«Quiero entrar en tu casa». Las palabras que Jesús dijo a Zaqueo encabezan la carta pastoral del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, para este año, que ya se puede descargar en la web del Arzobispado. Un texto que alienta a entrar en los caminos de los hombres y a acompañarlos en un momento tan duro como este de la pandemia. Como señala, se trata de «estar» con la gente, como hizo Jesús, acompañar su vida cotidiana, «sus alegrías y sus pesares».

El purpurado sueña con una Iglesia «que se pone a trabajar con entusiasmo por todas las personas que más lo necesitan». «Si seguimos con pasión y devoción a Jesucristo, sabremos escuchar su clamor y, como el curso pasado, seguiremos preguntando a todos los que caminan entre nosotros y están en los márgenes: “¿Qué quieres que haga por ti?”». Sueña también con una Iglesia que «favorece y cuida su belleza natural como destello de la presencia amorosa de Dios»; «con comunidades cristianas plurales» que viven de forma entregada «y lo expresan en su vivir diario, en su compromiso con los demás», y pide que «sigamos sintiendo la urgencia de ser acogedores con todo el que llega».

Desde una vida centrada en Jesucristo, propone hacer el anuncio misionero «con rostros concretos, con Zaqueos contemporáneos, hombres y mujeres, jóvenes y niños que buscan, que desean ser felices, que quieren dar un sentido a su vida, que no están a gusto pensando que están en este mundo por pura casualidad, que desean ser amados, que desean entregar a los demás felicidad y vida…». Y añade: «Pues aquí, en Madrid, con rostro concreto, deseamos promover esa cultura del encuentro que alcanza su máxima belleza en el encuentro con Dios».

Sin miradas ideológicas

La carta está estructurada en ocho apartados en los que el cardenal Osoro va desgranando esta propuesta misionera al hilo del texto evangélico. Después de una invitación a salir de la propia comodidad, utilizando palabras del Papa Francisco, anima a poner a Jesucristo en el centro: «El agua que quita toda sed solo es Cristo. Nosotros somos solo el caño que la hace accesible a los demás». Y asegura que «la Iglesia, como Jesús, tiene que entrar en todas las situaciones», pero «tiene que hacerlo con Cristo, desde Cristo, por Cristo y en Cristo». Por eso, «hay que aprender a mirar con la mirada de Jesús», destaca. «Ello supone desterrar las miradas ideológicas que […] nos separan del Señor». Y advierte: «Tamizamos, muchas veces de manera inconsciente, nuestro vivir desde una idea, no desde la persona del Señor».

En el texto, el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal detalla algunas de las casas en las que hay que adentrarse: en la propia vida de comunidad parroquial con el desafío, entre otros, de «la misión y hacer una comunidad de comunidades, evangelizadora y atenta a los pobres»; en la catequesis, con un rol fundamental del primer anuncio o kerigma; en el matrimonio y la familia; en la cultura y en el mundo de la educación; en la vida económica y social; en el mundo del trabajo y la empresa; en el de la política; y en el mundo de los más pobres.

Porque «Cristo nos convoca a la reforma de nuestra vida para no dejar a nadie abandonado en la cuneta», anima a que «las estructuras y la burocracia» no condicionen «el dinamismo evangelizador que el Señor nos pide en estos momentos a sus discípulos». Un anuncio que se ha de hacer con la misma preocupación que «tuvo el Señor con Zaqueo», que «no consistió en llenarlo de doctrinas y discursos, sino en mirarle a los ojos con intensidad e invitarse a entrar en su hogar». Así, el anuncio «siempre se concentra en lo esencial: muestra la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo, muerto y resucitado».

Al igual que concluye el pasaje de Zaqueo –cuando Jesús le dice «hoy ha sido la salvación de esta casa»–, el arzobispo termina subrayando que «deseamos que la belleza del Evangelio que anuncia la Iglesia se pueda percibir mejor y acoger por todos los hombres y mujeres». «Queremos hacerlo desde la cercanía, el amor y el testimonio», destaca.