La Navidad jamás debería dejar de sorprendernos, como jamás dejará de atraer y cambiar a hombres y mujeres de cualquier tiempo y lugar. La liturgia del Segundo Domingo de Adviento nos lo explica, y también nos da las claves para entender la persecución religiosa de los cristianos en Navidad:

  • Hemos escuchado como ya en el Antiguo Testamento, entre otros testimonios en el texto del libro del Eclesiástico, el Espíritu Santo había inspirado en los autores sagrados la personificación de la sabiduría de Dios, no como algo sino como alguien que se reconoce a si mismo junto al Padre y que es enviado a establecerse en medio de su Pueblo.
  • Hemos agradecido con el salmo 147 la novedad de esta empeño de Dios por su pueblo, que “envía su mensaje a la tierra”, pues “con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer su mensaje”, al hacerle participe de su sabiduría, que culminará en el misterio de la Encarnación del Verbo.
  • Hemos conocido, a través de la carta de San Pablo a los Efesios, el doble regalo de este misterio:
  • Como por un lado, Dios nos ha destinado a ser, en Cristo, sus hijos, haciéndonos “santos e irreprochables ante él por el amor”.
  • Y como por otro, esta dispuesto, si humilde y libremente se lo pedimos, a darnos “su espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo”, y “a iluminar los ojos de nuestro corazón”, para que comprendamos cual es “la esperanza a la que nos llama”.
  • Y lo hemos reconocido, por el Evangelio de San Juan, como “Palabra eterna del Padre, que estaba junto a Dios, que era Dios”, y que “por medio de la cual se hizo todo”, que “se hizo carne, y acampó entre nosotros”.

Esta es la piedra angular de nuestra fe, la que escandalizo al mundo de aquel tiempo, y la que escandaliza hoy al mundo en el que vivimos:

  • Escandaliza hoy a los perseguidores silenciosos del ateísmo occidental, que consideran que creer en Cristo es algo contraproducente,
  • porque promueve una conciencia social que limita la autonomía moral basada en el interés personal,
  • porque propicia una fraternidad incontrolada por los poderosos así como el peligrosísimo perdón y amor a los enemigos.
  • Y escandaliza hoy a los cruentos perseguidores del radicalismo islámica. Como todos sabemos, los musulmanes moderados entiende la Yihad, la «guerra santa» como la lucha interior del hombre por huir del mal y hacer el bien, por hacer la voluntad de Dios.
  • Pero algunos que se llaman seguidores de Mahoma, fanáticos extremistas que se escudan en la religión para defender su ideología totalitarista y violenta:
  • creen que Dios es altivo, impositivo, e inmisericorde,
  • creen que como creyentes deben aniquilar a los que no compartan su fe, entendida como mera sumisión,
  • y propician estados totalitarios que conculcan la libertad religiosa y todas las demás libertades humanas.

Por eso, mientras nosotros celebramos pacíficamente la Navidad, millones de hermanos nuestros en Cristo sufren persecución, hoy sobre todo víctimas de este fanatismo islámico, que ciertamente no es obra de Dios. Por eso hoy os propongo que tengamos presentes a quienes sufren por creer en que Dios se ha hecho uno de nosotros, y no escandalizarse de su amor:

  • Como el joven Jhon Aba, de Nigeria, que nos cuenta lo que le ocurrió un domingo en misa: “estábamos arrodillados. El sacerdote estaba a punto de comulgar, cuando oímos como un coche derribaba el muro exterior del templo. A continuación se produjo la explosión y perdí el conocimiento”. Muchos cristianos murieron en ese atentado. John perdió completamente la vista. Y cuenta: “Pero nunca deje de confiar en Dios. Dos meses y diez días después, tras varias operaciones, comencé a ver algo con un ojo. Cuando oyen mi historia dicen: sí, Dios existe”.
  • O como Martín, joven seminarista iraquí, que aún teniendo visado para ir con familiares suyos a California, se prepara en el Seminario de Erbil, para un día poder volver a su ciudad natal, Karamiesch, para hacer renacer la comunidad cristiana aniquilada, afligida y deportada.
  • O Maryam Waleed, niña iraquí refugiada en Quaraquos, nos cuenta: “Lo que nos quitaron era todo material, pero no nuestra alma, nuestro amor, nuestra vida. No siento odio hacia los de Daesh, les perdono y doy gracias a Dios porque me ha hecho sentir en paz y porque somos más cristianos que antes”. Precisamente este año la Campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada es para que puedan volver a casa estos cristianos perseguidos.
  • Ciertamente, “La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y el mundo no la conoció. Pero a cuantos la revivieron, les da poder para ser hijos de Dios”.

 

La Campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada de este año nos pide oración y ayuda para los cristianos de Irák y de Siria que vuelven a sus casas, después de haberlo perdido todo por la persecución: