Ofrecemos a nuestros catequistas tres reflexiones sobre la celebración del APÓSTOL SANTIAGO el próximo 25 de julio: una emotiva y evocativa, en relación con los miles de peregrinos, sobre todos jóvenes, que están en el Camino de Santiago, escrita por el delegado de catequesis, Manuel Maria Bru. La otra del catedrático Fernández de Buján, sobre el valor histórico de la tumba del Apóstol, y la tercera, una reseña de un interesante libro sobre el Camino de José Luis Olaizola:

En un día como éste…

En un día en el que la mirada de la Iglesia se entrecruza con la fiesta del Apóstol Santiago, en un día como éste, estamos llamados a invocar al Apóstol, por ejemplo, con esta oración de una antigua credencial del Peregrino: “Apóstol Santiago, elegido por Jesús entre los primeros Apóstoles, y el primero entre todos ellos en beber el cáliz del Señor. Tú lo seguiste dejándolo todo, y gozaste, a cambio, de su especial amor de predilección junto con Pedro y con tu hermano Juan… Jesús te aceptó con tu temperamento ardiente, que puso la nota de valentía y juventud en el Colegio Apostólico… y fuiste testigo de su abatimiento y de su gloria, de su muerte en la cruz y de su Resurrección gloriosa. En casa de Juan, que era tu casa, recibiste a María, ya constituida madre nuestra, y, presente Ella, te viste lleno del Espíritu Santo, que formó la Iglesia Santa, dotándola de unidad y de fuerza expansiva. Actuaste desde el primer momento como testigo fiel, desafiando los poderes de este mundo; tu testimonio llegó hasta los confines del orbe y lo rubricaste con sangre, Apóstol-Mártir, el primero entre los Doce. En la oscuridad que precedió al primer milenio tu sepulcro fue estrella luminosa que atrajo los pasos del pueblo de Dios caminante hacia el Cristo que perdona y regenera”.

En un día como éste, debemos dejar que nos conmuevan testimonios como este, de un grupo de estudiantes de bachillerato de un colegio de Extremadura: “Es una experiencia que a todos nos ha marcado para siempre. Nos ha unido en la amistad y, sobre todo, en la fe, pues hemos compartido el Evangelio hecho compromiso, hemos vivido una experiencia de comunión, de esfuerzo, de encuentro… En definitiva, hemos sentido el inmenso palpitar del corazón de Papá Dios que hace camino en la vida junto a nosotros. Él pasa por nuestra vida y nos llama a ser jóvenes cristianos que gritan a los cuatro vientos y con una sonrisa de oreja a oreja que Cristo es la mayor alegría del mundo y vivir su Evangelio es una pasada”.

En un día como éste, y en unos días como estos, en los que miles de peregrinos inician el Camino , tenemos que decir: “He aquí tu camino”, el suyo, e tuyo, el mío, el de todos, el Camino que hoy conoce las pisadas de millares y millares de jóvenes que hacen camino al andar, buscando a Cristo, Camino, Verdad y Vida”. Y una oración: “En sus corazones ardientes haz que resuene la esperanza, para que vayan por el mundo como testigos del Evangelio, con una estrella en la frente y un canto de fraternidad en los labios. Amén”.

Reproducimos este interesante artículo de carácter histórico de Federico Fernández de Buján (ABC, 25 de julio de 2015) titulado EL APÓSTOL SANTIAGO EN ESPAÑA:

Celebra hoy España la festividad de su Patrón el Apóstol Santiago, que lo es también de Galicia y de un centenar de poblaciones españolas y americanas. Patrón, de patronus, es una derivación de pater en el sentido de «protector». La Iglesia católica –a diferencia de la ortodoxa y las protestantes– confía la protección de una ciudad, territorio o profesión a un Patrono. En 1630 Urbano VIII promulga un decreto que requiere la aprobación pontificia para la concesión de patronazgos. El de Santiago sobre España se concede bajo el reinado de Felipe IV, que institucionaliza el «Voto» en la catedral como ofrenda nacional. Era ya secular su devoción popular. Así lo testimonia nuestro inmortal Cervantes. A la pregunta de Sancho acerca de la invocación a Santiago, contesta el ingenioso Hidalgo: «Este caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por Patrón y amparo suyo».

Si nos interrogáramos sobre por qué Santiago es nuestro Patrón, podríamos encontrar tres respuestas. Primero, su sepulcro se «descubre» a comienzos del siglo IX en el Campus Stella. Desde entonces millones de personas han recorrido su Camino –con fe o espíritu de búsqueda–, en peregrinación a Compostela. Se menciona esta sepultura ya en el siglo VI en una epístola del Obispo de Jerusalén que exhorta a peregrinar allí, pues «ciertamente yace oculto Santiago». Segundo, la persuasión de su auxilio defendiendo la Cristiandad en la Reconquista. Afirma Sánchez Albornoz: «El culto a Santiago fue una fuerza poderosa galvanizadora de la resistencia de la cristiandad frente al Islam». Tercero, la creencia de su predicación en Hispania en los años 40. Recorre la Galicia, Lusitania, Bética y Cartaginense y llega a la Tarraconense, donde, a orillas del Iber –río que da nombre a la península–, en Cesaraugusta el Apóstol, exhausto y desmoralizado, es consolado y fortalecido con la aparición de la Virgen sobre el «Pilar», que sigue siendo hoy venerado en Zaragoza. Siete discípulos suyos –los Varones apostólicos– continúan su evangelización cuando regresa a Jerusalén, donde muere a espada por orden de Herodes Agripa. No confundir con Herodes Antipas, que ordena asesinar al Bautista, ni con Herodes el Grande, el de la matanza de los inocentes.

