente la Navidad, millones de hermanos nuestros en Cristo sufren persecución, hoy sobre todo víctimas de este fanatismo islámico, que ciertamente no es obra de Dios. Tengamos presentes a quienes sufren por creer que Dios se ha hecho uno de nosotros, y no escandalizarse de su amor.

Como el joven Jhon Aba, de Nigeria, que nos cuenta lo que le ocurrió un segundo domingo de Navidad: “estábamos arrodillados. El sacerdote estaba a punto de comulgar, cuando oímos como un coche derribaba el muro exterior del templo. A continuación se produjo la explosión y perdí el conocimiento”. Muchos cristianos murieron en ese atentado. John perdió completamente la vista. Y cuenta: “Pero nunca deje de confiar en Dios. Dos meses y diez días después, tras varias operaciones, comencé a ver algo con un ojo. Cuando oyen mi historia dicen: sí, Dios existe”.

O como Martín, joven seminarista iraquí, que aún teniendo visado para ir con familiares suyos a California, se prepara en el Seminario de Erbil, para un día poder volver a su ciudad natal, Karamiesch, para hacer renacer la comunidad cristiana aniquilada, afligida y deportada.

Ciertamente, “La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y el mundo no la conoció. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios”.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid