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ABC 03/11/2018.- «El máximo órgano judicial absolvió el miércoles a Asia y anuló una condena de muerte por blasfemia con el argumento de que observaron «graves contradicciones» y constataron «mentiras» en el testimonio de las dos mujeres que la denunciaron. Casi inmediatamente después de la decisión judicial, los islamistas se echaron a las calles de todo el país, provocando la casi paralización del mismo durante tres días, con muchas carreteras cortadas y colegios cerrados. Tras varios días de protestas, Pakistán permaneció ayer en calma después del acuerdo entre el Gobierno y los islamistas para pedir ante la Justicia que la cristiana Asia Bibi, absuelta de una acusación de blasfemia, no pueda abandonar el país mientras se revisa el caso. El Gobierno paquistaní se comprometió en la noche del viernes a dejar el paso libre para que los islamistas soliciten ante la Justicia la prohibición de salida del país de Asia Bibi mientras el Supremo estudia un recurso contra su absolución».
Todos los cristianos, y todos los hombres y mujeres que denfiendan en este mundo tanto la libertad religiosa como la separación de los poderes judicial y ejecutivo, estamos con Asia Bibi, que ya desde hace muchos años es el símbolo más claro de la persecución en vida de los cristianos y de la bandera de la libertad religiosa.
En los NUEVOS RECURSOS de CATEQUESIS PARA ADOLESCENTES Y JÓVENES del Arzobispado de Madrid, bajo el título «Jesús: ¿dónde vives? Venid y veréis», dedicamos uno de los «Miramos» (testimonios a partir de una foto) en uno de los 27 cuadernos catequéticos, a esta gran mujer víctima de la más flagrante violación de los derechos humanos. Y lo hacemos como testimonio relacionado con la página evangélica del encuentro de Jesús con la Samaritana: Jesús, una mujer en Medio Oriente que quiere seguirle, un pozo, y dos mil años después.
Dos mujeres, un pozo, Jesús
El pozo donde se encontraron Jesús y la mujer samaritana y el pozo en el que, dos mil años después, una cristiana fue condenada por blasfema, muestran una continuidad: las dos son cristianas, y las dos arriesgaron por seguir a Jesús, una por ser de Samaria, un lugar rechazado por los judíos en tiempos de Jesús; la otra por ser de Pakistán, una república islámica en la que se persigue a los cristianos.
Para los judíos de la época, los samaritanos eran una raza híbrida entre israelitas y paganos, tan repugnante que un judío estricto evitaba acercarse a ese país. Jesús, siendo un judío religioso, se suponía que, si quería ir de Judea a Galilea, debía rodear Samaria; ni siquiera debió estar ahí para encontrarse con esta mujer samaritana. Por otro lado, siempre según las costumbres de la época, las mujeres iban a sacar agua temprano en la mañana o cuando había refrescado la tarde y siempre en grupo. Las reglas sociales tampoco permitían que los hombres hablaran con mujeres desconocidas, sobre todo si su marido no estaba presente, ni a las mujeres con hombres que no fueran sus parientes. La sorpresa de la samaritana ante las palabras de este varón judío debió ser enorme. Aquel encuentro hizo que la samaritana diera valiente testimonio de Jesús ante su pueblo.
En el año 2009 Asia Bibi fue condenada en su país, Paquistán, porque tras beber agua de un pozo, un grupo de musulmanas dijeron que había contaminado el agua por ser cristiana. Tras ser sentenciada a muerte, comenzó una batalla legal para salvarla. Sin embargo, los principales funcionarios que lucharon por su liberación, el líder católico y ministro de Minorías Shabahz Bhatti; y el gobernador de Punjab Saalman Taser, fueron asesinados. Aún sigue en prisión.
Encontrar a Jesús es siempre sorprendente, y seguirlo peligroso. El rompe todas las barreras sociales, culturales, religiosas… Para todos hay un pozo donde encontrarle, y sacar el agua de la vida, donde dejar de tener miedo… ¿sabes cuál es el tuyo?