Primera sesión del Curso Anual de Catequesis del Arzobispado de Madrid. 

PRIMER BLOQUE: EVANGELIZAR HOY: DESAFÍOS

TEMA 1/ Evangelizar en la cultura de hoy

16 de noviembre 2017

Julio Martínez S.J.

Rector Universidad Pontificia de Comillas

PRESENTACIÓN DEL PONENTE:

  • Julio Luis Martínez es rector de la Universidad Pontificia Comillas desde abril de 2012. Nació en 1964 en Vigo y en 1995 recibió la ordenación sacerdotal. Su formación universitaria la ha realizado en Madrid, Cambridge, Boston y Salamanca. Es licenciado en Filosofía y en Ética Teológica y doctor en Teología.
  • Su área principal de estudio e investigación gira desde hace décadas en torno a la cuestión de la religión en la vida pública y de las relaciones entre liberalismo y catolicismo, así como la ciudadanía y la integración de las sociedades pluriculturales y plurirreligiosas, en las que la clave migratoria juega un papel destacado.
  • En el año 2013 fue distinguido con el premio internacional Economía y Sociedad, de la Fundación Centesimus Annus – Pro Pontifice,cuyo objetivo es promover el conocimiento del pensamiento social cristiano.
  • El galardón, que se entrega cada dos años, lo recibió por su libro «Ciudadanía, migraciones y religión», publicado en 2007.
  • Este año publicó el libro “Cultura del Encuentro” en el que analiza en profundidad esta propuesta del Papa Francisco como clave de la Iglesia en salida al encuentro evangelizador con el hombre y el mundo de hoy.
  • Consigue conjugar su responsabilidad académica como rector con otras formas de ejercicio de su ministerio sacerdotal, entre otras, la estrecha colaboración con nuestro Cardenal Arzobispo, tanto a nivel personal como a través de diversas estructuras de comunión eclesial y de animación pastoral como es el Consejo Pastoral de la Diócesis.

 

STREAMING EN DIRECTO Y GRABACIÓN DE LA PONENCIA:

 

ESQUEMA DE LA PONENCIA:

 “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (Francisco, Evangelii Gaudium, 2013, 1).

  1. EVANGELIZAR: ¿QUÉ Y QUIÉN?
  • “Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Pero, `ninguna definición parcial o fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla´ (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 1975, 17)…. Si la dimensión social de la evangelización no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora.” (EG, 176).
  • El anuncio del Evangelio ha sido encomendado a todo el pueblo: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y a atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”(EG, 20).
  • El ser Iglesia es principalmente pueblo de Dios. En ella, todos están llamados a sentirse cerca del Padre a través de Jesús y en la unidad que da el Espíritu Santo. Es el Espíritu el que nos mueve a ser una Iglesia tomando en cuenta las diferentes culturas de los pueblos. De modo que la cultura no es un obstáculo para la evangelización. “La gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe” (EG, 115), pues es en ella donde la fe crece y es gracias a los símbolos de la cultura que la fe se hace familiar y cercana a los hombres. Así, la multiculturalidad no es un riesgo para al Evangelio, sino que es la base natural de la sociedad en la que la fe se origina.

 

  1. CULTURA, HOY

Sentido antropológico de cultura

Uso “cultura” en un sentido amplio y antropológico: sistema integrado de creencias (acerca de Dios, de la realidad, del sentido último), de valores (de lo que es verdadero, bueno, bello y normativo), de costumbres (cómo comportarse, relacionarse con los otros, hablar, rezar, vestir, trabajar, jugar, comerciar, comer…) y de instituciones que expresan dichas creencias, valores, costumbres (gobierno, juzgados, templos, iglesias, familia, escuelas, hospitales, tiendas, sindicatos…) que dan sustento a las personas y entrelazan una sociedad, dándole identidad, dignidad, seguridad y continuidad.

 

