“Como un viento impetuoso y saludable, la bondad y la misericordia se han esparcido por el mundo entero”. Así define el Papa Francisco el Año Santo de la Misericordia clausurado al cerrar la puerta Santa de San Pedro el 20 de noviembre pasado y promulgar la carta Misericordia et misera.

Estos son los apuntes de un retiro espiritual para este tiempo de Adviento que recoge el legado de este Año Santo de la Misericordia:

PRIMERA PARTE: MEMORIA

¿Porqué un Año de la Misericordia?

¿Para quiénes ha hecho el Papa este Año de la Misericordia?

 

SEGUNDA PARTE: CONVERSIÓN

¿Hemos aprendido algo este Año de la Misericordia?

¿Cuál es el horizonte último de esta pedagogía de la misericordia?

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¿Porqué un Año de la Misericordia?

Se lo preguntaba el Papa el 11 de abril de 2015, y respondía:

  • Para “mantener vivo el deseo de saber descubrir los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el Padre”.
  • “Para sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos. Un Jubileo para percibir el calor de su amor cuando nos carga sobre sus hombros para llevarnos de nuevo a la casa del Padre.
  • “Para ser tocados por el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de misericordia.
  • Para esto es el Jubileo: porque este es el tiempo de la misericordia. Es el tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarnos de buscar a cuantos esperan ver y tocar con la mano los signos de la cercanía de Dios, para ofrecer a todos, a todos, el camino del perdón y de la reconciliación”.

 

  • De hecho en Misericordia et misera la palabra clave es consuelo: “Una palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…, son todas expresiones de la cercanía de Dios a través del consuelo ofrecido por los hermanos”.
  • El consuelo del sacerdote en el confesionario, el consuelo de todos para con todos, e incluso el consuelo que sólo cabe expresarse en el silencio, porque “enjugar las lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad en el que con frecuencia terminamos encerrados”. Tal vez por eso los dos mejores discursos del Papa Francisco en este Año son los que no ha hecho, los del silencio: el silencio en el Memorial Complex Erevan de Armenia (25 de junio de 2016), el silencio en el Campo de Concentración de Auschwith (29 de julio de 2016), o el silencio en la visita sorpresa a las poblaciones que sufrieron el terremoto del 4 de octubre de 2016.

 

  • Este llamamiento del Papa a que la Iglesia sea más consoladora le ha llevado a prorrogar también sine die cuatro iniciativas del Año Santo:
  • La prerrogativa de que todos los sacerdotes puedan perdonar (sin tener que remitir al penitente al confesor penitenciario) el grave pecado del aborto.
  • La prerrogativa por la que confesarse con sacerdotes de la Sociedad San Pío X, a pesar de su incompleta comunión con la Iglesia, sea válido y lícito.
  • La celebración de las “24 horas para el Señor” en la cuaresma,
  • Y el encargo de los “misioneros de la misericordia” elegidos por él de entre sacerdotes de todo el mundo.

 

 

¿Para quiénes ha hecho el Papa este Año de la Misericordia?

 

  • Para todos, pero evidentemente, sobre todo para los más necesitados de misericordia: los más necesitados de amor, de perdón, de cercanía, de consuelo. Son los encarcelados, son los más pobres, y son las familias heridas.
  • En este Año de la Misericordia, a los jubileos extraordinarios de otros años jubilares precedentes (para las familias, para los sacerdotes, para los catequistas, etc..), se han añadido algunos muy significativos como son el jubileo de los de los excluidos y el jubileo de los presos.
  • En el Jubileo de los excluidos (11 de noviembre 2016) el Papa les pedía perdón: “Les pido perdón si alguna vez los ofendí por mi palabra o por no haber dicho las cosas que debía decir. Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro. Les pido perdónpor todas las veces que los cristianos delante de una persona pobre o de una situación pobre, miramos para otro lado. Perdón. El perdón de ustedes hacia hombres y mujeres de Iglesia, que no los quieren mirar o no los quisieron mirar, es agua bendita para nosotros” 
  • Al final de la carta Misericordia et misera el Papa quiere que este volver la mirada a los pobres permanezca, y entre otras medias instaura un domingo al año, el último del ciclo litúrgico, como Jornada mundial para los pobres: “que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa, no podrá haber justicia ni paz social”.

 

  • En la cárcel mejicana de Ciudad Juárez (17 de febrero 2017) lo importante, les decía, no es mirar hacia atrás, sino hacia delante: “Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién, tan bien dicha y con tanta fuerza: Cuando me dieron mi sentencia, alguien me dijo: No te preguntespor qué estás aquí sino para qué; y que este para qué nos lleve adelante, que este para qué nos haga ir saltando las vallas de ese engaño social que cree que la seguridad y el orden solamente se logra encarcelando”.
  • Y al final les decía: “Hermanos, siempre me pregunto al entrar a una cárcel: ¿Por qué ellos y no yo?. Y es un misterio de la misericordia divina; pero esa misericordia divina hoy la estamos celebrando todos mirando hacia delante en esperanza”.

