Homilía del Domingo 16 de octubre de 2016: DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C) 2016

1.- La Palabra de Dios nos interroga hoy sobre la consistencia de nuestra fe, fe en Dios que no significa sólo creer en él, sino también confiar en Él:

  • Contemplemos, en la primera lectura, a Moisés, en su actitud orante, pidiendo por el pueblo que le había sido encomendado. Nos revela la actitud fundamental del creyente: su confianza en Dios y su disponibilidad a dar su vida por la misión eoncomendada.
  • Desde esta actitud, descubramos en las palabras de Pablo la necesidad de permanecer en la fe en Cristo Jesús y la urgencia de anunciar, como apóstoles que somos, la Palabra de Dios sin de- sánimo y con esperanza.
  • Por su parte, la parábola del Evangelio dibuja el perfil del hombre de fe: perseverante en la oración y fuerte en la esperanza.

2.- Termina el Evangelio de hoy con una pregunta provocativa, con especiales connotaciones para nuestro tiempo: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en esta tierra? Y hoy, ¿hay fe en la tierra?

  • La respuesta no es fácil: por un lado en África, Asia y Oceanía, tierras de menor tradición cristiana, la fe en Cristo se multiplica año tras año. Por otro lado, en Occidente (Europa, y gran parte de América) se pierde la fe a raudales, siendo sus países ahora “tierra de misión”.
  • San Juan Pablo II promovió la Nueva Evangelización entre otras cosas por esta paulatina y persistente pérdida de fe en Occidente, asediado por lo que él llamaba la “apostasía silenciosa”. Para el Papa Magno la respuesta a esta situación estaba en una nueva evangelización tanto en el ardor como en los métodos y las expresiones.
  • Un nuevo ardor porque, como ya decía un gran teólogo del siglo XX, Karl Rhaner, el cristiano del siglo XXI o es místico o no es cristiano. Y por tanto, la fe sólo será acogida si va unida a un testimonio profundo de fe de quien la quiera ofrecer a quienes no la tienen.
  • Y unos nuevos métodos y expresiones, porque el lenguaje de la Iglesia esta muy alejado al lenguaje de hoy, y como decía Benedicto XVI, a veces damos respuestas a preguntas que nadie se hace:
  • bien sea por que la cultura débil en la que vivimos rehúye las preguntas existenciales que se han hecho en todas las culturas,
  • bien porque nosotros no formulamos bien las respuestas, no enganchamos con las inquietudes espirituales y vitales de las nuevas generaciones.
  • Benedicto XVI dio continuidad a la Nueva Evangelización apostando por el diálogo entre creyentes y no creyentes. En un video mensaje que hizo a un nutrido grupo de jóvenes, creyentes y no creyentes, reunidos en el atrio de Notre-Dame de Paris, les decía: “Al dirigirme a vosotros, tengo en cuenta todo lo que tenéis que deciros unos a otros:
  • Los no creyentes queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la haga inhumana.
  • Los creyentes queréis decir a vuestros amigos que este tesoro que lleváis dentro merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él. La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana. La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo”.
  • Y el Papa Francisco, siguiendo con este esfuerzo por el diálogo entre la cultura de la increencia y la fe cristiana, advierte que una de las periferias de nuestro tiempo, junto a la miseria material, o al sufrimiento de tantos hombres, es la “ignorancia y prescindencia religiosas”.
  • Que exigen no tanto debates y discusiones teóricas, ni acciones de proselitismo y apología de la fe, sino cercanía y misericordia. Dar testimonio de Dios amor a través del amor concreto, porque esta ignorancia y prescindencia religiosa son una carencia, un herida abierta, y a ella la Iglesia debe acercase antes como médico que como maestra.
  • Dice también el Papa que “si el amor necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona”.

4.- Pidamos por tanto: “Señor, que viva cada día con más ahínco mi fe, y que por mi falta de testimonio nadie pierda la fe o deje de encontrarla”.