BAUTISMO DEL SEÑOR: MEMORIA DE NUESTRO PROPIO BAUTISMO
Isaías 42,1-4.6-7; Hechos 10,34-38; Mateo 3,13-17
HABLA LA PALABRA Este es mi hijo, el amado, el predilecto
La liturgia de la Palabra nos ofrece tres verdades de nuestra fe que son fuente de esperanza, en este día solmene del Bautismo del Señor:
- La primera, que Dios nos libera de toda esclavitud. El Profeta Isaías lo refiere a Aquel prometido por Dios Padre sobre el que ha puesto su Espíritu: No será un libertador violento: o gritará, no clamará, no voceará. Será enormemente indulgente: La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Implantará el derecho en la tierra: siendo luz de las naciones. Y traerá la verdadera libertad: abrirá los ojos de los ciegos, sacará a los cautivos de las prisiones, y de las mazmorras a los que habitan en tinieblas.
- La segunda que el Señor nos mostró la gran bondad de Dios, no haciendo distinción alguna entre personas, pueblos y naciones, como hemos escuchado de los Hechos de los Apóstoles. A través de su amadísimo Hijo: Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien…
- La tercera, que, como nos cuenta el Evangelio de Mateo, para que no quedase ninguna duda de que Jesús era el Mesías esperado, dejándose bautizar por Juan, el último de los profetas, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma y una voz del cielo proclamó: Este es mi hijo, el amado, el predilecto.
HABLA EL CORAZÓN: Nacer a la Vida Nueva
El bautismo de Jesús nos hace valorar aún más nuestro bautismo (bautizados en él). El Papa Francisco explicó en una ocasión que el bautismo “es el sacramento sobre el que se fundamenta nuestra fe y nos hace miembros vivos de Cristo y de su Iglesia. No es un simple rito o un hecho formal, es un acto que afecta en profundidad la existencia». De esto deduce tres cosas muy interesantes para tener en cuenta nuestro propio bautismo:
- Que por el bautismo el hombre se sumerge en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús: «Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos». De tal modo que «no es lo mismo un niño bautizado, que uno que no lo está» porque «el bautismo ayuda a reconocer rostro del señor en los necesitados y ayuda a perdonar».
- Que «nadie se puede bautizar pos sí solo», que el bautizo requiere de una tercera persona que lo dé. «Es una cadena de gracia, un acto de fraternidad», por lo que también es bueno recordar quienes fueron nuestros padrinos, y quien fue el sacerdote que nos bautizo para los que somos más mayores, si han fallecido pedir por ellos. Si viven, agradecérselo. Hasta que falleció, el Papa Francisco siempre llamaba al sacerdote que lo bautizo el día de su “cumple-bautizo”
- Que «aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento, estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos. Por ello, el Papa ha invitado a acoger cada día la gracia del bautismo para hacerlo fructificar y ser cada vez más «signos del amor de Dios para todos».
HABLA LA VIDA: El “cumple-bautismo”
Ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco preguntó en una ocasión cuántos de ellos saben qué día han sido bautizados, pidiéndoles que alzasen la mano quienes lo supiesen: “Por eso os pido a todos vosotros que alcéis la mano quienes sepáis cual es la fecha de vuestro bautismo (…) Todos sabemos el día de nuestro cumpleaños (de nuestro nacimiento), pero no tenemos tradición de aprendernos el día del cumpleaños de nuestro bautismo”. El Papa cree que recordarlo sirve para darle la importancia que tiene en nuestra vida, como cristianos. Porque, el no saberlo «es perder la memoria del regalo recibido». Por eso, considera necesario «despertar la memoria del bautismo”. Se trata de una «fecha muy feliz». En cientos de miles de parroquias y comunidades estamos haciendo lo mismo que el Papa: pedir a los feligreses que busquen la fecha de su bautismo, y poder así celebrar el día del “cumple-bautismo”, el día que nacimos para el cielo, que es más importante, y desde luego mucho más duradero (eterno) que el día en que nacimos al mundo.
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