Ponencia en la Parroquia de San German del lunes 16 de septiembre

LOS 12 VERBOS DE MI RELACIÓN CON MARÍA

Por Manuel María Bru Alonso (Delegado Episcopal de Catequesis)

PDF CON LA PRESENTACIÓN DE LA PONENCIA: LOS 12 VERBOS DE MI RELACION CON MARIA

“María es demasiado sencilla y está demasiado cerca de nosotros como para ser contemplada. Ella es cantada por corazones puros y enamorados que expresan, así, lo mejor que hay en ellos. Trae lo divino a la tierra, suavemente, como un plano inclinado que desde la inmensa altura de los Cielos desciende a la infinita pequeñez de las creaturas. Es la Madre de todos y de cada uno, la única que sabe balbucearle y sonreírle a su niño, de una manera tal que cualquiera, por pequeño que sea, puede gozar de esas caricias y responder con su amor a ese amor. A María no se la comprende, porque está demasiado cerca de nosotros. Destinada desde toda la eternidad a traer a los hombres las gracias, divinas joyas del Hijo, está junto a nosotros y espera, siempre paciente, que advirtamos su mirada y aceptemos su don. Si alguno, para su dicha, la comprende, Ella lo transporta a su reino de paz, donde Jesús es Rey y el Espíritu Santo es el aliento de ese Cielo”

(Chiara Lubich: María, corazón de la humanidad. Ciudad Nueva: Madrid 1992, p.27)

 ESQUEMA DE LA PONENCIA

  1. Contemplar a María
  2. Rezar a María
  3. Amar a María
  4. Imitar a María
  5. Caminar con María
  6. Rezar como María
  7. Hablar como María
  8. Callar como María
  9. Unir como María
  10. Liberar como María
  11. Esperar como María
  12. Ser María

ORACIÓN: QUEREMOS COMULGAR CONTIGO, MARÍA (Manuel María Bru)

María, Madre de los apóstoles, Madre de la Iglesia, queremos que también ocupes el lugar que te pertenece en nuestras casas. Con Juan ante la cruz te invitamos a entrar y a quedarte en nuestra casa, y queremos reconocerte como la madre, la primera entre las madres de nuestras familias.

