Autor: Michele Zanzucchi
Título: Poder y dinero. La justicia social según Bergoglio
Editorial: Ciudad Nueva
Comenzamos la cuaresma y ya va a resonar en su primer domingo la promesa de Jesús: “Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto” (Mt. 4, 1-11). Una promesa que para muchos de nosotros, con mayor o menor fe, nos podría hacer creer que no va con nosotros (¿adorar?), que sin duda así será “cuando lleguen los aprietos”, o aún peor, que “eso ya lo hago”. En todo caso cada una de estas tres respuestas se dará de bruces con la realidad cuando recordemos otra sentencia del Maestro: “No podéis servir a dos señores, a Dios y al dinero” (Mt. 6, 24). Y el realismo de la probabilidad de caer en este error en nuestras vidas no sólo pone en juego la dignidad y la felicidad de cada persona, sino el bien común de las sociedades, la veracidad de las culturas, y el presente y el futuro de los pueblos.
Del reconocido y prestigioso escritor y periodista italiano Michele Zanzuuchi nos llega un libro necesario: “Poder y dinero. La justicia social según Bergoglio”. Y digo necesario porque en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia aún no se recoge la fabulosa aportación del Papa Francisco a este magisterio pontificio, el más significativo y novedoso del era contemporánea. Y prueba de que este libro lo explica con rigor y claridad (especialmente con respecto a la economía) es que el mismo Papa Francisco ha escrito el prologo en el que además de explicar que su aportación prolonga lo que el Compendio recoge de sus sucesores, confiesa el fundamento de su propuesta social: “Primeramente como simple cristiano, luego como religioso y sacerdote y por último como papa, opino que las cuestiones sociales y económicas no pueden ser ajenas al mensaje del Evangelio. Por eso, siguiendo los pasos de mis predecesores, trato de ponerme a la escucha de los actores presentes en la escena mundial, desde los trabajadores a los empresarios y a los políticos, dando voz especialmente a los pobres, los descartados y los que sufren”.
En este libro encontramos entre otras muchas cosas la descripción bergogliana de la cultura del descarte (“grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”), y del derrame (algunos “suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo (…), confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”), de las estructuras de pecado, las nuevas formas de pobreza, la ideología capitalista, la dignidad del trabajo, la corrupción, la propiedad privada, los empresarios y los trabajadores, los especuladores y los mercenarios, la tecnocracia, la meritocracia, el comercio de las armas y la idolatría del dinero (“Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro -cf. Ex 32,1-35- ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”), la economía que mata (“Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”) y la necesidad de corregir el sistema (“Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado”).
Pero el libro termina recogiendo la esperanza del Papa Bergoglio puesta en la solidaridad (es decir, la restitución) y la comunión, un nuevo estilo de vida, el respeto a la creación, la cultura del encuentro, la familia y la fuerza de los pobres.