EN EL CURSO ANUAL DE CATEQUESIS DEL ARZOBISPADO DE MADRID DE ESTE AÑO TENDRÁ LUGAR UNA PONENCIA SOBRE EL PASO DEL ANTIGUO AL NUEVO TESTAMENTO 

 

Tercer Bloque: EL NUEVO TESTAMENTO

9.- “Más yo os digo” (Del Antiguo al Nuevo Testamento)

Ianire Angulo, profesora de teología bíblica en el Instituto de Teología de Vida Religiosa (13 de febrero de 2020)

JUEVES 6 de febrero de 2020

ABAJO EL RESTO DEL PROGRAMA.

 

SOBRE EL PASO DEL ANTIGUO AL NUEVO TESTAMENTO:

LA CROIX. 7 DE MARZO 2018.-

El P. Gérard Billon, biblista, profesor en el Instituto Católico de París, responde a las preguntas de Sophie de Villeneuve.

Sophie de Villeneuve: Un internauta pregunta por qué la Iglesia ha conservado en su corpus de Escrituras santas textos tan antiguos como los del Primer Testamento, que a veces nos presentan un Dios muy diferente al de los Evangelios…

G. B.: Si yo hubiera sido cristiano al final del primer siglo, y me pregunta por qué conservamos las Escrituras, hubiera abierto los ojos de par en par, porque esta cuestión ni siquiera se planteaba. En esa época no había más Escrituras que las que provenían de la gran tradición de Israel. Es verdad que comenzaban a circular escritos cristianos, como las epístolas de Pablo o los Evangelios. Pero en la liturgia de la época, que comienza a diferenciarse de la liturgia judía, porque tiene lugar el domingo, se lee primero la palabra de los profetas, lo que hoy nosotros llamamos Antiguo Testamento, después la palabra de los apóstoles, que nosotros llamamos Nuevo Testamento. Se tiene conciencia de que hay una especie de ruptura, o más bien, una diferencia, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. A principios del siglo segundo, en Roma, un sacerdote llamado Marción piensa que algunos escritos del Antiguo Testamento no corresponden a la imagen de Dios que el cristianismo ha perfilado.

Y Marción ha tenido mucha influencia…

G. B.: Ha tenido mucha influencia, pero los obispos, que eran pastores antes de ser doctores de la fe, como Ireneo de Lyon, intervinieron. Marción cedió a la tentación, como sucede todavía hoy, de hablar del «Dios del Antiguo Testamento»; pero, haciendo esto, reduce lo que en realidad es una colección de libros muy diferentes. Para él, el «Dios del Antiguo Testamento» es violento, malo, mientras que el de Jesucristo es un Dios bueno, un Dios de amor.

Se dice todavía hoy…

G. B.: Sí, pero quizás es necesario recordar lo que es el amor. ¿Es consentirlo todo a uno, incluso sus peores acciones, con el pretexto de que se le ama? El Antiguo Testamento nos muestra un Dios exigente. Quiere lo mejor para sus hijos y para su pueblo. Los profetas lo recuerdan sin cesar: Mirad cómo Dios os ama, os ha sacado de la esclavitud, os ha dado una tierra… Y mirad cómo os comportáis. Si continuáis así vais a la catástrofe. El amor de Dios tal como lo muestran los profetas es exigente, responsabiliza. Y el conjunto de los libros del Antiguo Testamento cuenta este amor que responsabiliza a los grandes compañeros de Dios que son los seres humanos, comenzando por el pueblo al que se le dice «elegido».

¿Qué es lo que ha convencido a la Iglesia a conservar estos escritos, finalmente?

G. B.: Es que no se comprende a Jesús sin ellos. Comenzando por la palabra Cristo, que viene del griego christos, que quiere decir mesías. Esta palabra, mesías, viene de la palabra hebrea mashia. Si no se sabe lo que significa, lo que es la esperanza davídica, no se puede comprender lo que es Cristo. San Jerónimo, durante la transición del cuarto al quinto siglo, escribía: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.» Y los Evangelio están llenos de escritos del Antiguo Testamento. Encontramos a Moisés, Isaías, salmos. Los evangelistas no hubieran podido redactar sus Evangelios sin recurrir a una noción fundamental: Jesús de Nazaret, Cristo de Dios, Salvador de los hombres, lleva a cabo la esperanza que recorren todas las Escrituras de Israel.

