El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, hizo entrega el jueves 22 de junio de 2017 del IX Premio San Juan Pablo II de Comunicación de la Fundación Crónica Blanca a Ángeles Conde Mir, corresponsal en Roma de la agencia internacional Rome Reports y de la revista Ecclesia, y colaboradora de diversos medios de comunicación. Las intervenciones tuvieron como hilo conductor la CULTURA DEL ENCUENTRO como guía para la comunicación del evangelio. Por su interés no sólo para los periodistas sino para todos los comunicadores de la fe, como los catequistas, informamos de las intervenciones de este acto y adjuntamos testimonio sonoro y audiovisual de las mismas:
El acto estuvo presidido por el Cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, y en él intervinieron la periodista Cristina Sánchez, redactora jefe del Semanario Alfa y Omega y miembro del Patronato de la Fundación Crónica Blanca, el presidente de la Fundación Crónica Blanca, Manuel María Bru, el Cardenal Osoro, y la premiada, Ángeles Conde Mir. El acto comenzó con una muestra de los trabajos televisivos de Ángeles Conde desde el Kurdistán iraquí, el Líbano, Bélgica tras los atentados islamistas o el Vaticano.
Crónica Blanca tiene un color
En su intervención el Cardenal Carlos Osoro, tras glosar la trayectoria profesional de la premiada, dijo: “a mi me gustaría destacar algo que creo que es especialmente importante en la vida de cualquier comunicador y de cualquiera que quiera decir algo que sea crónica blanca, pues puede tener otros colores, y Crónica Blanca tiene un color, el color de la Resurrección, el color de una buena noticia, el color del triunfo, el color de la verdad, el color de la vida, el color de la reconciliación, el color del encuentro de los hombres. Y te lo mereces, ciertamente. Te lo mereces por todos tus trabajos, los actuales y los anteriores, Ángeles”.
Saber escuchar, saber ver, saber preguntar y saber decir
Para el Cardenal de Madrid, además, “un comunicador entre otras muchas cosas tiene que saber oír, escuchar, tiene que saber ver, tienes que saber preguntar, y tiene que saber decir. Pero solamente puede decir si lo anterior lo sabe hacer: si sabe oír, escuchar (…) Ya la escucha es el inicio del respeto verdadero a todo ser humano”. Y dirigiéndose a la premiada la dijo: “Tú, Ángeles, lo sabes hacer. Lo hemos visto aquí en estas imágenes que hace un momento veíamos. Sabes escuchar, ir a los lugares donde es más necesario escuchar. Pero también hay que saber ver. Se puede ver de muchas maneras. Pero nosotros los cristianos tenemos una manera de ver”. Los que rezan el Padre Nuestro ven hermanos, explicó. “No hermanos que porque son diferentes a mi yo los margino o no quiero saber nada con ellos. Eso es lo más fácil. Pero eso no lo hizo Dios. Cuando vino a este mundo, en la geografía donde Él se hizo presente, estuvo en todos los caminos por donde iban los hombres, y dialogo con todos los hombres, sin excepción. Por eso yo creo que también este premio te lo mereces porque sabes ver, y sabes ver con esta óptica del Padre Nuestro: que todos los que nos encontremos son hermanos nuestros”.
Se refirió al ciego de nacimiento del Evangelio, al que Jesús le preguntó “¿qué quieres que haga por ti”. Y la respuesta del ciego fue rápida: “que vea Señor, que vea”. Y desde esa escena evangélica el Cardenal Osoro mostró la importancia de saber preguntar: “No basta solamente con escuchar, con ver. Hay que saber preguntar. Y preguntar a todos. Los apóstoles querían que Jesús marchase. Y sin embargo Jesús se vuelve. Aquel ciego que para la cultura antigua era un marginado y nadie hacía caso de él. No valía para nada. Estaba, como nos dice el Evangelio, en la cuneta, viendo que pasaba. Y claro, cuando uno tiene todo esto sabe decir. Sabe decir, y llegar al corazón de todos los hombres”.
