Bajo el título “Migraciones hoy. Menores vulnerables y sin voz. Reto y esperanza”, se han celebrado las XXXVII Jornadas de Delegados y Agentes de Pastoral de Migraciones 2017, en el Escorial, del 8 al 10 de junio de 2017, organizadas por la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEM). Entre los ponentes participó el jesuita Severino Lázaro Pérez, párroco de San Francisco Javier en el barrio de la Ventilla en Madrid, habló del “Desafío de la integración hoy en nuestras parroquias”.
Explicó que “la parroquia, como expresión del barrio, es el último punto donde todos los problemas de la emigración desembocan. Los barrios son escenarios de las cuatro tensiones que se dan con el fenómeno migratorio: Integración/ rechazo, hospitalidad/ hostilidad, convivencia/ conflicto, confianza/ miedo. El factor religioso puede ser elemento de integración, hospitalidad, convivencia y confianza. Y esto ya es evangelización. Compartió algunas experiencias concretas, como la del Grupo de africanos de Pueblos Unidos: “Es un espacio de encuentro, interreligioso, con voluntarios. El reto fundamental es el de la identidad. Cuando el otro es diferente interesa saber quienes somos. El que viene de fuera es el que es, como le dice el Creador a Moisés cuando le pregunta que dirá cuando le digan quien le envía”.
En esta experiencia tratan de evitar los extremos: “que ellos se adapten, por un lado, y el ingenuo multiculturalismo, por otro. Es necesario llegar a unos valores compartidos”.
Los objetivos pastorales son claros: “devolver a estar personas su dignidad y su identidad. Construir identidad con ellos, no contra ellos”. No es fácil, explicó: “no basta con cantar juntos como hermanos. Vale como canción de entrada de la misa, pero no vale como supuesto sin más, hay que trabajarlo”.
También habló del resto de integración a través de la religiosidad popular desde de lo esencial de su significado: “que es que Dios nos acompaña allá donde estemos”. Tratamos de evitar que se creen guetos. Una devoción mariana puede convertirse en elemento de comunión universal o en fomento de guetos.
Otro de los retos esta en la catequesis: “Procuramos por un lado una catequesis familiar, con los padres y los niños. Y tenemos catequistas africanos. Los padres tenían miedo al principio. La coordinadora de catequesis invito a su casa a todos sus niños y a sus padres. Sabían que tenía emigrantes acogidos en su casa. En la Sagrada Escritura se dice 365 veces no tengas miedo”.
Como conclusión dijo que “lo único que tiene que haber en una comunidad cristiana es la vida de Dios. Esta nos lleva al sentir común, que es fácil ante el sagrario y con los ojos cerrados, pero que es más difícil con los ojos abiertos y con emigrantes. Hay que derribar fronteras, tender puentes, estar abierto a todos, insistir y no desanimarse”.