- La misión del profeta esta clara en Ezequiel, y se repite a lo largo de toda la historia de la Salvación: “te hagan o no te hagan caso, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”. El profeta no es un vendedor, ni un embaucador, sino un testigo. En esta sociedad del éxito el profeta por tanto es un loco, un fracasado. Desde la fe el profeta además de auténtico y valiente, es un servidor fiel, que podrá decir a su Dios: “siervo inútil soy, he hecho lo que tenía que hacer”.
- El profeta sólo pone su confianza en Dios. Todo lo demás, y todos los demás, le pueden fallar, pero Dios no falla nunca. El profeta, como reza el salmo 122, tiene sus ojos puestos en su Señor, y por eso puede soportar “el sarcasmo de los satisfechos y el desprecio de los orgullosos”.
- Por eso el profeta sabe como Pablo, que le basta la gracia de Dios. ¡Cuántos profetas cristianos a lo largo de los siglos habrán podido exclamar con las palabras de Pablo!: “Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones, y las dificultades por Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
- Por eso, como nos relata el evangelio de Marcos, los paisanos de Jesús no dan crédito. Se hicieron con el Hijo de Dios lo mismo que con todos los profetas antes de Jesús y después de Jesús, las preguntas de rigor de quienes no quieren oír la verdad, y que se resumen a la postre en una: ¿Y éste quién se ha creído que es?
- Sacerdotes porque todos somos “puente” entre Dios y los hombres a través de la oración por los demás y del amor al prójimo;
- Profetas porque todos estamos llamados a dar testimonio de Cristo de palabra y de obra, así como a transformar y mejorar este mundo en camino hacía el Reino de Dios, Reino de justicia, de amor y de paz.
- Y Reyes, porque el único título de un cristiano es el de hijo de Dios, que nos hace libres de todo vasallaje ante cualquier rey terrenal, y por tanto “reyes” por fraternidad con el “único Rey”, Cristo Jesús.
- En primer lugar, porque cuando guiada por el Espíritu Santo la Iglesia eligió a un Papa iberoamericano, nos dejo bien claro que ella se toma muy en serio la igualdad de sus hijos. Y por eso algunos no han asimilado aún el estilo personal del Papa. Ninguno de los últimos papas ha sido un papa elitista, pero a este es imposible disfrazarlo.
- En segundo lugar, el Papa Francisco no tiene pelos en la lengua: pone en cuestión todos los dogmas de la mentalidad individualista reinante, como ha ocurrido con su encíclica Laudato Si, que no gustó ni a los economicistas, que creen que tanto los problemas sociales como los medioambientales se solucionan con la barita mágica de la ley de la oferta y la demanda; ni a los ecologistas de la Nueva Era, para quienes la defensa de la naturaleza pasa por descolocar al ser humano de su misión de custodio de la creación y diluirlo entre los demás seres animados o inanimados.
- Y en tercer lugar, el Papa “profeta” Francisco es rechazado por el síndrome del hermano mayor de la Parábola del hijo prodigo, es decir, por el empeño del Papa en tender su mano a todos los alejados de la Iglesia y mostrarles el rostro de su misericordia que quiere curar sus heridas y no hurgar en ellas. En la feria del libro dos seminaristas saludaron a un famoso cantautor que les dijo: “habéis elegido lo mejor. Este Papa me lo ha hecho comprender. Me han dicho que le gustan mis canciones. Pero él no sabe que a mi no sólo me gusta lo que dice, sino que me esta cambiando la vida. No dejéis de seguir su camino”.
Manuel Mª Bru Alonso, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid