TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ciclo C: NO MORIRAS JAMÁS

Macabeos 7,1-2.9-14; Tesalonicenses 2,16-3,5; Lucas 20,27.34-38

HABLA LA PALABRA: Consuelo y esperanza

Cada domingo desentrañamos una nueva joya del inacabable tesoro que es la Palabra de Dios. Hoy esta se nos muestra como consuelo y como esperanza: consuelo ante el dolor, la inquietud, y la duda ante el misterio de la muerte, basado en la esperanza de la fe en la resurrección prometida.

  • El libro de los Macabeos nos muestra el coraje del mártir, capaz de asomarse al misterio de la muerte antes que traicionar su fe, que es el sentido de su vida: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”.
  • Con el Salmo 16 hemos confesado nuestra máxima confianza, con una certeza inamovible convertida en oración rendida: “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor”.
  • San Pablo, en su 2ª carta a los Tesalonicenses, nos recuerda la razón de nuestra esperanza: Dios, Dios-Amor, “que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza”.
  • En el Evangelio de San Lucas vemos como Jesús, aprovechando la trampa que le ponen los saduceos, para burlarse de la fe en la vida eterna, nos habla de aquellos que “serán juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección”, pero sobre todo nos explica donde esta la razón última de esta esperanza: que su Padre del Cielo “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos”, o lo que es lo mismo, porque en él, en su amor, todos estamos llamados a la vida eterna.

HABLA EL CORAZÓN: Esperanza en la vida eterna

¿Qué razones tenemos, entonces, para la esperanza en la vida eterna?

  • No es tan difícil llegar a albergar la creencia en la vida eterna con la sola fuerza de la razón. Viendo la maravilla que es el ser humano, tanto los filósofos griegos como los sabios de todas las culturas han reconocido que junto al cuerpo humano anida un alma espiritual, y por tanto, incorruptible, y por tanto inmortal.
  • Pero a los cristianos, además de la razón, contamos con la fe: y la fe no sólo nos habla de un alma inmortal, sino de algo mucho más importante: de la promesa de un don inmerecido: el de la resurrección. Si Cristo ha resucitado, por su amor redentor, resucitaremos con él.
  • Decía el gran poeta francés Paul Claudel que “decir a alguien te quiero es decirle que no morirá jamás”. Es verdad. A las personas que queremos de verdad querríamos poder decirles: no morirás jamás. Pero hay una desproporción entre el deseo y la capacidad. Solo hay alguien capaz de amar así, Aquel en cuyas manos está el misterio de la vida y de la muerte, aquel que nos ha dado la vida y que ha dado su vida, hecho hombre, por nosotros.

HABLA LA VIDA: ¡Resucitó!

Kiko Argüello (iniciador del Camino Neocatecumenal) nació en León en 1939. En los años 60, alejado de la fe, se convirtió en unos Cursillos de Cristiandad, y se fue con una guitarra y una Biblia a vivir con los más pobres entre las chabolas del barrio de Vallecas de Madrid. Un día fue a una cueva enorme, llena de gitanos. El patriarca le dijo: ¡háblales! No sabía por donde empezar. Así que empezó por el principio, y se puso a hablarles de Adán y Eva. Una gitana anciana se levantó: “yo se que en el cielo hay una mano potente, que es Dios. ¿Pero lo de la otra vida… ¡Yo lo único que se es que mi padre murió y no ha vuelto a casa! ¡Cuando yo vea a un muerto volver del cementerio te creeré!”. “Se levantaron todos y se fueron -recuerda Kiko- y yo me quede ahí, bloqueado, atontado, sin saber que hacer. Recordé el testimonio de un pagano de nombre Feto, que le dice al emperador Agripa: Hay un prisionero que habla de un muerto que él dice que ha muerto, pero que vive, ¡que ha vencido a la muerte! De toda la predicación de San Pablo, Festo recordaba sólo esto. Ahora la puedo contestar: yo he visto a este hombre que ha salido de la tumba y ha venido a decirme: ¡la paz este con vosotros, yo he vencido al mundo! Es Cristo”. Y Con su guitarra, de esta experiencia surgió su famoso canto ¡Resucito!”.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.