 

  • En el Jubileo en Roma de los presos (6 de noviembre 2016) el Papa insistía: cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: «¿Por qué ellos y no yo?». Todos tenemos la posibilidad de equivocarnos: todos. De una manera u otra, nos hemos equivocado. Y la hipocresía hace que no se piense en la posibilidad de cambiar de vida, hay poca confianza en la rehabilitación, en la reinserción en la sociedad.
  • Le preguntaban a un gran vaticanista, Juan Vicente Boo, corresponsal de ABC en Roma, porque el Papa hacía un jubileo por los presos y no por las víctimas. Y respondía que nunca nadie había alzado más la voz en defensa de todo tipo de víctimas (del terrorismo, de las guerras, de las discriminaciones, de las injusticias y vejaciones), pero que en el juicio final una de las preguntas será: “Estuve en la cárcel y me visitasteis”.

 

  • En la Jornada Mundial de la Juventud el Papa encontró la ocasión de entusiasmar a miles de jóvenes con la aventura de la misericordia. En su primer encuentro con ellos (28 de julio de 2016) les decía:
  • “La misericordia siempre tiene rostro joven. Porque:
  • Un corazón misericordioso se anima a salir de su comodidad;
  • Un corazón misericordioso sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos.
  • Un corazón misericordioso sabe ser refugio para los que nunca tuvieron casa o la han perdido, sabe construir hogar y familia para aquellos que han tenido que emigrar, sabe de ternura y compasión.
  • Un corazón misericordioso, sabe compartir el pan con el que tiene hambre, un corazón misericordioso se abre para recibir al prófugo y al emigrante.
  • Decir misericordia junto a ustedes, es decir oportunidad, es decir mañana, es decir compromiso, es decir confianza, es decir apertura, hospitalidad, compasión, es decir sueños. Pero ustedes, ¿son capaces de soñar? ‒Sí. Y cuando el corazón es abierto y capaz de soñar, hay espacio para la misericordia, hay espacio para acariciar a los que sufren, hay espacio para ponerse junto aquellos que no tienen paz en el corazón y les falta lo necesario para vivir, o no tiene la cosa más hermosa: La fe. Misericordia. Digamos juntos esta palabra: Misericordia….”.

 

  • Mirada principal de este año ha estado también en la familia, “sin excluir a nadie y sin importar la situación en la que se viva”, como dice en su carta. ¿Acaso no había sido está la principal novedad de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laettita, la de una misericordia que se hace acogida, discernimiento, acompañamiento e integración de todo tipo de situaciones familiares por parte de la Iglesia?
  • Dice en Amoris Laetia: “Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar. El camino de la Iglesia, desde el Concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración. El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden de corazón sincero. Entonces hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (nº 296).

 

 

 

¿Hemos aprendido algo especial este Año de la Misericordia?

 

  • Este Año de la Misericordia nos ha enseñado que la misericordia es concreta. Muy concreta.
  • Tras este Año de la Misericordia todos los diccionarios del mundo tendrían que introducir una novedad, made in Francisco, el verbo “misericordiar”. La misericordia se conjuga verbalmente, porque es actúa. La misericordia se hace, se pone en práctica, es concreta.
  • Es más, hay catorce maneras concretas de misericordiar, las catorce obras de misericordia. El verbo misericordiar se completa con catorce verbos: visitar (dos veces), dar (cuatro veces), vestir, enterrar, enseñar, consolar, ser paciente, rezar. ¿Has probado poner en juego todos y cada uno de estos verbos?

 

  • El Papa Francisco lo hace. Va delante de nosotros. Hasta desconcertarnos:
  • La preguntaron a una adolescente que se había confesado con el Papa qué le había parecido: “me ha escuchado muy atentamente, me ha mostrado la ternura de Dios, me ha prometido que rezará por todas personas por las que le he pedido que rece, y me ha pedido que rece también por él”.
  • Cuando recibió al transexual que don Amadeo, entonces obispo de Plasencia le había enviado, además de recibirlo, escucharlo, abrazarlo, elogió a este obispo porque había entendido que la misericordia no cierra las puertas a nadie. El diario El País se hacía eco de la noticia con un magnífico titular: “Preguntó al Papa si había lugar para él en la casa de Dios y Bergoglio lo abrazó”.