  • Queremos que compartas con nosotros el pan de nuestro pequeño «cenáculo», tu que estuviste, y estas siempre, en el cenáculo de la oración y de la Eucaristía, con el pueblo de los discípulos de tu Hijo.
  • Queremos que entres en lo intimo, en lo privado, en lo cotidiano de nuestra convivencia, queremos que nos enseñes a tratarnos como tu nos tratas, como tu trataste a tu hijo, como trataste después a Juan y a los demás apóstoles, sabiendo que en ellos también está tu Hijo que les había dicho: «a quien vosotros escucha, a mí me escucha»
  • Queremos en esta hora vespertina de oración y de sosiego, pedirte tantas cosas que necesita nuestra vida, pedirte a ti también, como los discípulos de Emaus a Jesús Resucitado: «Quédate con nosotros, que la tarde está cayendo».
  • Quédate con nosotros, tu también, Gloriosa y Bendita Virgen María, porque desde tu Asunción a los Cielos, junto a Tu Hijo resucitado, Señor de cielo y tierra, a la derecha de Dios Padre, en el amor siempre desmesurado hacia Ti del Espíritu Santo de Dios, en la paz y la plenitud de la compañía de los Santos que tanto te han querido, en la gloria de los ángeles que te sirven, con un manto de compasión y protección, aún itinerante, como Tu Hijo, en la marcha de la Iglesia, a todos nos convocas, nos reúnes, nos juntas, nos abrazas, con el único deseo, ardiente deseo, de que se cumpla el Testamento de Tu Hijo: «Que todos sean uno, para que el mundo crea».
  • Quédate con nosotros, en nuestras parroquias, en los grupos y movimientos, en las comunidades religiosas, contemplativas, misioneras, ejemplares, y en esas Iglesias domésticas que son cada una de nuestras familias.
  • Quédate con nosotros, porque te necesitamos, necesitamos comulgar también contigo, para que haciéndonos uno con tu manera de ser, la comunión con tu Hijo no sea una farsa. Necesitamos comulgar con tu fidelidad, para hacer de nuestra vida un «Si» como el tuyo a la Voluntad de Dios, sin excusas, sin medias tintas, sin fisuras, sin paréntesis, sin costuras, que de sentido a nuestro pasado, valor a nuestro presente, confianza a nuestro futuro, que haga que entendamos y que vivamos nuestra vida como una aventura divina.
  • Necesitamos comulgar con tu servicialidad, para saber estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos, para no escatimar tiempo, esfuerzo, dinero, dedicación e inteligencia, en todos aquellos que como tu prima Isabel, se alegrarán con nuestra solicitud, y acogerán con agrado la Palabra de Dios, y con nosotros también le alabarán.
  • Necesitamos que nos des un poco de tu alegría, de tu desinterés, de tu humildad, de tu delicadeza, de tu naturalidad, y de tu valiente serenidad para denunciar las injusticias y proclamar las promesas de Dios a los pobres a quienes colma de bienes, como hiciste tu en el Magnificat, como la Iglesia no deja de hacer, aunque tantas veces le faltan nuestras voces, y lo que es peor, nuestra conciencia, nuestra sensibilidad.
  • Necesitamos comulgar contigo en tu manera de dar a Jesús al mundo, sin necesidad de subir a la cátedra, sin necesidad de imposiciones, sin necesidad de convencer, sin necesidad de exigir, sin necesidad de sentenciar, sólo dejando que nazca, preparándole el camino, sembrando un ambiente de amor, pasando a un segundo lugar, poniendo a Jesús en medio de su pueblo, abriéndole paso en los lugares más recónditos de nuestro pequeño o grande mundo, haciendo ese vacío, típicamente tuyo, que permite que Jesús se haga hueco, se haga presente, y todos respiren, palpen, sientan esa paz única de su presencia, aunque aún no sepan muy bien que es Él el que esta.
  • Necesitamos comulgar contigo con tus gestos de Madre, porque en la Iglesia, en la familia, y en la sociedad, hacen falta hombres y mujeres que hagan de madre, que quieran como una madre, que se preocupen de las personas como sólo sabe hacer una madre con sus hijos, como sólo sabes hacer tu con todos, madre universal, madre de todos los hombres.
  • Necesitamos comulgar contigo con tu capacidad para afrontar las dificultades de la vida, los malos augurios, como en el templo, los atropellos de los poderosos, como cuando tuviste que uír a Egipto, y los momentos de soledad y desasosiego, como cuando perdiste a Jesús, como cuando en esa, y posiblemente en otras ocasiones, ni tu misma le entendías, y tu misma sabías dar respuesta a todos los “por qué”.
  • Necesitamos comulgar contigo en la más excelsa serenidad con la que criatura alguna ha vivido el dolor, el dolor más desgarrador, el dolor del alma, el dolor de una madre, a los pies de su Hijo en la cruz. Necesitamos comulgar contigo en ese saber estar, en ese saber perder, en ese saber creer. Necesitamos comulgar contigo en ese saber amar, al hijo moribundo, y al nuevo hijo significado en Juan, en la persona de todos tus hijos, nuestros hermanos, y sobre todo de los que, por una u otra razón, más se parecen a Tu hijo en la cruz.
  • Necesitamos comulgar contigo en la vida, la oración, la celebración y la misión de la Iglesia, donde tu no faltas, donde siempre podemos tenerte como modelo máximo, donde el Reino de Dios, como una semilla, empieza a madurar para el cielo, donde tu nos esperas, con tu Hijo glorioso, para poder estar eternamente con vosotros.