Título: Cómo EE.UU. quiere cambiar de Papa.

Autor: Nicolás Senèze.

Editorial: San Pablo.

No soy muy dado a creerme a la primera las historias de las grandes conspiraciones. Pero tampoco tan ingenuo como para no saber desde hace varios años que existe un poderoso lobby organizado y financiado en Estados Unidos, que no sólo se dedica a difamar al Papa Francisco, sino también a promover y financiar cualquier tipo de desinformación y agresión verbal contra el Sucesor de Pedro. Como siempre, ante las “obras de las tinieblas”, lo mejor es la luz. Y luz, mucha luz, nos da la rigorosa investigación de periodista Nicolás Senèze, corresponsal en Roma del prestigioso diario católico francés La Croix, cuyo trabajo está avalado por los principales corresponsales acreditados en Roma, como el corresponsal de ABC y columnista de Alfa y Omega, Juan Vicente Boo, que fue el que primero me habló este libro cuando aún no se había publicado su edición española.

Michos son los motivos por los que la elección del Cardenal de Buenos Aires como sucesor de Pedro fue mal recibido en algunos círculos de poder financiero y político en Estados Unidos, y que fueron aumentando paulatinamente a lo largo de estos años de su pontificado. Desde el primer momento molesto al puritanismo norteamericano protestante compartido por gran parte de los católicos blancos, es decir, por gran parte de los católicos ricos. Enfatizar la importancia pastoral del discernimiento y del acompañamiento personales, ya sea de divorciados, homosexuales o familias rotas por la pobreza, no es el tipo de discurso moralista de defensa de la “modélica familia americana” basada en la “teología de la prosperidad” que también muchos católicos heredaron del “sueño americano” de los padres peregrinos del siglo XVII.

Igualar como hace el Papa, siguiendo la línea de sus antecesores, el delito de la pena de muerte a todos los demás atentados contra la vida humana, tampoco ha sido plato de buen gusto para los herederos del castigo proporcional al daño como criterio ético que nunca tuvo y nunca tendrá nada de evangélico. Si a esto añadimos el contexto político de la actual confrontación de la Administración del Presidente Trump con China, tampoco es que vean con buenos ojos el progreso en el acercamiento entre la Santa Sede y el gobierno chino que iniciarán San Juan Pablo II y Benedicto XVI y que ahora Francisco simplemente está culminando con significativos avances para la libertad religiosa en China. Pero todas estas diferencias no dejan de estar en un segundo plano ante la más importante, la secular resistencia del catolicismo conservador estadounidenses a reconocer la Doctrina Social de la Iglesia. Ya sabían los todopoderosos empresarios católicos de Estados Unidos que cuando el Cardenal Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, aborrecía esos actos de la alta sociedad argentina, copiados de los de Estados Unidos, consistentes en lujosas cenas y subastas benéficas que utilizaban la escusa de la limosna para fortalecer confianzas comerciales y políticas, bajo la bendición de clérigos con solideos, mejor rojos que morados.

Lo que realmente ha movido a estos poderosos norteamericanos que cuentan con el apoyo de un puñado de obispos molestos con el Papa Francisco, no es ni siquiera solo que les diga a la cara que su verdadero dios no es el Dios de Jesucristo, sino el dios-dinero, sino que entre sus filas algunos se hayan convertido y ante la encíclica Laudoto si hayan dejando de apoyar con sus acciones bursátiles sus empresas del carbón y del petróleo. Por eso, en este momento existe un negocio internacional rentabilísimo para el que, eso si, hay que vender el alma: cualquier medio de comunicación y campaña bien organizada que ataque al Papa Francisco, venga de donde venga y sea por lo que sea, puede contar con la millonaria financiación de un lobby que se ha marcado como objetivo empresarial acabar cuanto antes con el pontificado del Papa Francisco.

Manuel María Bru Alonso (Alfa y Omega, 9 de julio de 2020)