VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo C: EL CLAMOR DEL CIELO

Amós 6,1ª.4-7; Timoteo 6,11-16; Lucas 16, 19-31

HABLA LA PALABRA: Justicia y misericordia

La palabra de Dios es una vez si y otra también un clamor. Es el clamor del cielo, porque de la tierra sube hasta el cielo como clamor de los hombres, y del cielo baja a la tierra como clamor de Dios. En las lecturas que acabamos de oír:

  • El profeta Amos denuncia la indolencia del frívolo: Ya en el Antiguo Testamento aparece claro que Dios bendice lo que hoy denominamos “bienestar”, pero maldice la combinación entre tres tentaciones que se retroalimentan mutuamente: el lujo que es siempre injusto, la frivolidad que deshumaniza, la indolencia que desprecia al que pasa necesidad.
  • El Salmo 145 nos revela que donde no llega la justicia humana si llega la divina: a la postre, Dios siempre: “Hace justicia a los oprimidos”: sobre todo en el juicio final. Como decía un converso del marxismo al cristianismo, la única revolución social que promete justicia a los maltratados de la historia es Cristo. “Da pan a los hambrientos”: asiste al que se desvanece con el concurso de los hombres justos, y sacia eternamente al desvalido. “Liberta a los cautivos”: devuelve la dignidad que el pobre cree haber perdido.
  • San Pablo en su primera carta a Timoteo: Describe al justo revestido de las virtudes propias del cristiano, al hombre de Dios que práctica la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Que, en definitiva, “combate el buen combate de la fe”, y así, “conquista la vida eterna”. Resulta significativo que para san Pablo este combate por vivir la virtud responde a un firme compromiso: el de la noble profesión de la fe, que no es sólo un asentimiento de verdades reveladas, sino un solemne juramento a Dios: el que en nuestro nombre dieron nuestros padres en el bautismo, y que luego nosotros confirmamos al recibir al Espíritu Santo.
  • Y Jesús en el Evangelio, a través de su parábola más tremenda, la del rico Epulón y el pobre Lázaro, deja bien claro por donde van los tiros de la justicia divina, de tal suerte que entendemos perfectamente porque la justicia de Dios no se contradice con su misericordia: Dios no sería misericordioso con el débil sino es justo con el fuerte.

HABLA EL CORAZÓN: La tentación más peligrosa

Esta parábola denuncia tres actitudes vitales que hieren el corazón de Dios, actitudes que en la moral práctica enseñada y aplicada por no pocos católicos supone un escándalo de laxitud moral insostenible:

  • La ruptura social: dividir a la sociedad en clases escalonadas, como criterio para las relaciones sociales: gente bien, buena familia / chusma, populacho, etc… Hay católicos para quienes estas distinciones condicionan sus principales aspiraciones, criterios y relaciones. Y jamás se confiesan del más dañino pecado en el que están instalados: el creerse mejores que los pobres.
  • El desprecio social: mucho más extendido y admitido culturalmente que el racismo y la xenofobia, con quienes comparte el mismo error de percepción y la mismas consecuencias en el orden personal, cultural, político, y económico.
  • La frivolidad social: no sólo de quienes la ejercen como estilo de vida, sino de todo un sistema social comúnmente aceptado que los expone y los envidia.

Languidecer ante estos pecados es la tentación que más deberíamos temer, porque los demás pecados muestran antes la perdición ya en esta vida, pero este deslumbra hasta tal punto que cuando muestra su radical infelicidad puede ser, como para el rico Epulón, demasiado tarde.

HABLA LA VIDA: Subversiva eucaristía

San Francisco de Asís no escandalizó a sus padres y a sus vecinos tanto por repartir las telas del negocio familiar entre los pobres, como por mostrarles, al desnudarse delante de ellos, la esclavitud y la tristeza que ellos tenían ante la libertad y la alegría que él había conquistado viendo en Dios su única riqueza.

Y Pedro Casaldáliga (en la foto), misionero claretiano, poeta, obispo, pasó toda su vida en Brasil, cuando celebra la eucaristía, como tantos sacerdotes, llevó en su manos junto al pan y el vino la vida de los más pobres, por quienes dio su vida, defendiendo su dignidad y compartiendo su pobreza, siempre amenazado por los más poderosos. En una de sus oraciones lo explicó prodigiosamente: “Llamados por la luz de Tu memoria, marchamos hacia el Reino haciendo Historia, fraterna y subversiva Eucaristía”.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.