En el cuaderno nº 8 de los nuevos recursos para la catequesis de adolescentes y jóvenes de la Archidiócesis de Madrid («Jesús: ¿dónde vives? Venid y veréis»),
bajo el titulo «Los amó hasta el extremo», abordamos en las secciones Aprendemos de la 3º parte yMeditamos de la 2ª parte
el grito del abandono de Jesús, una de sus 7 palabras en la Cruz:
Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?
- Más que una frase del salmo 22 que dice Jesús, es una frase de Jesús que dice el salmo 22. Un abandono real para la humanidad de Jesús, porque Dios la deja en su estado sin intervenir. Abandono irreal para su divinidad, porque Jesús, siendo Dios, es Uno con el Padre y con el Espíritu Santo.
- “Midiendo todo el mal de volver la espalda a Dios contenido en el pecado, Cristo, mediante la profundidad divina de la unión filial con el Padre, percibe de un modo humanamente inexplicable este sufrimiento que es la separación, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios” (Juan Pablo II. Salvifici Doloris, 18) .
- “Y es entonces en este dolor-amor de la pasión, de la soledad de Jesús, de su dolor físico pero sobre todo de su dolor espiritual, en la experiencia de sentirse completamente abandonado, y clavado en la cruz, como Dios ha vencido todo el mal: sólo el ha podido llenar todo vacío, iluminar toda tiniebla, borrar todo pecado, y acompañar toda soledad. También todos mis vacíos, mis oscuridades, mis pecados, y mi soledad.
- Porque, como explica San Ireneo, tuvo que «hacer suyo» todo eso para salvarlo, tuvo que asumirlo, que sufrirlo, que experimentarlo, tuvo que bajar a los infiernos para rescatarnos del infierno.
Dice San Pablo que “nada puede separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (Romanos 8, 35). ¿Tampoco el dolor, el pecado, la duda, la muerte? Si alguna vez piensas que Dios te abandona, mira a Jesús en la cruz y escucha su clamor…
Él resultaba ser
Él resultaba ser: para el mudo, la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el hambriento, la saciedad; para el iluso, la realidad; para el traicionado, la fidelidad; para el fracasado, la victoria; para el miedoso, la valentía; para el vacilante, la seguridad; para el extraño, la normalidad; para el solo, el encuentro; para el separado, la unidad; para el inútil, lo único que es útil. El descartado se sentía elegido. Jesús Abandonado era para el inquieto, la paz; para el refugiado la casa; para el excluido, la compañía.
Para que tuviéramos la luz
«Sería como para morirse si no pudiéramos dirigir nuestra mirada a ti,
que conviertes, como por encanto, toda amargura en dulzura;
a ti, sobre la cruz, en tu grito, en la más alta suspensión, en la inactividad absoluta,
en la muerte viva, cuando hecho frío, arrojaste todo fuego sobre la tierra y,
hecho inmovilidad infinita, arrojaste tu vida infinita sobre nosotros,
que ahora la vivimos con embriaguez.
Nos basta vernos semejantes a tí, al menos un poco,
y unir nuestro dolor al tuyo y ofrecerlo al Padre.
Para que tuviéramos la luz, se nubló tu vista.
Para que tuviéramos la unión, probaste la separación del Padre.
Para que poseyéramos la sabiduría, te hiciste «ignorancia».
Para que nos revistiéramos de inocencia, te hiciste «pecado».
Para que esperáramos, sentiste la desesperación.
Para que Dios estuviera en nosotros, lo experimentaste alejado de ti
Chiara Lubich