Título: El desafío Francisco. Del neo-conservadurismo al «hospital de campaña».
Autor: Massimo Borguesi
Editorial Encuentro
NOTA DE LA EDITORIAL:
Cuando Jorge Mario Bergoglio se convierte en el papa Francisco en 2013, el legado eclesial al que se enfrenta no es solo el de los escándalos del clero y la corrupción de la moral. También es un legado ideológico consolidado en el mundo católico tras la caída del comunismo. Se trata del modelo «americano», fundado en la unión entre las batallas éticas contra la secularización (cultural wars) y la identificación del catolicismo con el espíritu americano y el capitalismo. El mundo católico, que previamente había quedado fascinado por el marxismo, se encuentra, a partir de los años ochenta, con un modelo político y eclesial liberal-conservador elaborado por algunos destacados intelectuales norteamericanos a partir de una relectura, fuertemente deformada, de la Centesimus annus de Juan Pablo II. Una tendencia que, tras el 11 de septiembre de 2001, acaba transformándose finalmente en un teopopulismo contemporáneo. La llegada del papa latinoamericano provoca la crisis de esta perspectiva y la consiguiente reacción. Borghesi analiza el drama interno que hoy desgarra a la Iglesia, —que transita entre el neoconservadurismo y el «hospital de campaña»—, sus orígenes y sus protagonistas, y el riesgo de que pueda conducir a un «cisma» internacional.
REFERENCIA EN MI LIBRO «¿HA FRACASADO LA NUEVA EVANGELIZACIÓN?»:
Ya contamos en esta reflexión, al explicar el fenómeno de la apostasía silenciosa en los países occidentales democráticos y libertad económica, como cuando en junio de 1991 San Juan Pablo II realizó su cuarta visita pastoral a Polonia, provocó un cierto malestar en gran parte de su pueblo. Éste esperaba poder celebrar su añorado paso a la libertad que gozaba Occidente, pero el Papa precisamente centró sus mensajes en los nuevos peligros de sociedad capitalista. Pero es que incluso en los años más difíciles de su vida, como sacerdote y como obispo en un país comunista, Karol Wojtyla tuvo siempre muy claro que la respuesta a la falta de libertades no se debía dar principalmente en el campo de la controversia política, sino en el de esa “lucha por el alma de este mundo”.
Y la lucha por el alma de este mundo no se realizaba sólo ante el beligerante ateísmo bolchevique, sino ante el sibilino ateísmo del individualismo capitalista. Tan claro lo tenía que en todo su magisterio social fue contundente contra la mentalidad que traía y propiciaba el neoliberalismo, por mucho que uno de los biógrafos del Papa polaco, George Weigel, se haya empeñado en difundir lo contrario precisamente desde Estados Unidos.Como explica Massimo Borghesi, precisamente es Weigel, junto a Michael Novak y Richard Jhon Neuhaus, quienes han propiciado desde Estados Unidos la propuesta de una contradictoria ofensiva a la Doctrina Social de la Iglesia desde dentro de la Iglesia, con la que pretenden que ésta renuncie al principio básico de su doctrina social, el de que no sólo es posible, sino necesario, iluminar el pensamiento político y económico desde el Evangelio. Para Novak, “una economía política basada enteramente en el amor y la justicia hay que buscarla más allá de la historia humana”, mientras un “cristianismo realista” debe llevar a que la acción del cristiano en el mundo debe permanecer circunscrita en el recito eclesial. Novak propone como “realismo” la más quimera de las ilusiones contemporáneas, la de la “mano invisible” de Adam Smith, que, a través del libre juego entre la oferta y la demanda, sin ningún tipo de correctivo keynesiano, es capaz de llevar a buen término el bienestar económico de los pueblos, y que considera las graves desigualdades sociales y atropellos a los derechos humanos en el terreno laboral y económico como efectos colaterales insalvables.
En España, el actual eurodiputado de Vox Herman Terstech, cuando ejercía el periodismo, participó en un foro con jóvenes periodistas católicos en la Fundación Crónica Blanca, que desde su propuesta de evangelizar la opinión pública, no daban crédito de lo que les dijo sin rubor alguno: que no debería haber ningún tipo de ayudas al desarrollo para el Tercer Mundo, ni gubernamentales ni de la iniciativa social, pues estás infieren en el natural devenir de la economía del mercado, sólo gobernada por su idolatrada mano invisible.Para Novak la misma expresión de San Juan Pablo II de “estructura de pecado” no puede ser admitida en la doctrina cristiana, porque “la lógica de la actividad económica se encuentra en un plano diferente del de la lógica de las motivaciones”. Su propuesta supone abandonar los cuatro principios de la Doctrina Social de la Iglesia: tanto la solidaridad, como la subsidiaridad, como el bien común o la primacía de la dignidad humana estorban a la “mano invisible”, porque las fluctuaciones de un mercado, sin correctivos políticos y sociales, no sólo hacen intrínsicamente variables los valores bursátiles, sino también los valores morales.Por eso San Juan Pablo II reivindicaba ante la intransigencia del mercado la necesidad de reconocer la hipoteca social a la que están supeditados nuestros bienes y nuestras propiedades.
Dirigiéndose en Puebla a los obispos latinoamericanos en 1979 les hablo de “la constante preocupación de la Iglesia por la delicada cuestión de la propiedad”, remitiéndose a los escritos de los Padres de la Iglesia a través del primer milenio del cristianismo, como San Ambrosio, y a la doctrina vigorosa de Santo Tomás de Aquino. Y añadió: “En nuestros tiempos, la Iglesia ha hecho apelación a los mismos principios en documentos de tan largo alcance como son las Encíclicas sociales de los últimos Papas. Con una fuerza y profundidad particular, habló de este tema el Papa Pablo VI en su Encíclica Populorum progressio (nº 23-24) y Mater et Magistra (nº 106). Esta voz de la Iglesia, eco de la voz de la conciencia humana que no cesó de resonar a través de los siglos en medio de los más variados sistemas y condiciones socioculturales, merece y necesita ser escuchada también en nuestra época, cuando la riqueza creciente de unos pocos sigue paralela a la creciente miseria de las masas. Es entonces cuando adquiere carácter urgente la enseñanza de la Iglesia, según la cual sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social”.Y por eso mismo a los adalides del neoliberalismo económico no les hizo mucha gracia una encíclica como fue la Laoberm exercens de 1981 de San Juan Pablo II, que reconocía el principio de la prioridad del trabajo sobre el capital y el guiño a las tesis keynesianas de la importancia de las prestaciones sociales correctoras del mercado.