 

  • Si el Papa en este Año Santo ha rescatado de los catecismos las obras de misericordia para ponerlas en el centro de la vida de la Iglesia, ahora propone realizarlas de un modo nuevo:
  • El de la creatividad, acorde a las “nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas”, para “descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad y entusiasmo”;
  • Y el del compromiso, deteniendo sobre todo su mirada en los niños violentados y esclavizados a los que se les roba la alegría de la vida;
  • Y el de la artesanía, porque ninguna de la obras de misericordia “es igual a otra”.
  • Explica por ejemplo como tanto el relato de Adán y Eva del Genesis como la Pasión de Cristo en los Evangelios nos dicen el sentido profundo del “vestir al desnudo” que no es otro que el de ayudarle a recobrar la dignidad al que le ha sido arrebatada.

 

  • Este Año de la Misericordia nos ha enseñado además que misericordiar no sólo nos lleva a actuar, sino también a cambiar. La misericordia nos cambia, nos convierte, nos modifica, nos transforma.
  • Las obras de misericordia nos interrogan. Y sino, no nos la tomamos en serio, solamente jugamos a la misericordia. Debemos en cambio, jugárnosla en la misericordia.
  • La vida. Toda la vida. Nos jugarnos la vida en la misericordia. Dejar que ésta nos cambie de abajo a arriba y de arriba abajo. Esto es: no basta hacer las obras de misericordia. Hay que misericordiar de tal modo, que a la postre no sólo hagamos obras de misericordia, sino que seamos misericordiosos.
  • Si como decía Tyron Edwars, teólogo protestante norteamericano del siglo XIX “tus pensamientos te llevan a tus propósitos, tus propósitos a tus acciones, tus acciones a tus hábitos, tus hábitos a tu carácter, y tu carácter determina tu destino”, las obras de misericordia no son sólo obras, sino que van precedidas de pensamientos y sentimientos, y condicionan el carácter y el destino de quienes las ejercen.

 

  • En la pedagogía de la Iglesia, además, las obras de misericordia no son puntuales, sino perseverantes.
  • Si decimos que el desarrollo humano o es sostenible o no es desarrollo, podemos decir también que la misericordia o es sostenible o no es misericordia.
  • En Dios es infinitamente y absolutamente sostenible. En los hombres no deberían de ser sólo asiduas y contingentes, sino duraderas, estables, imperecederas, coherentes, persistentes, incesantes, tenaces, perseverantes, porque desde luego la demanda de misericordia en este mundo es inagotable e inextinguible.

 

  • En realidad, basta con mirar el relato la misericordia por excelencia, el del Buen Samaritano, para ver que en la obra de misericordia siempre hay un antes y un después:
  • El antes de quien no se queda en sus comodidades y sale al encuentro del hombre, de la realidad, hasta de la más dura. Sino salimos a los caminos del mundo no hay manera ni de saber si alguien que esté en el borde del camino.
  • Y el después de hacerla sostenible, duradera, completa, cierta.

 

¿Cuál es el horizonte último de esta pedagogía de la misericordia?

 

  • Además de no ser sólo catorce, hay una “obra cero”:
  • Decía un teólogo con mucha seriedad y aplomo, en una conferencia, para pasmo de sus oyentes, que en el libro del Éxodo había un error. Nos cuenta que Moisés bajo del Sinaí con las tablas de los diez mandamientos. Pues no fue así, decía. Bajo en realidad con once mandamientos, porque hay un mandamiento cero que también lo daba por hecho, y cuya definición es muy sencilla: “Dejarse amar por Dios”.
  • Porque sino nos dejamos amar por Dios es muy difícil que lo amemos a él y que amemos a los demás. Nos faltaría la fuente para poder vivir los mandamientos. Pues del mismo modo ocurre con las obras de misericordia. Existe una “obra de misericordia cero”: Dejarse misericordiar por Dios.
  • Dejarse misericordiar por Dios: dejar que Dios nos abrace, nos mire, separe las cabellos que nos tapan los ojos, enjugue nuestras lágrimas, y nos diga: te quiero como eres.

 

  • Cuando el Padre de la Parábola del Hijo Prodigo lo recibe, no le deja que termine la frase que con tanto ahínco se había aprendido en el camino: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, déjame al menos que sea un jornalero tuyo más…”.
  • No, Dios Padre no le deja terminar la frase. Lo abraza, y se vuele a sus criados y les pide que preparen una fiesta.
  • A veces pienso cuando al confesionario vienen personas que llevan años sin confesarse y quieren contar tantas cosas, que los sacerdotes deberíamos taparles los labios con nuestros dedos, sonreírles, y decirles: Dios te ama inmensamente. Él ya lo sabe todo. Déjate amar por él, déjate perdonar por él.

 

Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.

Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.