¿Sigue suscitando el Señor profetas entre los hombres?

  • Profetas que, como nos dice el Deuteronomio, no hablen por si mismos, sino que dóciles al Espíritu, sea la Palabra de Dios la que proclamen.
  • Profetas que, como dice el salmo 94, puedan ser voz acogida por los que no tienen un corazón duro, y puedan manifestar las obras de Dios.
  • Profetas que, célibes o casados, confían en la providencia de Dios, y viven sólo para edificar su Reino, como nos dice San Pablo.
  • Y profetas que, testigos del Señor, hablen y actúen como él, con la autoridad de quien manifiesta a Dios, como nos dice el Evangelio.

¡Hay tantos profetas de nuestro tiempo! Permitidme que os hable de una mujer que en siglo XX y adentrado el siglo XXI fue una gran profeta del anhelo de Jesús por la unidad, de la fraternidad universal, la sierva de Dios Chiara Lubich:

  • Nació en Trento en 1920. Su nombre de pila es Silvia, aunque ella, de joven, cambió su nombre por Chiara, en honor de la radicalidad evangélica de Clara de Asís. De una familia muy humilde, se diplomó en Magisterio en 1938, dando clases particulares para mantener sus estudios. Fue maestra en un pequeño pueblecito en las montañas tridentinas. Apasionada por “la Verdad”, inició en la Universidad de Venecia sus estudios de filosofía, que deberá interrumpir por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
  • En medio de los bombardeos de la guerra y teniendo que acudir al refugio antiaéreo hasta once veces al día, Chiara y sus primeras seguidoras comienzan a la luz de una vela a leer el evangelio de un modo que les resultaba completamente nuevo: aquellas palabras eran para vivirlas, una a una, en ese único momento presente que la vida les regalaba, y que se descubría más acuciante que nunca entre los bombardeos. Un día leen en el Evangelio la oración sacerdotal de Jesús, en la que pide al Padre: “que todos sean uno, para que el mundo crea” (Jn17,21).
  • La pasión por la unidad llegó a convertirse en la “carta magna” del Movimiento de Los Focolares u Obra de María por ella fundado al que pertenecen más de siete millones de personas de 182 países, y al que se suman además muchos fieles de otras confesiones cristianas, de otras religiones y de convicciones diversas.
  • Miembro muy activo del Consejo Pontificio para los Laicos, era requerida en foros religiosos y sociales de todo el mundo, or la incidencia del movimiento por ella fundado en el campo de la economía, a través de la “Economía de Comunión”; de la política, a través del “Movimiento de la Unidad”; de la cultura, a través de la “Escuela Abba”; de la comunicación social, a través de la Red internacional “Net One”; y de prácticamente todas las disciplinas humanas.
  • Murió en Roma el 14 de marzo de 2008, cuando, creemos, pudo ya haberse encontrado en el Paraíso con San Juan Pablo II, que un día confesó que cuando se veía envuelto en preocupaciones le ayudaba mucho recordar un nombre y un rostro: Chiara.
  • De ella es está bella oración, que describe la vocación del laico hoy:

“He aquí el gran atractivo

del tiempo moderno:

abismarse en la más alta contemplación

y permanecer mezclado con todos,

hombre entre los hombres.

diría aún más:

perderse en la muchedumbre

para informarla de lo divino,

como se empapa

un trozo de pan en el vino.

Y diría más todavía:

hechos partícipes de los designios de Dios sobre la humanidad,

trazar sobre la multitud estelas de luz

y al mismo tiempo,

compartir con el prójimo

la deshonra, el hambre, los golpes,

las pequeñas alegrías.

Porque el atractivo

del nuestro,

como el de todos los tiempos

es lo más humano y lo más divino

que se puede pensar:

Jesús y María,

el Verbo de Dios, hijo de un carpintero,

la sede de la sabiduría, ama de casa”.

HOMILÍA DEL DOMINGO IV DEL TO (2018)