Hoy no se pueden leer los Evangelios sin tener presente toda esta historia que el Antiguo Testamento nos ha transmitido…

G. B.: En nuestra liturgia católica, leemos una primera lectura, tomada del antiguo Testamento, seguida por un salmo, una epístola del Nuevo Testamento y de un paso del Evangelio. Ahora bien, siempre hay una relación espiritual o teológica entre la primera lectura y el paso del Evangelio.

Y, sin embargo, durante siglos, los cristianos no han tenido acceso a estos textos.

G. B.: Sí, tenían acceso, lo que no quiere decir que los leyeran. La liturgia siempre ha conservado este apego al Antiguo Testamento, sobre todo durante la Vigilia Pascual, que recorre toda la Escritura, desde el Génesis, pasando por Ezequiel y Baruc, hasta el Nuevo Testamento, con una epístola y el evangelio del encuentro de la tumba vacía.

¿Hay una diferencia entre la «historia santa» de nuestros abuelos y el Antiguo Testamento tal como se lee hoy?

G. B.: La historia santa, eran historias. Las Escrituras no son, de ninguna manera, historias santas; presentan asperezas e incluso, justamente, imágenes de Dios que no nos satisfacen. En la historia santa se suavizaban las aristas. Thomas Röhmer, profesor en el Collège de France, ha escrito un librito muy bueno titulado Dieu, le sexe et la cruauté (Dios, el sexo y la crueldad), que plantea cuestiones como «¿Dios es varón?», «¿Dios es violento?», «¿Dios es injusto?», en una palabra, todas cuestiones que, a menudo, se plantean sobre el «Dios del Antiguo Testamento». Da pistas muy interesantes para responder a ello. El Antiguo Testamento, en la diversidad de sus libros poéticos, narrativos, didácticos, ofrece imágenes de Dios extremamente diferentes. Dios es violento con una violencia unida al amor; es padre y madre al mismo tiempo, recuerda la ley, pero también tiene la ternura de una madre…

¿Qué hacer con esas imágenes de Dios que no nos satisfacen?

G. B.: Es necesario afrontarlas, comenzando por preguntarnos por qué no nos satisfacen. La Iglesia nos propone estos textos como la Palabra misma de Dios. ¿Por qué no me satisfacen? Puede ser que me haya forjado una imagen de Dios que los textos revolucionan y cuestionan. Y tengo necesidad de ello, pues Dios no es jamás tal como lo pensamos; siempre nos lleva allí donde nosotros no quisiéramos ir…

Entonces, el Dios que Jesús nos revela en los Evangelios no está tan alejado del Dios del Antiguo Testamento…

G. B.: El Dios Padre de Jesucristo es el Dios Padre de Israel. No hay ninguna duda. Y los escritos del Antiguo Testamento son necesarios a la fe cristiana.

PROGRAMA COMPLETO DEL CURSO:

Ponencia Inaugural:

1.- La Palabra de Dios en una Iglesia misionera

Monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid (7 noviembre 2019)

Primer Bloque: PALABRA DE DIOS: SAGRADA ESCRITURA Y TRADICIÓN

2.- La divina revelación

Luis Sánchez Navarro, coordinador del Bienio de Teología Bíblica de la UESD (jueves 14 noviembre 2019)

3.- Lectura católica y ecuménica de la Biblia

Carmen Márquez Beunza, profesora de teología la Universidad Pontifica de Comillas (jueves 21 noviembre 2019)

Segundo Bloque: EL ANTIGUO TESTAMENTO

4.- Los orígenes (El Pentateuco y los libros históricos)