Llegar al corazón desde la Cultura del Encuentro
Argumentó que sólo quien sabe escuchar, ver y preguntar, sabe decir, porque sabe llegar al corazón, porque “no estamos creados para dispersarnos, estamos creados para el encuentro. Todos. Y eso nos lleva a nosotros a tener que descubrir el valor de cualquier comunicador. Especialmente de aquel que se dedica a comunicar lo que sucede en la vida social, en la vida de los hombres. Y es toda una vocación y toda una visión, que están basadas en el servicio, en la entrega a los demás, en la posibilidad de que este mundo sea diferente, tenga alguna novedad. Y tiene que tenerla necesariamente”.
Sólo desde la “Cultura del Encuentro” el buen comunicador es capaz de hacer sentir a los demás lo que el Señor hizo sentir a los discípulos de Emaús “que no le reconocieron pero sintieron la grandeza de esa presencia del Señor, que cuando el se iba a despedir, y les dijo que se hacía tarde, que anochece, le dijeron: quédate con nosotros. Ese es un cristiano. Pero ese tiene también que ser un comunicador cristiano”.
Terminó diciendo que en ese lugar, en la sede de la Fundación Crónica Blanca, y en este tipo de actos, de entrega de los premios Juan Pablo II de Comunicación, “en este rinconcito de Madrid, parece que no, pero estamos cambiando el mundo, en estos momentos. Se dan premios a gente que es capaz de cambiar este mundo”. Y volviéndose a la premiada la dijo: “No seremos una gran noticia, pero en ese noticiario que nuestro Señor tiene, en ese telediario que podemos ver al finalizar cada jornada, estas tú presente”.
Periodista de la era Francisco
El Presidente de la Fundación Crónica Blanca, Manuel María Bru, dijo que periodistas “como Ángeles Conde Mir, como los ocho anteriores periodistas que han recibido este premio (o como los premiados con el Premio Bravo por la Conferencia Episcopal Española, o por el Premio Lolo, de la UCIP-E), hacen posible que el rostro y la voz de Cristo, implícita o explícitamente, sean vistos y escuchados a través del complejo mundo de la comunicación social”.
Explicó también como “desde el comienzo de estos premios que queríamos reconocer la labor de aquellos periodistas que encarnasen con su personalidad y su profesionalidad esa comunicación al servicio del hombre que tanto y también definió, explicó y promovió San Juan Pablo II. Después hemos tenido la gracia de formar parte de la aventura eclesial de dos nuevos pontificados: el de Benedicto XVI y el del Papa Francisco. Y de ambos hemos aprendido nuevos impulsos y sugerencias para alentar y promover con ellos, sin olvidar el legado de San Juan Pablo II, como hacer posible esta nueva comunicación social al servicio del hombre, que por serlo lo es también inseparablemente al servicio de los pobres, porque es voz de los sin voz, y al servicio de la misión de la Iglesia, que no es otra que la de ser instrumento de edificación del Reino de Dios, reino de justicia, de amor y de paz”.
En este texto de Benedicto XVI, dijo Manuel María Bru, es imposible no ver a Ángeles Conde Mir: “La tarea de todo creyente que trabaja en los medios de comunicación es allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven nuestro tiempo digital los signos necesarios para reconocer al Señor”.
Y dirigiéndose a ella la dijo: “eres, y representas dignísimamente, a una nueva generación de periodistas católicos que bien podíamos definir como periodistas de la Era Francisco, y que además, has hecho ya un largo recorrido profesional al lado del Papa, dedicándote, no exclusivamente pero si principalmente a la apasionante tarea, envidia de periodistas creyentes y no creyentes, de informar sobre el Papa Francisco y su renovador pontificado, el pontificado de una Iglesia que pone en práctica la evangélica cultura del encuentro. No infravalores, querida Ángeles, que este premio te lo entrega el Cardenal Carlos Osoro. Él sabe muy bien en que consiste la difícil tarea de promover esta cultura del encuentro”.
