En la foto: fachada de la Facultad de Teología del Norte de España en Burgos

Reproducimos esta entrevista realizada por la Oficina de Prensa del Arzobispado de Burgos, con ocasión del 50 aniversario de su Facultad de Teología, y por en interés de esta entrevista para la transmisión de la fe en la sociedad de hoy.

«Lo peor que le puede pasar a la Teología es que se contente con repetir. Hay que adaptar el mensaje a los tiempos»

En la semana en que la Facultad de Teología celebra un congreso especial con motivo de su 50 aniversario, hablamos con José Luis Cabria, su decano, sobre el presente y futuro de la ciencia sagrada.

 

¿Por qué un congreso de Teología hoy?

Este congreso nace de la conmemoración del 50 aniversario de la Facultad. La idea es presentar la teología y su dimensión pastoral y su incidencia en el mundo contemporáneo. Porque la Teología no es una cuestión que quede reducida a las paredes de este edificio, sino que intenta dar respuesta a los problemas, a los planteamientos y a la comunicación de la fe para el mundo contemporáneo. Por eso hemos querido dar a la Teología ese carácter pastoral que tanto necesita.

¿La Teología tiene algo que decir al mundo?

La Teología dice mucho, otra cosa es que se escuche. La Teología -lo estamos diciendo mucho estos días en el congreso-, es una propuesta al mundo de hoy. Su recepción en el mundo actual no está en nuestras manos, sino que es una opción de la gente. Ello puede ser debido a varios factores. Nosotros nos preguntamos muchas veces si nuestro leguaje es el adecuado, si tenemos buena capacidad de comunicar el mensaje o si el interés que mostramos al preocuparnos sobre la mentalidad actual es el necesario. Queremos encontrar un cauce de comunicación adecuado de nuestro mensaje sin renunciar a la propuesta cristiana, pero que sea entendible y significativa para el mundo de hoy.

Precisamente, en un mundo donde cada vez se rechaza más a Dios, ¿cómo hacer atrayente el mensaje cristiano?

A lo mejor hay que dejar aflorar la pregunta por Dios, porque está latente también hoy. A veces nos empeñamos o queremos que se formule según nuestro estilo. A Dios no le hemos quitado del mundo; quizás los teólogos lo hemos ocultado con nuestro modo de hablar sobre él. Pero Dios aflora en los acontecimientos, las circunstancias personales… y hemos de ser capaces de conectar con esas personas en las que despunta el interrogante sobre Dios. O incluso provocar entre nuestros contemporáneos que nazcan las preguntas esenciales que ni la ciencia ni la técnica pueden responder de modo inmediato. Nosotros tenemos que estar ahí como la respuesta que les puede llenar de sentido. Ahí es donde adquiere sentido nuestra Facultad de Teología; la gente debería saber que intentamos dar respuesta a las grandes preguntas fundamentales.

Estáis celebrando vuestro 50 aniversario. Sois la primera Facultad teológica en España tras el Vaticano II y la primera en Burgos en otorgar titulación universitaria. ¿Por qué ha decaído el auge de entonces?

Nos tenemos que situar hace medio siglo. Era el momento del boom, cuando Burgos comenzaba a convertirse en una de las grandes ciudades, con desarrollo de la industria, del trabajo, la migración del campo… También fue una época floreciente para la Iglesia. Había muchas vocaciones y en la ciudad existían dos seminarios y había numerosas casas de formación de religiosos y religiosas. El Vaticano II también fue un revulsivo para toda la Iglesia. En aquel contexto, la Facultad nació prácticamente por demanda: las aulas estaban llenas y en algunos momentos se pensó incluso en ampliar la oferta. Hoy, la situación ha cambiado: ni los seminarios están llenos ni las casas de formación tienen tantos candidatos a la vida consagrada. Por el contrario, tenemos a los laicos. Cada vez son más los que descubren que la Teología no es una ciencia exclusiva para los eclesiásticos, sino para todos los bautizados, que tienen la necesidad de seguir formándose y ampliando sus conocimientos sobre Dios y la Iglesia. La Facultad de Teología fue puntera en abrir sus estudios a los laicos y por aquí han pasado miles de personas, y eso hay que tenerlo en cuenta. La situación ha cambiado, sí. El público al que se dirigía nuestra oferta hace cincuenta años ha disminuido, pero por el contrario ha crecido la mentalidad de que la Teología es para todos.

¿La Teología se puede adaptar a los tiempos? ¿No debería ser siempre igual?
Cuando Juan XXIII inauguró en concilio Vaticano II propuso que  la fe que la Iglesia  había recibido y no se podía cambiar debía comunicarse de tal manera que fuera entendible para el mundo contemporáneo. Eso es lo que la Iglesia hizo y lo que seguimos haciendo hoy. A lo largo de la historia, la Iglesia siempre ha hecho un esfuerzo por adaptar la herencia de fe que ha recibido a los modos de pensar de cada época, a la mentalidad oriental, griega o latina. Nosotros seguimos haciendo lo mismo hoy: traducimos a nuestra mentalidad occidental la herencia recibida. Ese es el esfuerzo permanente que debe hacer la Teología. Lo peor que le puede pasar a la Teología es que se contente con repetir, porque acaba por convertirse en un lenguaje cifrado entendible solo para iniciados. Nuestra Facultad, según dicen sus estatutos, está llamada a dar respuesta a los hombres y mujeres de su tiempo, los de hace cincuenta años, los de hoy y los de mañana…

¿Y qué hace la Facultad por adaptarse a los nuevos tiempos?

Estos cincuenta años demuestran que hemos intentado hacerlo en cada momento. Inventamos la Teología para laicos; el instituto de Teología a distancia; las cátedras específicas sobre diversos temas como familia, patrimonio o Doctrina Social de la Iglesia, que respondieron a peticiones específicas de los alumnos… Ahora vamos a poner en marcha uno, dada la importancia que tiene en el mundo actual, sobre comunicación de la fe y nuevas tecnologías. Por no hablar de simposios, congresos específicos, los intentos por adaptarnos a los nuevos medios y metodologías pedagógicas… Siempre sin desanclarnos ni perder de vista la tradición recibida y nuestra razón de ser, meditar la fe que hemos recibida y hacerla creíble y entendible. Y sin olvidar la Teología reglada, los estudios sistemáticos que componen la columna vertebral de la Facultad.

¿Y el futuro?
¿Quién lo sabe? Yo creo que los que iniciaron la Facultad no pudieron prever hace cincuenta años nuestro presente, creo que ni se lo imaginaron. Yo hago lo mismo, creo que no podemos prever el futuro. No sabemos ni la respuesta ni la demanda que va a haber. Solo tenemos la certeza de que aquellos tiempos no van a volver, y quizás no sea bueno que vuelvan, pero es verdad que el futuro lo iremos haciendo. Tendremos que estar alerta para que no nos sobrevenga sin estar preparados. Todo lo que sea prepararnos, habilitarnos para hacerle frente es siempre bueno. Todo sin perder nunca el horizonte: para qué hemos nacido como Facultad y cuál es nuestra finalidad. Aunque los números no son todo, una buena Teología para pocos puede ser más efectiva que para muchos, porque el efecto multiplicador de unas personas bien formadas en su fe puede dar mucho fruto. Y ahí está nuestro trabajo.