Dr. Agustín Giménez González, profesor de teología Bíblica de la USED (9 de enero de 2020)

5.- El clamor de Dios (Los libros proféticos)

Marta García Fernández, profesora de Teología Bíblica en la UP Comillas (16 de enero de 2020)

6.- Creación y ciencia

José Antúnez Cid. Profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Eclesiástica San Dámaso.  (23 de enero de 2020)

7.- La oración del Pueblo elegido (los salmos)

Francisco Pérez Sánchez. Licenciado en Teología Bíblica. Coordinador de Catequesis de la Vicaría VI. Párroco de Ascensión del Señor (30 de enero de 2020)

8.- La sabiduría de Dios (Los libros sapienciales)

Hermes Moreno. Profesor del Instituto de Teología Lumen Gentium de Granada (6 de Febrero de 2020)

Tercer Bloque: EL NUEVO TESTAMENTO

9.- “Más yo os digo” (Del Antiguo al Nuevo Testamento)

Ianire Angulo, profesora de teología bíblica en el Instituto de Teología de Vida Religiosa (13 de febrero de 2020)

10.- La Buena Noticia (Los evangelios sinópticos)

Andrés García Serrano, profesor de la USED (20 de febrero 2020)

11.- La Palabra se hizo carne (El Evangelio de Juan, sus cartas, y el Apocalipsis)

Carmen Picó, Licenciada en Teología y doctoranda por la Universidad Pontificia Comillas (27 de febrero de 2020)

12.- El tiempo de la Iglesia (Corpus Paulino, Hechos de los Apóstoles y Carta a los Hebreos).

Pedro Ignacio Fraile Yécora. Doctor en Teología Bíblica. Director del Centro de Estudios Teológicos de Aragón. (12 de marzo de 2020)

 Cuarto Bloque: PALABRA DE DIOS Y CATEQUESIS

13.- La Palabra de Dios y el método catequético “Godly play”.

José Andrés Sánchez Hermano de La Salle. Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas San Pío X y del Área de Ciencias de la Religión del Centro Universitario La Salle (26 de marzo de 2020).

14.- La Palabra de Dios en la pastoral (la apuesta por la lecttio divina)

Lorenzo de Santos, profesor del Instituto Superior de Pastoral de la Universidad Pontifica de Salamanca (2 de abril de 2020)

15.- La liturgia de la Palabra en el Año Litúrgico

Daniel Escobar, delegado episcopal de liturgia y profesor en la UESD (23 de abril de 2020)

16.- La primacía de la Palabra en una catequesis litúrgica para niños y jóvenes

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis y profesor en la UESD (30 de abril de  2020)

17.- Ponencia de clausura: La Palabra de Dios en una catequesis con corazón

Cardenal Carlos Osoro. Arzobispo de Madrid (7 de mayo de 2020)

La Palabra de Dios debería de ser para  los discípulos de Cristo como el vestido o el calzado que nos ponemos cada mañana: no deberíamos salir de casa ningún día sin revestirnos de la Palabra. la tienes en tu mente, en tu corazón, en tus labios y en tus manos: La Palabra la tienes en la mente, si a base de leerla y meditarla, la has hecho mente de Cristo en tu mente, pues del mismo modo como el cuerpo de Cristo está entero en cada forma que comulgamos, toda la Palabra de Dios, que es Cristo mismo, está en cada Palabra de la Escritura, está Cristo, que ilumina, que impulsa, que acierta. La Palabra la tienes en tu corazón, si la gustas y re-gustas, si la llegas a amar con locura… si la abrazas porque sabes que ella es para ti, de verdad, “palabra de Dios”. Y la Palabra la tienes en tus labios y en tus manos: para dar testimonio de ella con tu propia palabra pero, sobre todo, con los actos cotidianos. Porque la Palabra no es totalmente Palabra de Dios sin hacerse vida, para que como el rocío que empapa la tierra o el sol que la cubre, de fruto. MANUEL MARÍA BRU. Predicación y vida. CCS. Madrid, 2018, pp.72-73.