La fiesta de la Sagrada Familia nos lleva al menos a dos invitaciones:
- 1º/ DEFENDER LA FAMILIA: Porque:
- Se da una paulatina infravaloración de la familia por parte de la cultura dominante y de las legislaciones:
- Se educa a las nuevas generaciones banalizando la afectividad y ridiculizando el valor del compromiso para siempre;
- Se infravalora la maternidad, hasta el punto de mofarse de ella;
- Se relativiza hasta el extremo la fidelidad matrimonial,
- Se pierde el valor de la vida, sobre todo de la vida del más frágil de la familia, el infante en gestación.
- Se considera la vivienda y la manutención familiar como bienes de consumo, y no como derechos humanos fundamentales.
- Se dificulta el reagrupamiento familiar de los emigrantes y no se atiende el valor de la familia en las normas laborales.
- 2º/ VIVIR Y CUSTODIAR LA UNIDAD FAMILIAR:
- Los valores de la Familia, de los que hablaba San Pablo, sólo pueden ser vividos desde el amor trinitario que se humaniza por el misterio del Dios hecho hombre en la Familia de Nazaret.
- Sólo en la familia somos queridos de verdad por lo que somos, y para aquellos para los que esto no sea así, por el pecado de los hombres, no hay ni un solo hijo de Dios que no tenga derecho a ser acogido como un hijo en la gran familia de la Iglesia.
Este testimonio, de un “hijo” y “padre” anónimo, puede glosar esta verdad que debería conmover nuestro corazón:
- Con tan solo 2 años fui acogido en un orfanato. Mi familia no pudo hacerse cargo ni de mí, ni de mi hermana, así que, tratando de cubrir nuestras necesidades básicas, crecimos allí.
- Nunca nos faltó nada que llevarnos a la boca, ni una ropa limpia que ponernos, ni unos zapatos nuevos que calzarnos, pero eso no era todo, quizás siempre añoramos el calor de un hogar. Aunque mis padres vivían y de vez en cuando íbamos a visitarlos, nos faltaba ese cariño que desprende una familia.
- Seguí mi camino. Con pisadas fuertes, traté de sobrevivir a las adversidades que la vida me presentaba. Dibujé lágrimas cuando otros niños eran abrazados por sus padres, agaché la cabeza, tantas veces, como maldije mi vida, aprendí de la calle, sus mil y una enseñanzas y con los cientos de niños que me rodeaban, comprendí que no estaba solo. Han pasado 33 años y ya ven, sigo en pie tratando de rellenar los huequecitos de mi alma que quedaron vacíos.
- Me casé. Y hemos acogido en casa una preciosa niña, a la que le abrimos nuestra puerta y nuestro corazón. Actualmente me he convertido en ese padre de acogida que nunca tuve y esa niña afortunadamente nunca será el niño que yo fui, ya que aquí siempre tendrá con nosotros una familia y un hogar.
Por todo ello, se impone en esta día de la Sagrada Familia una oración:
- Señor: que ningún hijo tuyo, ningún amado hijo tuyo, aún en la peor de las adversidades, deje de tener la gracia de una familia, donde ser amado plenamente. Y que la familia cristiana, cada familia cristiana, y la familia de todas las familias cristianas, la Iglesia, sea casa, hogar y familia para todos los hombres.