JORNADAS DE AECA (Asociación de Catequetas Españoles) 2019,

y en la Mesa Redonda sobre el Acompañamiento en la Iniciación Cristina, interviene el viernes 6 de enero Manuel María Bru Alonso (Delegado Episcopal de Catequesis del Arzobispado de Madrid)

con una ponencia sobre LOS MOVIMIENTOS, ÁMBITO DE ACOMPAÑAMIENTO E INICIACIÓN

PRESENTACIÓN ESQUEMÁTICA EN PDF: MOVIMIENTOS E INICIACION

ESQUEMA DE LA INTERVENCIÓN:

1.- Que entendemos por Nuevos Movimientos Eclesiales

1.1.- Irrupción e identidad de los nuevos movimientos eclesiales

1.2.- Principales características de los movimientos eclesiales.

2.- Que entendemos por acompañamiento e iniciación en los Nuevos Movimientos

2.1.- Movimientos eclesiales y procesos catequéticos ordinarios de iniciación cristiana

2.2.- Movimientos eclesiales y procesos extraordinarios propios de iniciación cristiana.

2.2.1.-Una iniciación cristiana integral, que educa en el conocimiento y en la vida de fe, y se centra en lo “común” para el cristiano:

2.2.2.- Catequesis “orgánica y bien ordenada”, que desborda -incluyéndola- a la mera enseñanza:

2.2.3.- Transformación el hombre viejo, asunción de los compromisos bautismales y profesión de la fe desde el “corazón”:

3.- Conclusión: Al hilo de Evangelii Gaudium

TEXTO DE LA INTERVENCIÓN:

1.- Que entendemos por Nuevos Movimientos Eclesiales

1.1.- Irrupción e identidad de los nuevos movimientos eclesiales

No podemos hoy hablar de la actualidad de la Iglesia, sin hablar de las nuevas experiencias carismáticas en su seno como: La Renovación Carismática, Comunión y Liberación, Schöenstatt, Comunidad de San Egidio, Comunidades Neocatecumenales, Focolares u Obra de María, Comunidad del Arca, Fe y Luz, Comunidad Emmanuel, Oasis, Familia de Nazaret, Cursillos de Cristiandad, Adsis, Cristianos sin fronteras, Hermandades del Trabajo, FASTA, Misioneros Franciscanos de María, etc… La lista sería interminable, tanto entre los más desarrollados como entre los menos, entre los que se llaman movimientos como entre los que prefieren otro tipo de expresiones como comunidades eclesiales.

Más de uno se puede preguntar: ¿Pero que es lo que define realmente a un movimiento como tal en la Iglesia? [1]. La pregunta no es ingenua, como la respuesta no es fácil; pues en realidad ni el derecho canónico ni el magisterio conciliar utilizan expresamente este término. Tenemos, eso sí, un magnífico cuerpo doctrinal en el magisterio pontificio de San Pablo VI, de San Juan Pablo II, de Benedicto XVI y del Papa Francisco, aunque éste no sea sistemático ni preciso en cuanto a definiciones. Los eclesiólogos están interesándose cada vez más en buscar la definición más precisa, así como la lista de las características determinantes del fenómeno, pero el terreno en el que se mueven no es nada fácil. Y esto por tres razones:

  1. Porque los nuevos movimientos no son realidades terminadas, sino en pleno desarrollo y configuración, con el dinamismo propio de verdaderas irrupciones carismáticas (algunos aún en época de fundación, en vida de sus fundadores o iniciadores), con carismas personales muy especiales e imparablemente creativos.
  2. Porque no a todos los teólogos les resulta fácil estudiar estas realidades carismáticas vivas -por lo que antes decíamos- y algunos tienden a usar una metodología claramente inadecuada, como si se pudiese diseccionar en el laboratorio una realidad viva y vivificante como se disecciona un cadáver, con complejas y predeterminadas clasificaciones teológicas que no tienen nada que ver con ellos, con moldes que no les corresponden, porque la novedad que aportan, entre otras muchas cosas, rompe esos moldes[2].
  3. Porque incluso el término movimiento es un término problemático: no todos los movimientos lo aceptan, porque depende del conjunto de connotaciones que se le quiera atribuir a su significado. Y esto impide que se pueda hacer todavía una reflexión definitiva y conclusiva, cuando no es tan fácil reconocer cuales son y cuales no son los movimientos en la Iglesia.

