El domingo 14 de octubre el Papa Francisco canonizará a San Pablo VI (1897-1978), gigante de la fe
Giovanni Battista Montini nació en Concesio, en la Lombardia italiana, en 1897. Ordenado sacerdote en 1920, en 1922 lo encontramos en Roma, estudiando en la Universidad Gregoriana y en la Pontificia academia eclesiástica. A los dos años va a la Secretaría de Estado, al tiempo que desarrolla un fecundo apostolado universitario. En 1954, es nombrado arzobispo de Milán, y cardenal en 1958. El 22 de junio de 1963 fue elegido sucesor de Pedro, llevando a buen termino el Concilio Vaticano II tras las huellas de San Juan XIII. El primer papa viajero murió en Castelgandolfo en 1978. Fue beatificado en 2014 y canonizado en 2018 por el Papa Francisco.
San Pablo VI fue un gigante de la Fe. Mirándole a él también podemos decir: “Bendito tu, que has creído”, no sólo por el gran regalo de ese magnífico texto que fue “El credo del Pueblo de Dios”, sino porque realmente él tuvo una fe capaz de mover montañas:
- La fe en el amor infinito de Dios, del que no dejo de dar testimonio con su vida y con su palabra en ningún momento de su vida….
- La fe en Cristo Jesús, impulsando una reforma en la predicación y en la celebración cristianas que tuvieran siempre a Cristo como centro, como guía, como el gran tesoro de la vida del hombre.
- La fe en el Espíritu Santo, que a través de su humilde persona, como a través de San Juan XXIII, sopló un viento fortísimo sobre la Iglesia a la que, con la reforma del Concilio Vaticano II, la decía en su testamento: “ten conciencia de tu naturaleza y de tu misión; ten sentido de las necesidades verdaderas y profundas de la humanidad: y camina pobre, es decir, libre, fuerte y amorosa hacia Cristo”.
- La fe en el ser humano, en las obras humanas hechas con buena voluntad, en el progreso de los pueblos, en el Plan de Dios siempre al lado de la dignidad del hombre, de sus derechos, de la paz. Quien escribió la Populorum Progressio puso la inteligencia de la resolución de los problemas sociales bajo la batuta del corazón, del amor más universal concebible.
- La fe en que en María, podemos ver el “tipo de la Iglesia”, el tipo del cristiano… Así promovió una mirada nueva a María, más basada en la imitación de sus virtudes que en su veneración…
- Y la fe en el poder salvífico del dolor, unido al dolor redentor de Cristo: A San Pablo VI le tocó sufrir mucho, la soledad, la ignominia, la injuria, y el dolor por el proceso de secularización que vivió la Iglesia en la prueba de los primeros años del postconcilio. Pero supo cree y esperar contra toda esperanza.