Permítanme que les cuente un cuento navideño de gran valor catequético titulado «El otro Rey Mago», escrito en 1896 por Henry Van Dyke, que fue llevado a la pantalla en 1985 en un film protagonizado por Martin Sheen.
- Se cuenta que había un cuarto Rey Mago, llamado Artabán, que también vio brillar la estrella sobre Belén y decidió seguirla. Como regalo pensaba ofrecerle al Niño un cofre lleno de perlas preciosas. Sin embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personas que iban solicitando de su ayuda.
- Este Rey Mago las atendía con alegría y diligencia, e iba dejándoles una perla a cada uno. Encontró muchos pobres, enfermos, y miserables y no podía dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos para aliviarles sus penas y luego procedía su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro desvalido.
- Sucedió que cuando por fin llegó a Belén, ya no estaban los otros Magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. El Rey Mago siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes lo guiaba.
- Estuvo más de treinta años recorriendo la tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados. Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que la multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre hombre. Mirándolo, pudo ver en sus ojos el brillo de la estrella. ¡Aquel miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que por tanto tiempo había buscado!
- Aunque aún guardaba una perla en su bolsa, ya era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz. Había fallado en su misión. Y sin tener a dónde más ir, se quedó en Jerusalén para esperar que llegara su muerte.
- Apenas habían pasado tres días cuando una luz aún más brillante que la de la estrella, llenó su habitación. ¡Era el Resucitado que venía a su encuentro!
- El Rey Mago, cayendo de rodillas ante Él, tomó la perla que le quedaba y extendió su mano mientras hacía una reverencia. Jesús le dijo:
- “Tú no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres que atendiste en tu camino.