Y dirigiéndose de nuevo a los numerosos asistentes al acto les dijo: “Ángeles Conde Mir encarna ya con su fulgurante recorrido profesional la propuesta que el Papa Francisco hace a los periodistas para que la información religiosa se haga desde la hermenéutica religiosa, y no desde otras hermenéuticas ya sean reductivamente políticas, sociológicas, y sobre todo, ideológicas”. Para terminar recordando aquellas palabras de San Juan Pablo II con las que la contemplará desde el cielo al recibir este premio que lleva su nombre, y que dice también a todos los periodistas: “¡Queridísimos amigos periodistas! Compañeros de una misma peregrinación, somos espectadores de situaciones a veces dramáticas, pero somos también testigos de alentadoras señales de esperanza para la Humanidad de hoy. Todo nos implica y responsabiliza. Que Dios os ayude a ser siempre instrumentos de fiel transmisión de la verdad. Estad persuadidos de ello; vuestro trabajo, si se hace con constante y atento respeto de la objetividad y del bien común, recibirá una adecuada recompensa del Señor, que sobre cada uno vigila con amor de padre”.
Magnífica profesional y magnífica persona
Esbozó su semblanza Cristina Sánchez, redactora jefe de “Alfa y Omega” y amiga de la galardonada. Empezó recordando como siendo compañeras estudiantes de periodismo en la Universidad Complutense encontraron en la revista Calibán un anuncio de cenas coloquio organizadas por Crónica Blanca, y como luego participaron en el trabajo periodístico encargado por la Conferencia Episcopal Española a Crónica Blanca para la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia en el verano del año 2005.
Dijo que Angeles Conde merece este premio “por esa sensibilidad, saber hacer, saber estar, poner al ser humano por encima de todo, por eso ella es la persona indicada para recibir un premio de periodismo. Ella nunca es la protagonista; siempre el protagonista es la persona que tiene enfrente. Lo que a ella le interesa es contar lo que pasa en toda su profundidad y hacer el bien a las personas de las que habla y también a las que se dirige”. Además, “nunca se queja, siempre tiene una sonrisa y siempre dice que sí”. Es más, Explico como Ángeles es una magnifica profesional, pero antes de eso es una maginfica persona. Hubiese sido lo mismo en cualquier profesión porque es una buenísima persona.
Tenemos el mejor oficio del mundo
Por su parte, tras la entrega del premio por parte del Cardenal Osoro y su intervención, ya anteriormente reseñada, Ángeles Conde Mir tuvo unas palabras de agradecimiento por el premio, en las que entre otras cosas mostró con gran humildad su perplejidad al recibir un premio rodeada, entre otros, por sus antiguos y actuales jefes en su trabajo periodístico, y que tanto la han enseñado, estando ella en la mesa de presidencia y ellos en el aula, “el mundo al revés”.
Dijo que se veía “un poco en parvulitos del periodismo, pero, no obstante, está bien que de vez en cuando te den un PA, un ´progresa adecuadamente´, que es este premio”. También que “todo esto es un estímulo, sin duda alguna, porque sabemos que el periodismo es mucho más que una profesión; que nos va la vida en todo esto. Hay días que uno quiere tirar la toalla y otros días en los que no se cambiaría por nadie en el mundo”.
Hablando de la profesión periodístico confesó también: “tenemos el mejor oficio del mundo, y este oficio es una vocación sin la que no puedo vivir y sin la que no sé vivir. Sobre todo es una vocación de servicio, para hablar al mundo de los demás. Estamos llamados a ser heraldos de las buenas noticias y a ser profetas de aquello que no está bien y de los sufrimientos que hay en el mundo (…) Tenemos que ser fermento en la masa de alguna forma. No podemos no mirar a los ojos a quienes sufren, y yo creo que mi vida está enfocada a esto (…) El periodista nunca es el protagonista, y yo he hecho de esto mi lema. Porque el protagonista es el que tenemos enfrente”.