1.2.- Principales características de los movimientos eclesiales.

Sin entrar aquí en el problema de la definición científica de un movimiento o de una comunidad eclesial, nos interesa aquí delimitar sucintamente las principales características distintivas de los mismos, desde un punto de vista a la vez eclesiológico y sociológico[3]:

1.- Comunidades y Movimientos Eclesiales. Carismas que no se identifican con una sola vocación en la Iglesia, ni siquiera con una sola necesidad, un ámbito peculiar de evangelización o de transformación eclesial y social, sino que más bien se identifican con la propuesta de una nueva espiritualidad, valida para todos y para todo, que desde un aspecto determinado de la experiencia cristiana, renovado y revitalizado, ofrece una nueva síntesis vital de toda la vida cristiana. Estos no pueden simplemente ser entendidos como un asociarse voluntario de personas con el fin de perseguir un objetivo particular de naturaleza religiosa o social. Como explica la carta de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la fe Iuvenescit Eclessia: “El carácter de movimiento las distingue en el panorama eclesial como realidades fuertemente dinámicas, capaces de despertar particular atracción por el Evangelio y de sugerir una propuesta de vida cristiana tendencialmente global, que toca todos los aspectos de la existencia humana”[4].

2.- Principalmente laicales. Aunque a ellos pertenecen sacerdotes diocesanos, religiosos y religiosas, e incluso obispos (de modos diversos), no identificándose con ninguna vocación, nacen y se desarrollan con una especial impronta laical, y con un especial protagonismo de los laicos. Precisamente porque sus espiritualidades no se especifican por vocaciones eclesiales, sino por carismas eclesiales, estás se identifican con la llamada universal a la santidad y se basan fundamentalmente en el bautismo, la palabra de Dios, la comunión eclesial y la presencia transformante en el mundo, características a su vez, sin especificidad ministerial ni consagrada alguna, de la espiritualidad laical. Uno de los signos de los nuevos movimientos, según el historiador Fidel González, es su modo de revitalización de la vocación laical que ayuda a “superar una tentación continua en la historia de la Iglesia y hoy especialmente amenazadora: la de la clericalización de la Iglesia por parte los clérigos, o la de la clericalización de los mismos laicos por ellos mismos o por algunos clérigos”[5]. Muestran una estructura micro-eclesial bastante desclericalizada.

3.- Universales y misioneros. Se trata de movimientos de rápida expansión por todo el mundo. Especialmente capaces de penetrar la vida cristiana en los ambientes más difíciles y secularizados (explicamos después esta característica ampliamente).

4.- Con una intensa experiencia de la comunión: sería su característica común más interna, en cuanto respuesta a dos retos diversos: el reto, en el seno de la Iglesia, de una renovada eclesiología de comunión, y de una llamada a retomar la experiencia más originalmente cristiana, con las primeras comunidades como referente histórico; y el reto de la sociedad, que envuelta en una cultura secularizada y pluralista, se resiste, o esta de vuelta, de la presión que en ella ejercen el laicismo, pero sobre todo la dispersión. Una sociedad que pide a gritos ámbitos comunitarios para los que no basta el fenómeno del asociacionismo (afiliación en torno a unos fines específicos), sino que demanda la experiencia de la acogida, la compenetración, la familiaridad, etc… en definitiva de la comunidad.