Nuestra cultura en una docena de indicadores

  1. El contexto donde vivimos viene marcado por “la interdependencia planetaria” (globalización) que nos hace “más cercanos pero no más hermanos” (CV 19). Es ocasión para “discernir y proyectar de un modo nuevo”, porque “nos obliga a revisar el camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas”, en tensión hacia “una nueva síntesis humanista” (CV 21).
  2. Una cultura fuertemente secularizada, en virtud de la cual las distintas actividades humanas (la política, el arte, la moral, la vida cotidiana…) se han ido independizando de la matriz religiosa.
  3. El pluralismo: Las interpretaciones de la realidad y los valores vinculados a ellas habrían dejado de ser uniformes y la fe aparecer como una posibilidad más al lado de otras, como oferta para el consumo. El pluralismo es un hecho, y puede convertirse en caldo de cultivo para el relativismo, la indiferencia o el sincretismo; el terreno en que crecerían las “solidaridades parciales”, la “religión a la carta” o las “creencias de bricolage”.
  4. El multiculturalismo: viene de la mano de las facilidades para moverse de un lugar a otro y de las migraciones contemporáneas y de los cambios en las posibilidades de comunicación e información: el así llamado multiculturalismo. Como hecho social significa la convivencia dentro de un espacio social de grupos de personas de culturas diferentes, muchas de las cuales son creyentes de distintas religiones. Es razonable pensar que el paso del tiempo no sólo va a confirmar la realidad de la diversidad dentro de cada sociedad, sino que la va a reforzar, puesto que la vuelta al mundo de unas sociedades sin inmigración y a un mundo de referencias culturales fundamentalmente compartidas, no va a ser posible. Al hecho se puede dar diferentes respuestas: asimilacionismo, creación de guetos o diálogo intercultural….
  5. El empirismo rampante y la tecnocracia: la exclusiva y excluyente vigencia del conocimiento científico, junto al modo de producción tecnológica acaba por configurar nuestra conciencia y acabamos teniendo por lo más importante el maximizar el resultado, la utilidad, la rentabilidad. Muchas decisiones, tanto en el ámbito económico como ante dramas humanos no son ajenas a ese modo tecnocrático de hacer política. Resguardándose bajo aparentes razones técnicas, se privan de dimensión moral algunos aspectos en los que se está jugando con la vida de las personas.
  6. El narcisismo de una cultura “encantada de estar desencantada”, en la que el individuo está centrado en la realización emocional de sí mismo: la enfermedad de la autorreferencialidad (papa Francisco). Un narcisismo que va de lo individual a lo colectivo (“comunidades emocionales”) y aniquila las utopías de transformación social y rehúye los compromisos permanentes (el síndrome del “billete de vuelta”).
  7. El ideal de libertad como mínimo de limitaciones y máximo de elecciones privadas posibles y la dificultad de los vínculos duraderos (sociedad líquida): Las relaciones con los otros se hacen competitivas y frágiles. Se ha dicho que dominan en las relaciones interhumanas las tres f: funcionalidad, fragilidad y fugacidad. No hay vínculos duraderos. Se descartan los objetos después de consumir, y también pasa con las personas.
  8. La búsqueda compulsiva de identidad: El poder de la identidad no desaparece en la era de la información, sino que se refuerza. Pero esto, lejos de ser un reforzamiento pacífico, se convierte en un surtidor más de tensión.
  9. La cultura de la “virtualidad real”. Es virtual porque los materiales recibidos llegan por vía informática, vía juegos de ordenador, vía televisión o cine. Es real porque configura la cultura (ideas, valores, conductas) de aquellos que acceden a ella.
  • La sociedad digitalizada se comporta como la espuma de afeitar: forma grumos. Cada individuo es una microcápsula aislada y a la vez conectada a la red. En un momento dado, muchas individualidades se pueden agregar alrededor de una causa o de una protesta (Sloterdijk).
  • “La hipercomunicación digital destruye el silencio que necesita el alma para reflexionar y para ser ella misma” (Han).
  1. Una “sociedad red” con brechas crecientes de desigualdad y exclusión: Quien no esté en la red es como si no existiera y, por tanto, su suerte acabará siendo la ignorancia o la eliminación.
  2. La hiperinformación (tanto conocimiento y muchas veces tan inútil) y la posverdad: Nos llegan las noticias pero con ellas también las correspondientes dosis de inmunización contra ellas mediante mecanismos defensivos. En el debate político lo importante no es la verdad sino ganar la discusión o sacar adelante los objetivos, aunque sea mentira o verdad a medias o se pongan flagrantemente contra el bien común.
  3. Fogonazos y vivencias puntuales intensas vs. procesos que llevan tiempo y piden esfuerzo

 

  1. LA FE, DON QUE EVANGELIZA
  2. Una fe encarnada en la vida, que narre nuestra propia experiencia: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos” (1 Jn 1,1-2). “La realidad es más importante que la idea” “La realidad simplemente es, la idea se elabora; entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad” (EG, 231)
  3. La fe apoyada en el “conocimiento interno” del Señor y de uno mismo: llamada a cultivar la interioridad, la escucha y el silencio

 

  1. Una fe irrenunciablemente social y servicial, en sus implicaciones, que no permite pasar frívolamente ante el sufrimiento: “El que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios a quien no ve?” (1 Jn 4,20)

 

