Título: Cuando tu sufrimiento y el mío son un mismo sufrimiento. La vida como sanación compasiva

Autor: Carlos Díaz

Editorial: Desclée de Brouwer

Decía Victor Frankl, el padre de la logoterapia o terapia del sentido, que la diferencia entre ésta y el psicoanálisis Freudiano consistía fundamentalmente en que si en la segunda al paciente tumbado en un diván el psiquiatra le preguntaba por sus angustias y temores, o sus traumas y complejos, en la primera el psiquiatra por lo que le preguntará será por sus sueños y anhelos, sus ilusiones y sus ideales. Y dicha diferencia nunca hundiría sus raíces en una oposición bipolar entre pesimismo y optimismo, sino entre la búsqueda de un diagnóstico superficial o profundo porque, a la postre, lo que nos mueve en la vida no es otra cosa que su sentido. Y del sentido de la vida, del sufrimiento, del amor y de la muerte nos habla este libro.

Uno de los más valiosos filósofos españoles contemporáneos -y por ello, por ser verdaderamente filósofo- menos reconocido por el pensamiento único dominante, el profesor Carlos Díaz, nos ha regalado con este libro una de las joyas más preciadas del tesoro escondido de su pensamiento personalista. Un libro que bucea por las profundidades de la razón y de la emoción humanas de un modo tan certero como bello, tan inteligente como reconfortante. Y que nos habla desde la terapia del cuerpo (versus su idealización y banalización), al significado el sufrimiento compartido, la compasión, y la verdadera mirada a la muerte, pasando por la inteligencia emocional, por el logos terapéutico del abrazo, por la logoterapia y por la intención paradójica.

No me atrevería a decir cual de estos y de otros temas tratados por Carlos Díaz en este libro me parece más sugerente y fascinante. Pero ya que él mismo ha elegido entre estos temas -por otro lado nunca independientes sino interdependientes y dibujando un discurso unitario-, el del sufrimiento, no me resisto a adelantarles una especie de tesis que me parece magistral: “La terapia personalista-comunitaria lucha contra el dolor del otro como si del propio se tratara, de ahí su lema: lucha por el otro como por ti mismo, si lo amas. A diferencia de la admirable sentencia categórica de Emmanuel Kant (“Yo nunca debo de actuar excepto en una manera que yo también pueda que mi máxima pueda convertirse en una ley universal”), el apotegma personalista reza: lucha por el otro como luchas por ti mismo, porque te duele su dolor, es decir, porque lo amas”.

Pero permítanme también que destaque un tema de máxima actualidad en este mes de noviembre que comenzó con la celebración de la solemnidad de todos los santos y la conmemoración de los difuntos, y que la aberrante cultura de la muerte disfraza de inocencia festiva infantil su profunda fealdad, frivolidad y maldad. Cuando Carlos Díaz aborda la cuestión de cómo el hombre de hoy afronta el misterio de la muerte lo hace desde un interesante recorrido histórico (la ambigua muerte de la mentalidad de los antiguos, el horror a la muerte en la mentalidad moderna, la simulación de la muerte en la postmodernidad), pero hacia una perspectiva inteligente: “leer el morir desde el vivir, no la vida desde la muerte”, lo que comporta entre otras cosas que “la muerte no nos confronta con la nada, sino con la ignorancia total respecto de todo”. Pero sobre todo que “desde el cuidar pierde la muerte su desesperación, su amenazante fealdad”.