- Si el Profeta Jeremías se queja de los pastores del Pueblo de Dios que no lo cuidan con amor, y el Salmo 22 nos señala la ternura de Dios como Pastor supremo, San Pablo en la Carta a los Efesios nos presenta a Cristo, el Hijo amado de Dios, como el Buen Pastor que nos une en un solo pueblo, nos libera de las leyes opresoras, y nos trae la Paz.
- Pero es sobre todo el Evangelio el que nos muestra a Cristo que despliega la ternura del amor infinito de Dios, que llora por su pueblo, al tiempo que reúne a sus discípulos para con ellos descansar, es decir, disfrutar de la comunión de él con ellos y de ellos con él: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco» (Mc 6, 31). En otra ocasión, el Evangelio también nos recuerda otras palabras entrañables de Jesús: “Venid a mi todos los cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt. 11, 28).
- Porque no sólo los discípulos de Cristo disfrutamos descansando en el Señor, como Juan reclinando su cabeza en el pecho del Maestro, sino que Cristo disfruta y descansa con nosotros, cuando estamos unidos en su nombre: “donde dos o tres estén unidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos” (Mt. 18, 20).
- Jesús bendice el descanso: “Jesús y sus discípulos, cansados por su incesante actividad en medio de la gente, sentían de vez en cuando la necesidad de un momento de calma”.
- El descanso es un derecho personal y social: “En la sociedad actual, a menudo frenética y competitiva, en la que predomina la lógica de la producción y del lucro, a veces en perjuicio de la persona, es más necesario aún que cada uno pueda disfrutar de adecuados períodos de descanso, a fin de recuperar las energías y al mismo tiempo recobrar el justo equilibrio interior”.
- Hay que saber aprovechar bien el descanso: “Es necesario utilizar sabiamente las vacaciones para que beneficien a la persona y a la familia, gracias al contacto con la naturaleza, a la tranquilidad, a la oportunidad de cultivar más la armonía familiar, a las buenas lecturas y a las sanas actividades recreativas; y sobre todo gracias a la posibilidad de dedicar más tiempo a la oración, a la contemplación y a la escucha de Dios”.
Pero recordemos, sobre todo, habiendo visto la ternura de Cristo en el Evangelio de hoy, el “Evangelio de la ternura de Dios”. Recurrimos para ello a tres maravillosas ideas del Papa Francisco:
- La ternura de Dios nos lo muestra no sólo como Padre sino también como Madre: “Es tanta la cercanía que Dios que se presenta aquí como una mamá, como una mamá que dialoga con su niño: una mamá, cuando canta la canción de cuna y toma la voz del niño y se hace pequeña como el hijito y habla con el tono del niño hasta el punto de parecer ridículo, si uno no entiende qué cosa grande hay ahí.
- La ternura de Dios es la gracia de Dios: “Dios nos ama gratuitamente como una mamá a su niño. Ésta es la gracia de Dios. Pero nosotros, tantas veces, para estar seguros, queremos controlar la gracia.
- “Tenemos la tentación de cosificar la gracia, hacerla como una mercancía o una cosa controlable, tal vez diciéndonos a nosotros mismos: Pero, yo tengo tanta gracia; o tengo el alma limpia, estoy en gracia. No, yo hago esto porque esto me dará 300 días de gracia. Yo hago aquello porque me dará esto, y así acumulo gracia. Pero ¿qué cosa es la gracia? ¿una mercadería? (…) La gracia de Dios es otra cosa: es cercanía, es ternura. Esta regla sirve siempre. Si tú en tu relación con el Señor no sientes que Él te ama con ternura, aún te falta algo, aún no has comprendido qué cosa es la gracia, aún no has recibido la gracia que es esta cercanía”. Acojamos pues la gracia de Dios como lo que es, pura ternura, y hagamos que nuestro descanso sea, sobre todo, ocasión para vivir esta acogida.