  1. Una fe dialogante de “la cultura del encuentro”: puentes, no muros o trincheras: Ante lo que Francisco ha ido describiendo como “orfandad”, “naufragio”, “desintegración” o “fragmentación” de la posmodernidad, paradójicamente tecnocrática, su propuesta es “cultura del encuentro” con:
  • El realismo encarnado: escapemos de las realidades virtuales y del culto a la apariencia. Los hombres y mujeres de carne y hueso, con una pertenencia cultural e histórica, la complejidad de lo humano con sus tensiones y limitaciones han de ser el centro de nuestros cometidos. Nunca dejemos de inspirarnos en los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados para estimularnos y comprometernos a trabajar, estudiar, investigar y crear.
  • El valor de la memoria, potencia unitiva e integradora, se vuelve llamada a ir a las raíces, para no cometer los errores del pasado y, sobre todo, para apostar por los logros que nos ayudaron a superar las encrucijadas históricas. La memoria de un pueblo es parte esencial de su cultura, de ahí que no sea “mero registro de la historia” sino potencia integradora de ella y que abra a nuevos espacios de esperanza para seguir caminando.
  • El universalismo integrador a través del respeto a las diferencias: nos incorporamos en armonía, sin renunciar a lo propio y lo nuestro, en un horizonte de universalidad que nos supera. El cristianismo es concreto siendo universal, es de “universalidad concreta”, esto es, no abstracto ni desencarnado porque la Iglesia, como la naturaleza humana, siendo universales, no pueden dejar de ser locales y situadas. Y el universalismo no se puede entender desde la homogeneidad, sino que necesita entenderse desde el encuentro y la comunión. Como enseña el relato del buen samaritano, la ética salta barreras étnicas y nacionales, pero no se olvida del cuidado concreto de la persona que está en necesidad.
  • Desde los refugios culturales a la trascendencia que funda: se necesita una antropología que no busque retornos a refugios culturales, ni obsesión con determinados temas morales, por importantes que sean, sino cultura de arraigo y unidad en el respeto a la diversidad, y apertura a la vivencia religiosa comprometida, personal y social: Lo religioso es una fuerza creativa al interior de la vida de la humanidad, de su historia, y dinamizadora de cada existencia que se abre a dicha experiencia. En nombre de una imposible neutralidad del espacio público se pide silenciar y amputar una dimensión que lejos de ser perniciosa, puede aportar mucho a la formación de los corazones y a la convivencia social.
  • Y esto no puede hacerse por vía del consenso que nivela hacia abajo, sino por el camino del diálogo, de la confrontación de ideas y del ejercicio de la autoridad que mire al bien común y no a los intereses particulares. El diálogo serio, conducente, no meramente formal o distractivo es la vía más humana de comunicación. Es el intercambio que destruye prejuicios y construye, en función de la búsqueda común y el proyecto compartido. De ahí la urgencia por abrir espacios de encuentro: lugares de consulta y creativa participación en todos los ámbitos de la vida social.
  • Discernir no es solo sopesar razones o distinguir el bien del mal, sino buscar al Señor –su voluntad en lo concreto de la existencia, aquí y ahora— a fin de seguirle más de cerca, leyendo los acontecimientos y escuchando lo que sucede y las mociones que se sienten.
  • En Evangelii gaudium encontramos los cuatro principios cardinales para ubicar la cultura del encuentro y del diálogo: –“el tiempo es superior al espacio”, “la unidad prevalece sobre el conflicto”, “la realidad es más importante que la idea” y “el todo superior a la parte”—“destinados a orientar el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonizan en un proyecto común” (EG, 221).
  1. Una fe comunitaria y eclesial, de una Iglesia en salida a las periferias de nuestro mundo: urgente llamada a inaugurar “una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría” (EG, 1 y 25); a ser una “Iglesia en salida” (EG, 20), “con las puertas abiertas” (EG, 46), “no preocupada por ser el centro y clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos” (EG, 49); a ir “a las periferias humanas” (EG, 46); a practicar la colegialidad y la sinodalidad (=caminar juntos) como cauces de una catolicidad intercultural presidida en la caridad por el obispo de Roma, el sucesor de Pedro.
  2. Una fe con “alma” que da esperanza y la alegría del Evangelio:

Frente a visiones catastrofistas u oportunistas, en nombre del papa Francisco quiero comunicaros una visión espiritual y moral abierta a la experiencia humana con todas sus mediaciones e iluminada por la luz del Evangelio y la fuerza del Espíritu que es como la “imaginación” de Jesús, nos recuerda quién es el Señor y nos guía para seguirle.

“Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios” (EG, 259).