VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A): LOS ÚLTIMOS

Isaías 55,6-9; Filipenses 1,20c-24.27a; Mateo 20, 1-16

HABLA LA PALABRA: Dios se ríe de nuestros planes

En la película Bella hay una afirmación que se repite varias veces y que esconde, en pocas palabras, una gran verdad. Suena a sentencia teológica y dice así: “Dios se ríe de nuestros planes”. Y podíamos decir, “y de nuestras ideas”. Si hay algo que queda claro de las lecturas de este domingo es que la mentalidad de este mundo dista mucho de ser la mentalidad de Dios.

  • El profeta Isaías pone en boca del Eterno Padre una sentencia no menos extrema: “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. Como se alza el cielo por encima de la tierra se elevan mis caminos sobre vuestros caminos y mis pensamientos sobre vuestros pensamientos”.
  • Pablo continuamente nos insta a procurar “la mente de Cristo”, es decir, su mentalidad, su visión de las personas, de las cosas, de la vida, de la historia…, y en su carta a los Filipenses, nos pide que, para poder tener la mente de Cristo, vivamos una vida “digna del evangelio de Cristo”.
  • Y es Jesús en el Evangelio el que rompe todos nuestros esquemas mentales, también los que nacen de la autosuficiencia hoy culturalmente encumbrada, al decirnos que “los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos”, y al hacerlo con la maravillosa parábola de los jornaleros de la última hora.

HABLA EL CORAZÓN: Los últimos de este mundo

Convendría comprender tanto la parábola como la moraleja desde dos ángulos distintos: desde el personal y espiritual, y desde el social y moral:

  • En primer lugar, desde un punto de vista personal, tanto en la parábola como su conclusión -la de que los últimos serán los primeros y los primeros los últimos- la enseñanza de Jesús tiene mucho de juicio a la engañosa mentalidad del “rico de espíritu”, del autosuficiente ante Dios, del estereotipo del triunfador.
  • Pero sobre todo tiene mucho que ver con una gran promesa dirigida a los últimos de este mundo, los que para la mentalidad del mundo son “desgraciados”, y para Jesús son los bienaventurados, es decir, de los felices, de los agraciados para los ojos de Dios y por el juicio final (los injuriados, los que lloran, los perseguidos, los pacíficos, y todos los que sufren).
  • ¡Sí!: la mirada de Dios sobre el hombre dista mucho de la mirada con la que nos miramos a nosotros mismos: Dios ve la riqueza del pobre, es decir, la riqueza de la humildad que reconoce en Dios su mayor tesoro, y Dios ve también la pobreza del rico, el empobrecimiento personal de quien se basta a sí mismo y no necesita ni de Dios, ni de su gracia, ni de su providencia.
  • En segundo lugar, desde el punto de vista social, la parábola de los jornaleros de la última hora es una bofetada a la mentalidad mercantilista típica, en nuestro tiempo, del liberalismo hiper-capitalista, en la que la magnanimidad, que consiste en dar a los demás más de lo que se merecen, distorsiona el mismo sistema. Nada más dañino para la idolatría del mercado, nos recuerda el Papa Francisco, que la pretensión cristiana de introducir en el mismo una justicia social que humanice la mera justicia conmutativa.

HABLA LA VIDA: San Juan de Dios

San Juan dé Dios nace en 1495. En Granada oyó predicar a san Juan de Ávila y tuvo una experiencia de Dios tan fuerte que, al intentar expresarla, fue juzgado por loco y recluido en un hospital. Sufrió en propia carne el trato que se daba a los internos y dijo a sus cuidadores: ¿Por qué tratáis tan mal y con tanta crueldad a estos pobres miserables y hermanos míos? ¿No sería mejor que os compadecieseis de ellos, y los limpiaseis y dieseis de comer con más caridad y amor con que lo hacéis?

En una casa en Granada comenzó a recibir a pobres y enfermos y a pedir limosna por las calles para sostenerlos con extremado amor. Se le unieron algunos compañeros. La hospitalidad por amor a Jesucristo y a los pobres fue la razón de su vida: Son tantos los pobres que aquí llegan que yo mismo muchas veces estoy espantado cómo se pueden sustentar, pero Jesucristo lo provee todo y les da de comer (…) Aquí hay tullidos, mancos, leprosos, mudos, locos, paralíticos, tiñosos, viejos, y niños. Y peregrinos y viandantes, que aquí se allegan, y les dan fuego y agua, sal y vasijas para guisar de comer. Para todo esto no hay renta, mas Jesucristo lo provee todo.

Denunció ante el príncipe la situación de injusticia en la que vivían los pobres en el Hospital Real: Que por no haber camas ni adonde acogerlos muchos de ellos ordinariamente mueren por los suelos y sin confesión, y las mulas y caballos de cualquier súbdito de Vuestra Majestad en esta Corte tienen mejores caballerizas.

De una pulmonía de la que enfermó por tirarse al río Genil para salvar a un muchacho, muere en Granada en 1550. Su mensaje permanece: Si mirásemos cuán grande es la misericordia de Dios, nunca dejaríamos de hacer bien mientras pudiésemos.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis (Madrid)