LA CRUZ DE LA JMJ CON PRESOS, ENFERMOS Y POBRES DE MADRID
«En realidad era ella la que los abrazaba»
Hay relevo. Aquello que el Papa san Juan Pablo II encomendó en 1984 a los jóvenes, llevar la cruz que había presidido el Año Extraordinario de la Redención por todo el mundo, se cumple desde entonces. Ha ido pasando de mano en mano, de país en país, de continente en continente, y de generación en generación. Ahora está en Madrid. Es un signo, como dijo el santo Papa polaco, del amor de Dios y un anuncio de que «solo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención».
La cruz que ha presidido todas las JMJ, y que también se conoce como cruz de los jóvenes o cruz peregrina, llegó el pasado domingo, 26 de septiembre, por la noche a la parroquia Santa Teresa de Jesús (Tres Cantos). La trajo su párroco, Luis Melchor, desde Loyola (Guipúzoa), en furgoneta y «en perfecto estado». A las 22:00 horas se hizo un sencillo acto de acogida, en el que estuvo presente el vicario de la Vicaría VIII, el padre Ángel Camino, OSA, y los jóvenes la colocaron en el interior del templo. A sus pies, un pebetero en el que ofrecer velas por las intenciones particulares de cada uno, y junto a ella, el icono de María Salus Populi Romani, que siempre la acompaña.
Comenzaba entonces la noche de vigilia, una «invitación a contemplar la cruz y a rezar por los jóvenes del mundo» que iniciaron, como comunidad parroquial orante, los mayores de la Adoración Nocturna. «Se implicaron mucho en rezar por los jóvenes», indica el sacerdote. A las 00:00 empezaban los turnos de vela, y un grupo de «jóvenes valientes» se quedaban toda la noche en adoración ante la cruz. «Se fueron directamente a la universidad», cuenta el párroco, que también es director del Secretariado de Infancia y Juventud de la Delegación Episcopal de Jóvenes.
Cuando ya salían, comenzaban a entrar «montones de familias con niños», padres que habían sido jóvenes de JMJ, que acudían con sus hijos a adorar la cruz y a contarles sus vivencias. Algo «precioso», reconoce Melchor. La cruz presidió la Misa de 10:00 horas de la parroquia, y entonces daba comienzo la «jornada de caridad y vida», en palabras de Laura Moreno, la delegada episcopal de Jóvenes.
La cruz, con los presos
«La cruz llegó a Madrid de noche, como de noche llegó la salvación», subraya la delegada. De noche entró en Madrid para acompañar «las oscuridades» de los hombres, porque el lunes 27 iba a vivir una de las grandes jornadas en la diócesis. Llevada por los jóvenes, iba a visitar a todos aquellos que no podían ir a verla a ella: los presos, los enfermos y los pobres. «Ellos abrazaban la cruz, pero en realidad era la cruz la que los abrazaba a ellos», resume Moreno cuando ya ha pasado todo.
En primer lugar, «esa cruz se acercó a un lugar en el que se abren y cierran puertas a tu paso», la cárcel de Soto del Real, para encontrarse con los presos. La recibieron en uno de los patios interiores, la cargaron sobre sus hombros (momento que recoge la imagen principal) y la introdujeron en el salón de actos. Ellos, que llevan ya sus cruces a cuestas, como señala María Yela, delegada de Pastoral Penitenciaria. «¿Qué es para vosotros la cruz?», se les propuso mientras esperaban la llegada de la peregrina. Yela traslada sus palabras: «El daño que hemos hecho en la vida», «lo que sufren nuestras madres», «el estar preso», aunque este sufrimiento es «más llevadero porque lo comparten con Jesús».
El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, que también estuvo allí –pocos días después de su última visita, para la Merced– los animó a dejar sus cruces junto a la cruz del Señor, «Él está para darte un abrazo», y a situarse como hizo María ante ella, con un «aquí estoy» que había exclamado ya en la Anunciación. También a ponerse en manos de Dios, como hizo Ella, «con las cruces que tengamos». Les habló del perdón, algo que reconoció que cuesta, «a mí también», y les recordó que «lo que es cruz, Él lo convierte en vida y en Resurrección». Signo de esto era el cirio pascual que había en el salón: hay luz junto a la cruz.
Laura Moreno se conmueve al recordar el momento de adoración a la cruz de los presos. «Ahí estaban el perdón, la paz, la libertad de cada uno; porque el perdón y la paz te liberan de tu prisión interior. Algo en su vida, evidentemente, no ha estado bien, y la cruz les daba la esperanza de la reconciliación». Y aquí vio Laura «la fuerza absoluta del madero: el propio Señor, que no está porque es Vida, se hace presente». Una fuerza que se manifiesta también en todo lo que ha acompañado esta cruz a lo largo de estos años, «¡cuántos abrazos contiene, cuántas miradas, cuántos reflejos de vida!».
La cruz, con los enfermos
Después de estar con los presos, la cruz fue a visitar a los enfermos. Se había previsto que fuera a un centro de Camilos, pero «Dios se impone en la historia como quiere», destaca la delegada de Jóvenes, y quiso que la cruz estuviera en el hospital Fundación San José, que ya recibió en la JMJ Madrid 2011 a Benedicto XVI. Este centro es referente en rehabilitación neurológica y funcional, y en cuidados paliativos.
