Título: La familia, iglesia doméstica. Una propuesta pastoral.
Autor: Cardenal Carlos Osoro Sierra.
Editorial: PPC
Dos sínodos de la familia y una exhortación apostólica postsinodal (Amoris Laettia), marcan la impronta pastoral del Papa Francisco sobre la familia, en clave de renovación, o digámoslo sin ambages, de conversión pastoral. La conversión de una Iglesia que no quiere cuidar sólo de la familia “sin problemas” (que en realidad no existe), la mal llamada familia católica de toda la vida. Sino que quiere cuidar de todas las familias, con todos sus dificultades y problemas (que si son de la familia no son sólo abrazadas por la pastoral social, sino antes, por la pastoral familiar), acompañadas por la Iglesia en su proceso existencial, y no estereotipadas y menos juzgadas por ella.
Veintidós años de obispo, de los cuales los últimos cinco como pastor de una porción compleja y cosmopolita de la Iglesia, como es la que peregrina en Madrid, el Cardenal Carlos Osoro, como el Papa Francisco, tiene claro que la atención pastoral prioritaria y transversal de todas las demás atenciones es la pastoral de la familia, y también como el Papa Francisco, de todas las familias. Y expresión no sólo de esta atención pastoral prioritaria, sino de la conversión pastoral que surge del desafío de la familia a la Iglesia, es este libro, que sintetiza anhelos, urgencias, inquietudes, ideas, sueños y propuestas de un pastor que, a imagen del Buen Pastor, quiere acoger, integrar, abrazar y acompañar a las familias. Y que nos ofrece la letra y la música de una pastoral familiar proactiva, no reactiva, no socialmente recriminantoria, sino socialmente propositiva.
Empieza con un primer capítulo sobre la familia cristiana, iglesia doméstica, consciente de haber recibido la misión de Jesús, una familia donde desarrollarse el discipulado de Jesús y el envío de Jesús a transformar el mundo. En el segundo mira a la Iglesia entera atravesada por las familias, que la ayudan a ser Iglesia de Cristo, es decir, Iglesia abierta a toda la familia humana, Iglesia llamada a hacer del mundo la gran familia de Dios. En el tercer capítulo se nos descubre como entonces la esperanza del mundo, de un mundo que aún es posible, está en la mirada de Dios sobre la familia. En el cuarto capítulo se nos muestra el misterio humano-divino de la familia, llamada a ser luz, hogar, regalo, escuela de comunión, y escuela de amor. En el quinto y último capítulo el arzobispo de Madrid nos ofrece la mejor fotografía de la familia, la de las bienaventuranzas de la familia en los tiempos en los que nos ha tocado vivir. En definitiva, todo el libro es un canto a la familia, no a la familia perfecta, pero si al secreto que toda familia guarda en su interior, una fuente de perdón y de comunión, un embrión de la fraternidad universal. Cada uno de estos capítulos esta dividido por una larga lista de epígrafes sugerentes con claves de comprensión diferentes y complementarias, y al final de cada una de estas secciones hay un pequeño cuestionario para la reflexión personal y/o comunitaria. También el autor “habla” en el libro a través de sus dibujos, porque don Carlos, cuando evangeliza, a veces une a sus gestos y palabras las partituras y las ilustraciones, con las que recrea el ardor misionero de su corazón de apóstol de Jesucristo.
Sirva de síntesis de este canto a la familia que se entona desde la primera a la última página de este libro esta consideración sobre la familia, escuela de amor: “Cuando al ser humano le faltan cauces para vivir esta realidad del arraigo afectivo, queda indefenso a merced de situaciones que, a la larga, producen heridas tremendas para si mismo y para los demás. En este sentido la familia cristiana está llamada a ser el primer testigo de lo que es el arraigo afectivo que toda persona necesita para crecer y desarrollarse como tal. La familia cristiana tiene que ser un argumento vivo, en medio de esta cultura, de que es posible el amor verdadero, el amor fiel entre un hombre y una mujer, generoso y no egoísta, fecundo, visible, palpable y operante, y que se manifiesta en los hijos”.