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Giuseppe Maria Zanghí parte de la relación del hombre con el Absoluto, presente en la cultura de todos los pueblos, para llevarlo a su punto culminante con la encarnación del Logos divino. Mientras que la filosofía griega, recorriendo el camino del logos-palabra, quería llegar al silencio contemplativo del Absoluto, y la sabiduría oriental elegía el mismo silencio como camino, el Cristo expresa un silencio que habla, una palabra que se hace espacio de acogida total. La palabra es lugar de la manifestación del Verbo de Dios y, por tanto, lugar de creación y de revelación.