No hace mucho le preguntó un obispo español al Papa: Santo Padre: ¿Cómo podría yo explicar a la gente sencilla que significa su idea de una “iglesia en salida”? Parca y escueta fue la respuesta de Francisco, y clara, como se le pedía: practicando las obras de misericordia.

Ponerse las pilas en la realización de las obras de misericordia es tal vez la mejor manera de ponerse a tono:

  • con la Iglesia que se pone en máxima tensión misionera,
  • con la Iglesia rejuvenecida que el Espíritu susurra al oído del Papa,
  • con la Iglesia de las periferias geográficas y existenciales,
  • con la Iglesia que arriesga a quedar herida e incluso a equivocarse, antes de quedar inmóvil, paralizada en su inquietud ante el presente, en su nostalgia del pasado, o en su miedo por el futuro.

Las lecturas de hoy nos enseñan que “Cristo es el rostro de la misericordia del Padre”:

  • Ya Isaías profetizaba que el Mesías nos salvaría entrando su vida, que en el sufrimiento de la cruz nos daría la gran lección de la misericordia.
  • Con el salmo 32 hemos expresado nuestra suplica a Cristo: “Que tu misericordia Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”.
  • La Carta a los Hebreos nos explica que Cristo es sacerdote, es decir, puente entre Dios y los hombres, porque siendo Dios es capaz de compadecerse de debilidades de los hombres.
  • Y en el Evangelio de Marcos Cristo, el servidor de todos (el primero en realizar las obras de misericordia), nos urge a vivir desde la misericordia: “el que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor”.

Las obras de misericordia son obras, no elucubraciones abstractas, diseños de utopía o buenas y santas intenciones.

  • Son obras directas, que se conjugan en infinitivo: dar, vestir, visitar, perdonar, servir, enseñar, corregir, consolar, rezar…, en definitiva amar.
  • Pero además se conjugan con verbos transitivos: necesitan de un sintagma nominal no determinado por cosas sino por personas:
    • el hambriento al que dar de comer,
    • el sediento al que dar de beber,
    • el necesitado al que dar posada,
    • el desnudo al que vestir,
    • el preso al que socorrer,
    • el discípulo al que enseñar,
    • el dubitativo a quien aconsejar,
    • el injurioso al que perdonar,
    • el triste al que consolar,
    • el hermano por el que rezar,
    • e incluso el muerto al que enterrar.
  • Y ya sean corporales o espirituales son obras concretas. Nos revelan que el examen final, el único con consecuencias eternas, no es un examen teórico sino un examen práctico. Si, como dice San Juan de la Cruz, en el último día nos examinaran en el amor, es evidente que no será un examen sobre la teología del amor, sino sobre la realización del amor.
  • EL DOMUND nos enseña que los misioneros son el primer rostro de la Iglesia que o es misionera o no es iglesia, o es concreta o no es Iglesia, o pone en obra las obras de la misericordia, o no confiesa al Dios de la misericordia.
  • El video del Domund del Año Santo de la Misericordia se titulaba “Como la lluvia fina sobre el campo”, por una bellísima frase de William Shakespeare: “la cualidad de la misericordia no es forzada. Cae como lluvia fina sobre la tierra”.
  • Y termina con una frase conmovedora de un buen hombre que le dice al misionero: “Sabes cuales es para nosotros la demostración de que Dios existe? Eres tu, con tu vida, con la entrega de tu vida”.

Unámonos en la oración por todos los misioneros, enviados a anunciar con su palabra y su vida, por todo el mundo, la misericordia de Dios: 

Padre bueno, Dios rico en misericordia,

concédenos la gracia de seguir el camino de los misioneros y misioneras.

Ellos nos enseñan a ser Iglesia «en salida»,

a vencer la comodidad y el miedo,

a tomar la iniciativa, movidos por el Espíritu;

a salir al encuentro del otro para mostrarle esa infinita misericordia

de tu corazón que ellos mismos han conocido.

Entregados a Ti en el servicio a los pobres,

muestran las puertas siempre abiertas de la Iglesia:

el lugar de la misericordia gratuita,

donde cada persona puede sentirse acogida, amada,

alegre por el perdón y alentada a vivir según la vida buena del Evangelio.

Señor, que aprendamos de estos hermanos nuestros a ser «discípulos misioneros», testigos convincentes de tu misericordia.