Sobre su predicación, razón última de las otras dos, plantea Menéndez Pelayo: ¿ quién fue el primero que evangelizó aquella España romana, sabia, próspera y rica, madre fecunda de Sénecas y Lucanos, de Marciales y Columelas? Y responde: Santiago el Mayor, hijo del Zebedeo. El Breviario de los Apóstoles, del año 600, afirma que «predica en España y en Occidente». Este testimonio es confirmado: por San Jerónimo en sus Comentarios al Evangelio; en la obra Deortuetobitu patrum, atribuida a Isidoro de Sevilla; por san Aldhelmo, obispo de Sherbon: «Educó con su enseñanza a los hispanos»; en el himno ODeiverbum, del siglo VII; y en el Beato de Liébana en sus Comentarios al Apocalipsis, del año 786, entre otros. A partir del siglo XI se generaliza en todo el orbe cristiano, en la hagiografía y en los textos litúrgicos, la firme creencia de la predicación de Santiago en España. Un relato más completo se recoge en un códice, de fines del XIII, conservado en la basílica del Pilar, que asevera que recibe del propio Señor resucitado el encargo de predicar en el punto más occidental del universo.

Estas tres razones son «veneradas», por ser celebradas secularmente; y son «tradiciones», en razón a ciertos «hechos» y abundantes crónicas. En todo caso, contribuyen a la propagación y consolidación de la fe cristiana en las Españas. La doctrina británica mantiene que la «historia» presenta un contenido polisémico. Así, dos son las voces utilizadas: se utiliza «history» para referirse a hechos historiográficos y se emplea «story» para aludir a relatos. Estos forman parte de la historia de los pueblos tanto cuanto los hechos. La historia es la conjunción de hechos probados y relatos que expresan creencias. Unos y otros conforman la afirmación «identitaria» de una comunidad política. El alma de un pueblo es, pues, el producto resultante y entrelazado de «history» y «story».

Termino. Y lo hago con las primeras palabras que Juan Pablo II dirige al pueblo español en su viaje a España en 1982. Después de besar –según su costumbre– nuestro suelo, evoca vibrante nuestras «veneradas tradiciones»: «Con verdadera emoción acabo de pisar suelo español. Bendito sea Dios, que me ha permitido venir hasta aquí… Vengo a encontrarme con una comunidad cristiana que se remonta a la época apostólica. En una tierra objeto de los desvelos evangelizadores de San Pablo; que está bajo el patrocinio de Santiago el Mayor, cuyo recuerdo perdura en el Pilar de Zaragoza y en Santiago de Compostela; y que fue conquistada para la fe por el afán misionero de los siete varones apostólicos».

Libro recomendado:

Autor: José Luis Olaizola.

Título: “El camino de las estrellas”.

Editorial: Palabra.

Páginas: 89.

Reseña:

Se trata de una entretenida y entrañable novela que recrea la aventura del primer peregrino del Camino de Santiago, y relata fielmente la vida del apóstol, Patrón de España. Nos situamos en el Siglo IX. A Saint-Jean-Pied de-Port, en el Pirineo francés, llega la noticia de que en el fin del mundo ha sido hallado un sepulcro que guarda el cuerpo del apóstol Santiago. Jacobus de Arlaiz, caballero vasco-francés, gran devoto del apóstol, decide rendirle homenaje postrándose a los pies de su tumba. Así inicia la primera peregrinación de lo que con los siglos será conocido como el camino francés de Santiago. Atravesar la península Ibérica en el siglo IX, ocupada en buena parte por el Islam, en guerra de los francos con los vascones, infestada de animales salvajes y teniendo como única guía a las estrellas, suponía una notable aventura, que el caballero Jacobus va superando gracias a su convencimiento de que va al encuentro del sepulcro milagroso. Por el camino se suceden los encuentros del más diverso signo: juglares, eremitas, jóvenes aventureros, desertores, leprosos, doncellas del harén, sacerdotes, campesinos… El entusiasmo de Jacobus se traslada a muchos de ellos y se incorporan ala peregrinación, que acaba siendo un mosaico de la época. Y al tiempo que recorre el Camino, Jacobus, ilustrado y admirador de Orígenes, recrea la vida del apóstol teniendo en cuenta tanto los hechos que se relatan en los evangelios como los recogidos por la tradición de los primeros siglos del cristianismo.

“El camino de las estrellases”, publicado en Ediciones Palabra, es una novela de José Luis Olaizola, autor de una extensa obra literaria, reconocida con numerosos galardones, entre ellos el Premio Planeta 1983, por su novela La guerra del general Escobar, considerada recientemente por Álvaro Mutis y Javier Cercas como la “mejor novela sobre la guerra civil española”.