El sábado 6 de julio tuvo lugar un encuentro de la Comisión Diocesana por la Comunión Eclesial con el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, para realizar un revisión del curso pastoral que termina. el jueves pasado, Carlos González, en Infomadrid, entrevistaba a Tíscar Espigares, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid y miembro de la comisión:

¿Cuál es el balance del último año?

El balance es muy positivo. En primer lugar, hemos celebrado vigilias por la comunión eclesial en las ocho vicarías territoriales de la diócesis, con el fin de suscitar y fomentar el espíritu de comunión en el entramado de la vida diocesana, poniéndonos juntos a la escucha del Evangelio. También hemos realizado encuentros de conocimiento y amistad con diferentes realidades eclesiales de la diócesis. Y hemos manteniendo reuniones con arciprestes de diferentes vicarias, explicando el sentido y el espíritu de la comisión. Todo ello, para generar esos espacios de comunión y contribuir a que la Iglesia sea esa casa y escuela de la comunión, tal y como pidió el Papa san Juan Pablo II en su exhortación apostólica Novo millenio ineunte.

¿Cuáles han sido los frutos principales de las vigilias que han llevado a cabo?

Es difícil tratar de medir o valorar los frutos de la oración. Precisamente porque la comunión es una cuestión del corazón, y no algo operativo o de tipo teórico. Hemos creído que había que fomentar la comunión a partir de la oración. Porque es escuchando la Palabra de Dios como nuestro corazón se deja interpelar. Y si dejamos que esa palabra penetre en nuestro corazón, a veces endurecido y eche raíces, nuestra vida cambiará. Cambiará nuestra forma de mirar a los demás y de mirar al mundo.

Ya lo dijo el cardenal Osoro en la Eucaristía de clausura del Año Jubilar Mariano, que «la comunión no es una palabra más»…

Sí, es un don con consecuencias muy reales, que transforma nuestra vida y nos hace salir de nuestra soledad y situarnos en manos de Dios. Asimismo, dijo que nos impide cerrarnos en nosotros mismos y nos hace ver, en todos los demás, a hermanos.

En cuanto al encuentro que celebrarán el sábado con el arzobispo, ¿qué temas abordarán? ¿Es importante reunirse con el purpurado?

Para nosotros, es fundamental encontrarnos con don Carlos, que es quien encarna la comunión en la diócesis de Madrid, y quien ha querido que naciese esta comisión como herramienta al servicio de la comunión. Queremos presentarle el camino recorrido hasta ahora, pero sobre todo querernos escucharle. Somos conscientes de que, para él, la comunión es uno de los pilares indispensables para la misión de la Iglesia. Queremos estar especialmente unidos a él, en este momento en que la diócesis se dispone a desarrollar un proyecto diocesano misionero que nos pide a todos una conversión misionera en la comunión.

¿Podría decirse que, desde la comisión, se han cultivado y recompuesto los espacios de comunión a todos los niveles en el entramado de la vida diocesana?

Yo creo que tenemos que ver la comunión desde la perspectiva de los procesos que se inician, como nos indica el Papa Francisco en la Evangelii gaudium. La comunión debe de ser un proceso irreversible, pero que requerirá del entusiasmo y del cuidado de todos. Además de una conversión permanente.

Es como esa semilla pequeña que, si se deja crecer, se convierte en un árbol bajo cuyas ramas todos podrán encontrar amparo. Si lo logramos, la Iglesia brillará, como ejemplo de comunión y como profecía de un mundo unido.

¿Y qué iniciativas hay para el próximo curso?

Por un lado, se van a realizar unas jornadas sobre la comunión en las universidades católicas de Madrid, que sirvan de cauce para abrir una reflexión sobre la importancia de la comunión en el momento histórico actual, en medio de sociedades líquidas, como decías Bauman, carentes de vínculos y enfermas de individualismo y soledad. También hemos lanzado la propuesta de dedicar un domingo del año a la comunión eclesial, que probablemente se celebrará a finales de enero, para crear conciencia y fomentar el espíritu de comunión en todas las comunidades, parroquias y realidades que conforman la diócesis. Y, por supuesto, continuaremos en este camino de oración que empezamos el año pasado con las vigilias.