La Biblia tiene varios ejemplos de mujeres temerosas de Dios que marcaron la diferencia en su momento. Esas mujeres se destacaron en un mundo dominado por los hombres, y demostraron que Dios nos usa a todos para cumplir sus propósitos. Además de María de Nazaret, la madre de Jesús, estas son 14 mujeres que se destacaron, pero no son las únicas…

  1. Sara, aunque ya estaba entrada en años, abandonó todo para vivir el resto de su vida en tiendas de campaña. Ella permaneció siempre al lado de su esposo, Abraham, apoyándolo. Sara creyó a Dios, y con 90 años, vio realizado su sueño de tener un hijo. Dios llenó su corazón de alegría.

Sara dijo: “Dios me hizo reír; todo el que lo oiga, reirá conmigo” (Génesis 21,6).

  1. Miriam nació y creció como esclava en Egipto. Cuidó de su hermano Moisés cuando él era un bebé. Ese es el mismo Moisés a quien Dios usó para liberar al pueblo de la esclavitud. Además de ser líder de alabanza, Miriam era profetisa y era muy respetada por el pueblo hebreo.

Miriam entonaba: “Cantaré al Señor, pues se cubrió de gloria, | caballos y jinetes arrojó en el mar” (Éxodo 15,21).

  1. Rajab era una prostituta de Jericó que salvó la vida de dos espías hebreos. Esa fue la razón por la que su familia se salvó cuando los hebreos atacaron Jericó. Gracias a su fe esta mujer despreciada se ganó un lugar entre el pueblo de Israel, llegó a ser uno de los antepasados de Jesús y obtuvo un puesto entre los héroes de la fe.

Por fe, la prostituta Rajab acogió amistosamente a los espías y no pereció con los rebeldes (Hebreos 11,31).

  1. Débora era una profetisa y jueza que lideraba a Israel cuando no había rey. Ella convocó el ejército y animó a los guerreros a derrotar a los opresores. Bajo el liderazgo de Débora, Israel tuvo paz durante 40 años.

Se interrumpió la vida de los pueblos, se interrumpió en Israel, y yo, Débora, me puse en pie, me puse en pie como una madre en Israel (Jueces 5,7).

  1. Rut no era israelita, pero se ganó un lugar entre el pueblo de Dios por su dedicación a Dios y por el amor a su suegra. Ella abandonó su casa y su familia para servir a Dios. Rut era trabajadora y respetuosa. Conquistó el corazón de Booz y fue la bisabuela del rey David.

Pero Rut respondió: «No insistas en que vuelva y te abandone. Iré adonde tú vayas, viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios (Rut 1,16).

  1. Ana no podía tener hijos, pero confiaba en Dios y oró con fe por uno. Cuando Dios se lo dio, ella se lo dedicó como muestra de agradecimiento. Samuel se crió en el templo y llegó a ser un gran profeta.

Ana oró, diciendo: “Mi corazón se regocija en el Señor, mi poder se exalta por Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación (1 Samuel 2,1).

  1. Ester era una chica israelita que ganó el concurso de belleza más importante de su tiempo y se convirtió en la reina de Persia. Ella fue muy valiente y arriesgó su vida para salvar a su pueblo de una gran masacre. Dios le dio belleza, gracia e inteligencia a Ester para que ella pudiera proteger a su pueblo.

El rey la prefirió a las demás mujeres y la trató con especial cariño y bondad, hasta el punto de coronarla y nombrarla reina en lugar de Vasti (Ester 2:17).

8.- La profetisa Ana, que significa “agraciada o favorecida”. Simeón y Ana son de los pocos testigos que consiguieron ver al Mesías en el niño recién nacido Ana no sólo reconoció a Cristo, sino que comenzó también a expresar su reconocimiento a Dios y a hablar de él a todos los que aguardaban la redención en Jerusalén:

Estaba también, Ana, profetisa… y no se apartaba del Templo, sirviendo al Señor de noche y de día con ayunos y oraciones. Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén (Lucas 2,36-38).

9 y 10. Marta y María son las hermanas de Lázaro de Betania, y en muchas ocasiones él y sus discípulos se alojaron en su casa. Tenían una estrecha amistad con Jesús, y fueron discípulas dedicadas y entregadas a él, lo que le permitió a María para ungirlo y prepararlo para el entierro. Marta era una mujer de gran fe y agudeza espiritual. Cristo las puso de modelo de cómo se hace compatible el trabajo y la oración. Jesús elogió a María por escuchar atentamente sus enseñanzas y Marta, por su parte, fue la primera en reconocer que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios:

Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo” (Juan 11,25–27).

11.- Claudia Prócula, esposa de Poncio Pilato, una mujer que reconoce la inocencia de Jesús y tuvo el coraje de abogar por él:

Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: “No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él” (Mateo 27,19).

12.- María Magdalena conoce a Jesús, recibe de él el perdón de sus pecados y se convierte en su discípula más fiel. Es la primera persona de la historia en ver a Jesús Resucitado, ella misma les da la noticia a los apóstoles, que enseguida se encontrarán con Él, convirtiéndose en la primera evangelizadora.

Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando (Marcos 16,9-10). 

13.- La samaritana, cuyo nombre no conocemos, aunque era muy conocida en su ciudad, después de su mala vida pasada, se convirtió en evangelizadora al conocer algo muy poderoso que impactó su corazón: las fuentes de agua viva que Cristo le descubre cuando la encontró junto al pozo de Jacob. El fervor misionero se apoderó del corazón de esa mujer, que llevó las palabras de Jesús a su pueblo, que no lo conocía: 

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?” (Juan 4, 28-29). 

  1. Priscila es un ejemplo del trabajo en equipo. Ella trabajaba con su marido, Aquila, difundiendo la palabra de Dios. Ellos eran amigos de Pablo y fundaron una iglesia en su casa. Priscila y Aquila también enseñaron y prepararon a un hombre llamado Apolos para la obra de Dios.

Saludad a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, 4que expusieron sus cabezas por salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las iglesias de los gentiles (Romanos 16,3-4)

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis del Arzobispado de Madrid