5.- Son escuelas de vida. Dice José Luis Restán que “el carisma describe un itinerario, una educación en la fe; ofrece una forma (hecha de palabras y rostros concretos) a través de la cual la persona es sostenida en la memoria de Cristo, aprende a través de una corrección y una caridad continua a valorarlo todo según esa memoria, y a construir sus relaciones en la vida familiar y social como expresión de la misma. De esta forma se realiza un verdadero camino de conversión, en el que progresivamente la fe se hace fuente y criterio de la vida en sus intereses cotidianos: trabajo, familia, educación, cultura, compromiso social y político”[6]. Como explica la carta Iuvenescit Eclessia, “en tales realidades se expresa también una forma peculiar de misión y testimonio, tanto para fomentar y desarrollar una aguda conciencia de la propia vocación cristiana como para proponer itinerarios estables de formación cristiana y caminos de perfección evangélica”[7].

6.- Con capacidad de expresión de la totalidad. Los miembros de los movimientos no tienen una experiencia parcial de la pertenencia eclesial, no sólo porque cualquier inserción eclesial auténtica (familia, parroquia, etc…) no parcializa, sino porque además precisamente su determinación carismática (no funcional) ofrece una especie de micro-experiencia de universalidad eclesial. La carta Iuvenescit Eclessia lo explica claramente: “El agregarse de los fieles con un intenso compartir la existencia, con el fin de aumentar la vida de la fe, la esperanza y la caridad, expresa bien la dinámica eclesial como misterio de comunión para la misión y se manifiesta como un signo de unidad de la Iglesia en Cristo. En este sentido, estos grupos eclesiales, derivados de un carisma compartido, tienden a tener como objetivo el fin general apostólico de la Iglesia[8]. Y la experiencia, como dice José Luis Restán, lo confirma: “De hecho, para muchos hombres y mujeres que viven alejados de todo contacto real con el cristianismo, la percepción de esta unidad nítida y expresiva que provoca la presencia de un carisma, es una introducción transparente para comprender la unidad total de la Iglesia. No sólo no es un límite o un impedimento para acceder a esa comprensión, sino que evita la abstracción y distancia afectiva con que muchas veces se entiende la Iglesia como totalidad”[9].

7.- Y con una particular capacidad de implicación social. Especialmente capaces de penetrar la vida cristiana en los ambientes más difíciles y secularizados, sobre todo en los “nuevos areópagos” que más allá de la dimensión geográfica, constituye la dimensión antropológica de la Nueva Evangelización, y que en el magisterio del Papa Francisco quedan incrementados y revisados por las “periferias” existenciales: “las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”[10].

2.- Que entendemos por acompañamiento e iniciación en los Nuevos Movimientos

2.1.- Movimientos eclesiales y procesos catequéticos ordinarios de iniciación cristiana

¿Ofrecen los Nuevos Movimientos Eclesiales procesos alternativos de catequesis de iniciación cristiana a los que se realizan en las parroquias y en los colegios católicos? ¿Ofrecen por otro lado planes y recursos catequéticos propios?

Excluyendo alguna de las nuevas realidades eclesiales, como es el caso del Camino Neocatecumenal, podemos asegurar que los Nuevos Movimientos Eclesiales no ofrecen sus itinerarios evangelizadores desde una perspectiva catequética, sino desde el primer anuncio (o segundo primer anuncio) para los lejanos y los alejados, y desde particulares y carismáticos acompañamientos pastorales para los creyentes que se acercan y terminan participando de sus comunidades y actividades.

Tampoco, a partir de este encuadre, suelen los nuevos movimientos presentar itinerarios alternativos a los procesos catequéticos parroquiales (o a los de los colegios católicos), en primer lugar a la hora de la integración de sus familias en las parroquias y los colegios, pues las familias que participan en los Nuevos Movimientos inscriben a sus hijos en sus parroquias (o en su caso en los colegios), y no piden ni promueven que estos, los Movimientos, aún constituyendo realmente (tanto vivencialmente como legítimamente) comunidades cristianas, establezcan itinerarios alternativos a las parroquias y colegios de iniciación cristiana.

