Homilía del Domingo 8 de octubre de 2016: DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

1.- La Palabra de Dios es tozuda: indaga como ninguna otra palabra la verdad humana, sus vicisitudes constantes, sus reacciones, su interioridad. Claro, es la Palabra de quien creo al hombre, y de quien lo redimió de su ruina. ¿Qué realidad humana nos descubren las lecturas de este domingo?

  • Que es de sabios rectificar: En el Segundo libro de los Reyes Naamán el sirio se convierte al único Dios verdadero, porque haciendo caso al profeta Elías confió en él y recibió de Dios la curación. Los sacerdotes conocemos a cientos “naamanes” de hoy: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, cuyo único dios en su vida había sido el dinero y el disfrute, y cuando les llegó el momento de la verdad (una enfermedad, un fracaso, o el milagro de haber vuelto a nacer, etc…), han encontrado de verdad al único Dios verdadero, y han decidido, como Naamán el sirio “no ofrecer holocaustos a otros dioses fuera del Señor”.
  • Que la verdad y el bien siempre se abren camino: Como hemos reconocido en el Salmo 97, “los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”. Sólo Dios vence. Nadie gana en las contiendas humanas. Sólo Dios sabe sacar de los escombros de la miseria humana un puñado de testimonios heroicos de incalculable valor. Y a todos los que parecen triunfar en esta vida a costa de los demás, les llegará la hora del llorar amargo por haber tirado la vida por la borda. Y en cambio, a que tanto se les ha hecho llorar, encontrarán al fin el gozo eterno del abrazo de Dios.
  • Que siempre hay un respiro para la libertad, porque la Palabra de Dios nunca está encadenada, como no está encadenado nunca el hombre que ama, que dice la verdad, que persevera hasta el final, que es fiel, que da su vida por mantener su libertad, la de elegir a Dios y a su voluntad. San Pablo, en su Segunda Carta a Timoteo lo deja bien claro: “Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él”.
  • Y por último, que es de bien nacidos, ser agradecidos. Con el encuentro cara a cara con cada hombre y sus circunstancias, Jesús nos descubre que a la postre también todos nos retratamos con nuestros gestos. Sólo uno de los diez leprosos curados volvió para darle gracias a Jesús. Y al subrayar que se trata del único extranjero, de un samaritano, nos dice a todos que las apariencias engañan, y que al final lo que cuenta es el corazón, que siempre se manifiesta, y no el “curriculum religioso” del que se gloriaban no pocos compatriotas de Jesús.

2.- Tres enseñanzas, por tanto, sobre nuestra libertad:

  • En primer lugar, que nunca es tarde para elegir o reelegir el camino de la verdad, como Naamán el sirio, y reconducir la vida;
  • En segundo lugar, que aunque ahogasen nuestra libertad exterior, y aunque parezca que la corriente del “todos viven así” nos arrastre, siempre nos queda la libertad interior y el poder decidir, en el fondo del corazón, seguir el camino recto con Dios y hacia Dios;
  • Y en tercer lugar, que si nuestro corazón va a la conquista de la verdadera libertad, deviene en la humilde y permanente actitud de alabanza y de agradecimiento a Dios y a los demás.

3.- Víctor Frankl sobrevivió al campo de concentración de Auschwitz por creer que el ser humano es superior a las adversidades de su existencia. El padre de la logoterapia (terapia del sentido) creía en la libertad interior:

  • Tan sólo llevaba nueve meses casado cuando, él y toda su familia, fueron trasladados a campos de concentración. Y una de las razones que encontró para seguir viviendo fue su dimensión espiritual. Ésta le permitió sonreír y, a los que le tenían preso, no les dejó anular su dignidad.
  • Le habían quitado todo aquello que configuraba su vida: familia y profesión, pero no el pensamiento. A pesar de su dolor se marcó el objetivo de ayudar a sus compañeros trabajando como médico y psicoterapeuta. No quería ver como muchos de sus amigos se quitaban la vida. Dio todo aquello que poseía para ayudar y ayudarse. Todos, en circunstancias tan distintas, siempre podemos encontrar que la mejor manera de salvarnos y liberarnos es salvando y liberando a los demás.
  • La represión de la libertad exterior genera dolor, pero no acaba venciendo, porque la libertad interior de las personas y de los pueblos es invencible; al final las ideologías totalitarias y el relativismo, pasarán. Pero la fuerza imparable de la búsqueda de la verdad, la libertad interior que Dios ha sellado en el alma humana, no pasará nunca.

4.- Señor: libérame de toda opresión, pero sobre todo, de perder mi libertad interior, para reconocer mi dignidad de hijo y esperar en tu amor.