Título: El secreto de la fragilidad.

Autor: Brunetto Salvarani, Moni Ovadia, Lidia Magg, Piero Coda.

Editorial: Ciudad Nueva.

Son apenas cincuenta y seis páginas, pero yo declararía este pequeño librito de bolsillo como el libro de cabecera para vivir con el sosiego de la fe en estos tiempos difíciles de Pandemia, en los que las manifestaciones de nuestra debilidad nos llevan a dudar de la imagen demasiado estereotipada de un Dios sólo todopoderoso y omnipotente, que parecería insensible e inmóvil ante nuestra desgracia. Cuatro pensadores de lo más variopinto (dos teólogos católicos, una teóloga protestante, y un escritor judío) comparten con nosotros sus atrevidas miradas al Dios en el que creemos que hacen tambalear nuestras percepciones demasiados simplificadas sobre la fe que profesamos:

Profesor de la Facultad de Teología de Emilia Romaña, Brunetto Salvarini, iluminando la experiencia de la fragilidad humana desde el Antiguo Testamento, nos lleva entre otras a esta reflexión sobre la capacidad de cambiar que la misma fe nos proporciona: “En el exilio, Israel estaba llamado a reinventar desde el inicio sus estilos de vida, sus códigos de conducta, su mismo lenguaje. Con valor, sin miedo, aceptando el riesgo de la zozobra: aun cuando lo nuevo, como sabemos, infunde temor y descoloca a las personas (…) Así, el otro, el enemigo, el babilónico, el extranjero, el diferente, es el mejor de los maestros posibles en cada escenario; es quien nos permite comprender quienes somos realmente; sometidos a la prueba, es capaz de moldearnos, hasta forjar en nosotros hombres nuevos (…) Capaces de atreverse a afrontar aquello que nos sobrepasa, de vivir la diferencia como una bendición y no como una maldición, como esperanza y no como desesperación, como kairós y no como desgracia”.

Experto en el patrimonio cultural de los judíos, el búlgaro de ascendencia sefardita Moni Ovadia, nos adentra en la capacidad de fortalecer la fe cuando la vida lleva a la duda, atreviéndose a decir que “si Dios es omnipotente, evidentemente ha elegido renunciar a su propia omnipotencia para hacer sitio al otro de sí, como su libertad y su dignidad y su capacidad de orientar la creación, que es un proyecto abierto. Y como toda creación, la criatura predilecta, el ser humano, a fortiori fue creado dotado de libertad, con la dignidad de interlocutor, capaz de transformar, libre de elegir entre el bien y el mal y por tanto responsable ante sus semejantes, ante sí mismo y ante toda la creación. Todo esto sería impensable sin una Divinidad que acepte en sí misma hasta el extremo de la no existencia la fragilidad del ocultamiento. Inexistencia, pero no indiferencia”.

La biblista baptista Lidia Maggi, introduciéndonos en el diálogo del libro de Job entre Creador y creatura, nos dice con firmeza que “Dios es frágil. No puede con nuestra adhesión incondicional. Esta continuamente sometido a una verificación de sus acciones, depende la valoración que hagamos de las ventajas de relacionarnos con él. Y cuando las cuentas no cuadran, porque Dios nos decepciona y lo consideramos en deuda con nosotros, no le renovamos el contrato (…) Su imagen en nosotros puede estallar en mil fragmentos cuando, sometidos a las sacudidas del ojo del huracán, atravesamos las tempestades de la vida (…) Quien ama conoce abismos, la inestabilidad, el riesgo de la pérdida, así como el éxtasis del cielo. Si amas, dependes del otro (…) Dios es frágil, porque ama, y el amor es vulnerable”.

Por último, Piero Coda (foto superior), profesor de ontología trinitaria en la Universidad Sophia, y miembro de la Comisión Teológica Internacional (que asesora a la Congregación para la Doctrina de la Fe), partiendo del misterio kenótico de la encarnación del Hijo de Dios, explica en el último opúsculo de este librito que “una cosa es cierta para la fe cristiana: esta irrefutable fragilidad de Jesús es la claraboya que abre nuestros ojos a la fragilidad de Dios, que no es el Dios de Jesús, si dejamos de contemplarlo impregnado de esta fragilidad. Porque él es el Dios del vínculo, el Dios que da todo de sí en la relación con el que es diferente a sí. Hasta el punto de ensimismarse en el otro”.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis (Madrid).

Recensión publicada en Alfa y Omega el 10 de septiembre de 2020: Recensión La Fragilidad de Dios