Tampoco, en general, podemos atribuir a los Nuevos Movimientos iniciativas de elaboración de recursos catequéticos alternativos a los diocesanos. No correspondería aquí entender como excepción a la Acción Católica, que si lo hace como propuesta para las diócesis y las parroquias, dada su específica configuración diocesana, pero no estamos hablando de una institución eclesial que podamos enmarcar entre los Nuevos Movimientos Eclesiales.

2.2.- Movimientos eclesiales y procesos extraordinarios propios de iniciación cristiana.

Aún así, podemos hacernos una segunda pregunta que, si lo pensamos bien, es bien distinta de la anteriores: Los procesos de acogida, acompañamiento personal y comunitario, y propuesta de vida cristiana de los nuevos movimientos, ¿tienen alguna similitud con lo que con rigor podemos definir como procesos de iniciación cristiana?

Al menos podeos responder, con prudencia, que muchas de las características de la catequesis al servicio de la Iniciación Cristiana que el Directorio General de la Catequesis describe (nº 67 y 68), se dan en los procesos evangelizadores de los Nuevos Movimientos. Propongo, para mostrarlo, hacer un recorrido por estas características y glosarlas con algunos ejemplos de los procesos evangelizadores de los Nuevos Movimientos. Dice el Directorio:

La catequesis es una formación orgánica y sistemática de la fe. El Sínodo de 1977 subrayó la necesidad de una catequesis “orgánica y bien ordenada”, ya que esa indagación vital y orgánica en el misterio de Cristo es lo que, principalmente, distingue a la catequesis de todas las demás formas de presentar la Palabra de Dios.

Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, “una iniciación cristiana integral”, que propicia un auténtico seguimiento de Jesucristo, centrado en su Persona. Se trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la vida de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por la Palabra de Dios. Se ayudará así al discípulo de Jesucristo a transformar el hombre viejo, a asumir sus compromisos bautismales y a profesar la fe desde el “corazón”.

La catequesis es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana.

En síntesis, la catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional; por ser formación para la vida cristiana, desborda -incluyéndola- a la mera enseñanza; por ser esencial, se centra en lo “común” para el cristiano, sin entrar en cuestiones disputadas ni convertirse en investigación teológica.

En fin, por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe. Ejerce, por tanto, al mismo tiempo, tareas de iniciación, de educación y de instrucción. Esta riqueza, inherente al catecumenado de adultos no bautizados, ha de inspirar a las demás formas de catequesis.

Fijémonos en estos tres puntos, que recogen varios aspectos de esta descripción:

  • Una iniciación cristiana integral, que educa en el conocimiento y en la vida de fe, y se centra en lo “común” para el cristiano:
  • Catequesis “orgánica y bien ordenada”, que desborda -incluyéndola- a la mera enseñanza:
  • Transformación el hombre viejo, asunción de los compromisos bautismales y profesión de la fe desde el “corazón”:

2.2.1.- Una iniciación cristiana integral, que educa en el conocimiento y en la vida de fe, y se centra en lo “común” para el cristiano:

Podemos decir con propiedad que en los Nuevos Movimientos se dan procesos de iniciación a la experiencia cristiana determinada por el carisma recibido (y que la Iglesia reconoce tanto en sus fundadores o iniciadores como en sus obras). Se trata de procesos de iniciación cristiana integral, dado que estos carismas no están marcados por una finalidad particular de la misión eclesial, ni por la vocación particular, sino que introducen en la totalidad e integridad de la vida cristiana de sus miembros, ya sean niños, jóvenes, padres, abuelos; ya sean laicos o sacerdotes, ya estén en la retaguardia o en la vanguardia de los grandes y pequeños (de todos) desafíos de la Iglesia.