Allí se rezó un vía crucis «muy encarnado» en la realidad» de los pacientes y el personal sanitario: la soledad (Jesús con la cruz a cuestas), la mujer (Jesús se encuentra con su madre), el voluntariado (el Cirineo), la muerte y su pedagogía (Jesús muere en la cruz) o la experiencia de que el amor es más fuerte que la muerte y que esta no es el final (Jesús es colocado en el sepulcro).
El vía crucis se rezó con la cruz a modo de peregrinación ante los accesos a los pabellones del hospital y, conforme iba avanzando, «cada vez se asomaban más enfermos con sus familias». Laura Moreno pudo observar la «naturalidad y alegría» con la que vivieron este encuentro con la cruz dentro de sus cruces. «Les supuso un poco de consuelo y compasión».
La cruz, con los pobres
La última parada de la cruz, en este día que desde la Delegación de Jóvenes se vivió con el lema La cruz de la JMJ cerca de los que sufren, fue en la Cañada Real (álbum de fotos). Si el madero había acompañado hasta entonces las oscuridades de los hombres –la falta de libertad, la enfermedad–, hacía lo propio, ya al caer la noche, en una barriada de exclusión social en la que la oscuridad no lo es solo en sentido figurado: en la Cañada Real siguen sin luz eléctrica, y ya van para un año.
Allí, en la remodelada parroquia Santo Domingo de la Calzada (se vio afectada por el incendio de las chabolas colindantes en 2019), hubo un momento de oración junto a la cruz peregrina en la que se tuvieron presentes las diversas realidades del poblado: personas sin hogar; comunidades gitana, musulmana y migrante; parados y sin acceso a la educación; jóvenes con futuro complicado y comunidades sin esperanza; mujeres violentadas; trabajadores sociales, educadores, voluntarios, médicos; maras, narcos, traficantes, mafias, machacas, presos, policías, jueces, vecinos…
«Donde el límite entre lo humano y lo inhumano se difumina, allí está la cruz», observa Laura Moreno. El rato de oración fue también una reflexión sobre «el sentido de la cruz» y «las vivencias de las cruces en nuestro barrio», añade Agustín Rodríguez, el párroco. En un contexto en el que «somos minoría», el cardenal Osoro, que también acompañó este momento, «nos animó a seguir caminando para, en la línea de lo que dice el Papa, salir de nosotros mismos y encontrarnos con los demás». Igualmente les invitó a «confesar la fe con nuestra vida, no solo con palabras; y confesarla en esperanza».
La cruz, con los jóvenes
En la Cañada, la cruz fue entregada a jóvenes de Getafe, que se la llevaron a su diócesis, donde permanecerá hasta este miércoles, 29 de septiembre. Ese día visitará la Conferencia Episcopal y el Arzobispado Castrense. También se presentará el libro homenaje Huellas de una tormenta (Palabra), firmado por el periodista Pedro José Rodríguez-Rabadán, en un acto que contará con la intervención del Coro y Orquesta de la JMJ.
Este jueves, 30 de septiembre, la cruz retornó a la diócesis de Madrid: a las 14:30 horas fue entregada por el Arzobispado Castrense y se depositó en la parroquia San Juan de la Cruz, donde esa misma tarde, a las 20:00 horas, se celebró una Misa de acción de gracias por la JMJ Madrid 2011. Estuvo presidida por el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, y junto a él concelebraron el obispo auxiliar de Madrid monseñor José Cobo, y el obispo auxiliar de Lisboa monseñor Americo Aguilar. El coro de la JMJ, nacido precisamente para aquella ocasión, interpretó los temas de la Misa.
La cruz de la JMJ fue despedida este viernes, 1 de octubre, con un gran festival que servirá de colofón a su peregrinación por la diócesis y centró la mirada en la JMJ Lisboa 2023. Durante el día, la cruz permaneció expuesta en la catedral de la Almudena, y a las 20:00 se trasladó a la explanada. Hubo en primer lugar una peregrinación por todo el perímetro con la cruz, con una oración ante ella de todas las realidades de la diócesis en clave de comunión eclesial y sinodal.
Siguió con un concierto testimonio de Grilex, Paola Pablo, Toño Casado, Hakuna, María Valongo y Jesús Cabello, y concluyó con la vigilia de jóvenes de los primeros viernes de mes. Puede verse por el canal de YouTube del Arzobispado.
Durante este gran evento, el cardenal Osoro bendijo una réplica de la cruz de la JMJ que peregrinó por las distintas vicarías de la diócesis hasta el 21 de noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El día 3 de diciembre, en la vigilia de jóvenes, se clausuró de forma oficial la peregrinación de la cruz de la JMJ por la diócesis de Madrid.
De Madrid, la cruz viajó a Pamplona. Se darán por finalizados así unos días en los que, como pone de relieve la delegada de Jóvenes, Madrid habrá tenido el «privilegio» de ser la diócesis que más tiempo haya tenido la cruz de la JMJ en su peregrinación por España, que comenzó el 5 de septiembre en Ciudad Rodrigo y concluirá el 29 de octubre en Huelva.