Siguiendo la propuesta mini-reflexiones sobre la catequesis para este verano, esta semana ofrecemos estas notas sobre la proyección y actuación del catequista:

PROYECCIÓN Y ACTUACIÓN DEL CATEQUISTA

   El catequista debe vivir, como todo educador, para el mañana y no sólo para el presente. El educador insconscientemente actúa mirando al porvenir que espera al alumno que actualmente tiene ante sus ojos. Es el hombre del mañana, el profesional, la persona formada la que condiciona su conducta.


Algo similar debe latir en el corazón del profesional de la catequesis, que otea  el porvenir personal y eclesial.


Su misión es disponer la mente y el corazón del catequizando para que llegue a ser persona de fe, hombre de esperanza, miembro de una comunidad de amor. Esa misión exige ante todo fe y esperanza. Con la primera cree lo que no ve; con la segunda se espera en Alguien por el que se trabaja.


Por eso no basta que el presente le sonría. Es preciso que el porvenir le inquiete. El afán por el mañana es compatible con la confianza de que Cristo, verdadero artífice del crecimiento y de la vida del espíritu, actuará desde la base de lo que él realiza. Por eso la proyección catequística es vital en la buena comprensión de la tarea catequística. La acción cotidiana de la educación de la fe supone fidelidad ante sí, eficacia ante los catequizandos y seguridad ante la Iglesia.

1. Ante sí mismo.

   El catequista debe cultivar la serenidad y tener la conciencia tranquila si cumple con su deber. El es sembrador y las semillas tardan un tiempo en dar frutos. Los frutos no existen si las semillas no se siembran, o son escasos si la tierra no se prepara.


El catequista necesita proyectarse con paciencia, esforzarse con tranquilidad, inquietarse de forma tranquila y soñar bajo el paraguas protector de Dios.

 

  1. Ante los catequizandos.

   El catequista debe acostumbrarse a elevar los ojos cronológicamente y comprender que tiene delante futuros adultos, profesionales honestos, padres y madre de familia responsables, artífices de una humanidad mejor.

    En esos futuros protagonistas de la vida es donde él siembra el Reino de Dios, que es como «agua que salta hasta la vida eterna» (Jn. 4. 13) y no solo quita la sed del momento.

    El que sólo ve niños no tiene ojos de catequista, aunque los tenga de poeta, de artista, de sociólogo o de psicólogo.

 

  1. Ante la Iglesia.

   Ante la comunidad enviada por Jesús para «ir por el mundo y anunciar el Evangelio a todos los hombres» (Mc. 16. 15), el catequista debe sentirse llama­do a colaborar en la tarea escatológica que ese mandato misional implica. Es decir, debe sentirse navegante en la barca que boga hacia un destino siempre mar adentro (Lc. 5.3.); y debe sentirse caminante que un día volverá lleno de gozo diciendo al mismo Jesús: «Hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» (Lc. 10.17)


Estos planteamientos pueden resultar piadosas consideraciones, pero de ver­dad son algo más. Son fundamentos de la catequesis que sintetizan necesidades espirituales básicas: optimismo profesional, seguridad en el futuro, confianza en Dios, amor a la Iglesia, conciencia de la propia llamada de Dios.