Pensemos en laicos casados pertenecientes a los Nuevos Movimientos: la mayoría de ellos han encontrado el Movimiento estando alejados de la Iglesia. En el encuentro con el testimonio de otros, o en el contexto de alguna iniciativa del mismo (muy similar a la experiencia del encuentro con la Iglesia en una parroquia), han percibido la novedad cristiana, se han sentido atraídos por ella, y de modo espontaneo empieza a participar en el mismo. Pero cuando llevan un tiempo, alguien les pregunta si quieren dar un paso más: el de un proceso de integración, de formación, de profundización. Pues bien, el proceso (que normalmente cuenta con formatos temporales determinados: un principio y un fin) deviene en un acompañamiento comunitario (un pequeño grupo de referencia dentro de ámbitos o ramas más amplias). Ha aprendido (y sigue aprendiendo) a ser cristiano en su vida cotidiana, no a dedicarse a una misión específica exclusiva, aunque elija algunos de los campos de la misión del Movimiento con los se sienta más identificado: apostolado familiar, transformación social, etc…

Esta “no especialización” tanto de la identidad como de la misión del miembro de un Movimiento, no quita que el carisma de cada movimiento acentué diversos ámbitos de la misión de la Iglesia (en Comunión y Liberación el diálogo fe/cultura, en San Egidio la amistad con los pobres, en los Focolares ser artífices de comunión y de unidad en la sociedad, etc…), o que algunos de ellos hagan experiencias extraordinarias (ir a promover el Movimiento en otro lugar, implicarse en programas de misioneros laicos, etc…), pero no tienen, como es el caso no de todos pero si de muchos los miembros de la vida consagrada, una misión especifica marcada por su carisma, sino que integran todos los ámbitos de la misión eclesial.

2.2.2.- Catequesis “orgánica y bien ordenada”, que desborda -incluyéndola- a la mera enseñanza:

Podemos también afirmar en la mayoría de los Nuevos Movimientos estos procesos constituyen verdaderas “indagaciones vitales y orgánicas en el misterio de Cristo”. Pensemos por ejemplo en las Escuelas de Comunidad de Comunión y Liberación, en las que los miembros siguen a través de los libros-guía de su fundador y de sus maestros itinerarios sistemáticos de apertura, acogida y “verificación” de la propuesta cristiana, itinerarios marcados no sólo y no tanto por los espacios (“grupos” y “programas”), sino por los “tiempos” personalizados del acompañamiento personal.

O pensemos en la red de elementos formativos experienciales del Movimiento de los Focolares: la experiencia compartida de la Palabra de Vida (catequesis bíblica basada también en la verificación en la vida cotidiana), los puntos de la espiritualidad (que establecen un recorrido orgánico de la experiencia cristiana que apuntan a los contenidos del credo), los aspectos de la vida cristiana (que abordan todos los ámbitos personales, familiares y sociales de la persona), y los instrumentos de la comunión (el coloquio personal, la comunión de alma, la comunión de experiencias, etc..) que configuran el soporte de acompañamiento personal y comunitario de sus miembros en su procesos de maduración en la vivencia de la fe.

2.2.3.- Transformación el hombre viejo, asunción de los compromisos bautismales y profesión de la fe desde el “corazón”:

Los nuevos movimientos suelen ser ámbitos propicios de conversión. No tanto (al menos con respecto a otras iniciativas y experiencias eclesiales) de grandes y radicales conversiones provenientes de situaciones dramáticas o sombrías, ni de otras religiones y confesiones cristianas, dada su vocacional implicación ecuménica y de diálogo interreligioso que propicia más experiencias de diálogo y de incorporación en lo posible de cristianos de otras confesiones y de fieles de otras religiones.

Pero si, en general, suelen ser ámbitos de conversión tanto de personas provenientes de la indiferencia o prescindencia religiosa como sobre todo del alejamiento de la fe y de la iglesia, o desde la tibieza, del “cansancio de la fe” del que hablaba Benedicto XVI, o de la mundanización de la vida cristiana, de la que habla el Papa Francisco.

