Les ofrecemos al comienzo de este tipo litúrgico tres textos para el Adviento 2018 de Álvaro Ginel, director de la Revista Catequistas y miembro del Equipo de Expertos de la Delegación Episcopal de Catequesis de Madrid:

 

 

VELAD

(Así comienza el Adviento del ciclo B, que nos acompaña san Marcos)

Velad.

Estad pendientes.

Estad preparados.

Lo normal es decirnos:

“Todavía quedan dos meses”.

“Todavía hay tiempo”

“Todavía…”.

Y como estudiantes dejados,

lo dejamos todo para última hora…

El problema es que “no sabemos”

cuándo es la hora última…

Nacemos con etiqueta de caducidad,

Pero no está marcada la fecha.

¿Cuándo, cómo, dónde…?…

No hay respuesta.

Solo tenemos ayeres

y este ahora

que en un instante se hace pasado.

 

Velad.

Estad pendientes.

Estad atentos.

Estad preparados…

Pendientes,  ¿de qué?

Atentos, ¿a qué?

Preparados, ¿para qué?

Para vivir la presencia de Dios

y en presencia de Dios.

 

Se fue de viaje la esposa

y el esposo sigue viviendo de su presencia

y su presencia

sin torcerse a derecha o izquierda.

¡Tan presente la tiene, que grita en sus adentros!:

“¡Ojalá se acortara la distancia y te hicieras ya presente!”.

La presencia  elegida y reconocida

lo ilumina todo,

lo cambia todo,

lo inunda todo de sentido y de vida,

de felicidad contenida.

 

Desde siglos y siglos,

hombres y mujeres que pusieron su confianza en el Señor,

gritaban en el fondo de su corazón:

“¡Ojalá rasgase el cielo y descendieses!”.

Un día, hace ya muchos años, después de larga espera,

el cielo se rompió de arriba a abajo

y descendió Dios hecho Niño como todos los niños.

 

Velad.

Estad pendientes.

Estad atentos.

Estad preparados…

Sí, velad,

porque no encontrarás a Dios en el cielo

sino en la tierra,

en tu pequeña geografía,

en tu hogar,

en tu comunidad,

en tu trabajo,

en tus diversiones,

en tus rutinas de cada día…

 

Velad.

Vivid pendientes de Dios

en la vida normal,

en las cosas normales,

en el aburrimiento de los horarios que se repiten.

 

Velad la vida.

Velad las “cosas” de la vida,

las que te realizan,

las que te cansan,

las que llenan de sentido,

las que te vacían de sentido,

las que se hacen insoportables,

las que te llevan a gritar: “así la vida no tiene sentido”,

las que te rompen por dentro el alma.

 

Velad la vida.

En ella está Dios escondido.

Sin apariencia de Dios.

¡Pero está!

 

Velad la vida

en oración

porque descubrir a Dios

se hace guiados de la manos de Dios.

 

VEN, SEÑOR

Escucho el grito de personas heridas:

 

¿Dónde está Dios?

VEN, SEÑOR.

¿Cómo es posible que Dios permita esto?

VEN, SEÑOR.

¡Mira lo que te hace tu Dios!, ¿y sigues creyendo?

VEN, SEÑOR.

¡Estamos abandonados de la mano de Dios!

VEN, SEÑOR.

¡Dios está sordo!

VEN, SEÑOR.

¡Dios está ciego y no ve lo que nos pasa!

VEN, SEÑOR.

¡Le llamamos y no nos responde!

VEN, SEÑOR.

¡No merece la pena creer en Dios, no soluciona nada!

VEN, SEÑOR.

Antes creía, pero ahora me doy cuenta de que no tiene sentido!

VEN, SEÑOR.

 

 

Me uno a este grito

que sale del alma

y desde mi pobre fe,

desde mi pobre esperanza,

desde mi pobre corazón solo sé decir:

VEN, SEÑOR.

 

GRITAR: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

Gritar: ¡Ven, Señor Jesús!,

quiere decir en este Adviento:

 

Sin ti no puedo nada.

Sin ti el vacío es mi pan de cada día.

Sin ti mi vida no tiene sentido.

Sin ti no veo horizonte ni futuro.

Sin ti lo más profundo de mi ser se resquebraja.

Sin ti los días pasan y me pesan.

Sin ti hago las cosas por hacerlas.

Sin ti el otro que está a mi lado es enemigo, no hermano.

Sin ti no hay más allá.

Sin ti no tiene sentido mirar al cielo.

Sin ti todo se acaba en salud, dinero y diversión.

Sin ti la alegría se me vuelve tristeza.

Sin ti no tengo interlocutor que me busque.

Sin ti el camino se hace pesado.

Sin ti no hay gestos que me interroguen.

Sin ti solo existe: “yo, mi me conmigo”.

Sin ti no hay ni Otro ni otros.

 

Sin ti, ¿a quién me agarraré?

Sin ti, ¿en quién confiaré?

Sin ti, ¿qué será de mí?

Sin ti, cuando me falten las fuerzas, ¿quién me dará fuerza?

Sin ti, ¿dónde iré cuando me acabe?

Sin ti, ¿quién pondrá nueva luz a mis ojos?

Sin ti, ¿qué será de mí?

 

Álvaro GINEL

Adviento 2018