En este contexto es interesante comprobar como en la experiencia de los Nuevos Movimientos la referencia paulina al paso del hombre viejo al hombre nuevo es moneda corriente en el testimonio de sus miembros, pero también, en el mensaje de los Nuevos Movimientos, se insiste en todos ellos en que su finalidad consiste en proponer y promover por un lado un redescubrimiento de la vocación bautismal, como una maduración con respecto a la traducción del mismo en un mayor compromiso “bautismal” del cristiano, priorizando siempre -y este es incluso un acento clave en la espiritualidad de los sacerdotes que participan en los grupos sacerdotales de los Nuevos Movimientos, la vocación bautismal a las vocaciones específicas de ella derivadas.

3.- Conclusión: Al hilo de Evangelii Gaudium

Por último, en los Nuevos Movimientos aparece permanente, más allá de que debatamos sobre si fruto o no de un procesos sistemático catequético de iniciación cristiana, un camino, un recorrido, que desemboca en una madura, alegre y vital confesión de la fe cristiana. Podemos ciertamente decir, y valga esta afirmación como conclusión, que en los Nuevos Movimientos se propicia lo que describe el Papa Francisco en Evangelii Gaudium (161-168).

La evangelización que realizan los Nuevos Movimientos sin duda centra su kerygma en el anuncio del “amor salvífico de Dios”, desde el testimonio de sus miembros, “previo” a cualquier consideración de las obligaciones morales y religiosas, apelando a la libertad, y con las “notas de alegría, estímulo, vitalidad”, ofreciendo “una integralidad armoniosa” que no reduce su propuesta “a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas”, sino que muestran en el testimonio de sus miembros “ciertas actitudes que ayudan a acoger mejor el anuncio: cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena”.

Los Nuevos Movimientos, por otro lado, también se afanan en “encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra”, y si algo han aportado y siguen aportando a la misión evangelizadora de la Iglesia se debe también a en muchos han visto en sus miembros, “alegres mensajeros de propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una vida fiel al Evangelio”, siendo los más avezados auténticos “mistagogos de la fe” para los más nuevos.

Pero sobre todo, los Nuevos Movimientos se inscriben en la larga lista de iniciativas e instituciones eclesiales que promueven el “arte del acompañamiento”, “para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Y aportan a su modo también “un ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana”.

[1] Cf.: MANUEL MARÍA BRU. Testigos del Espíritu. Los nuevos líderes católicos: movimientos y comunidades (Madrid: Edibesa, 1998), Primera Edición. pp. 279-282.

[2] Me parece muy acertada la propuesta de Jesús Castellano de la necesidad de un criterio objetivo de investigación sobre los movimientos, única base sobre la que poderse apoyar cualquier aventurado intento de clasificación. Cf.: JESÚS CASTELLANO, Carismas para un tercer milenio (Burgos: Monte Carmelo, 2003), pp. 64-66.

[3] Cf.: MANUEL MARÍA BRU, “Los nuevos carismas eclesiales, generadores de cultura”, Verdad y Vida 231/LIX (Madrid: 2001), pp. 309-316.

[4] CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Carta Iuvenescit Ecclesia (sobre la relación de los dones jerárquicos y carismáticos para la vida y la misión de la Iglesia), del 15 de mayo de 2016, nº 2

[5] FIDEL GONZÁLEZ, Los movimientos en la historia de la Iglesia. Madrid: Ediciones Encuentro, 1999, p. 183.

[6] JOSÉ LUIS RESTÁN, “Nueva Evangelización y movimientos eclesiales” (Ponencia en el Congreso de Evangelización, Madrid: 1997).

[7] CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Carta Iuvenescit Ecclesia. Documento citado, nº 2.

[8] Ibid.

[9] JOSÉ LUIS RESTÁN. Texto citado.

[10] Descritas por primera vez en la nota del Cardenal Bergoglio para la intervención en las Congregaciones Generales el 23 de marzo de 2013, titulada “La dulce y confortadora alegría de evangelizar”, y hecha pública por el Cardenal de la Habana Jaime Ortega en la revista diocesana Palabra Nueva del mismo mes con permiso del ya Papa Francisco. Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013), nº 20.