QUINTO DOMINGO DE PASCUA Ciclo C: EL ARTE DE AMAR

Hechos 14,21b-27; Apocalipsis 21,1-5a; Juan 13,31-33ª.34-35

HABLA LA PALABRA: Porque Dios es Amor

Porque porqué Dios es amor, es por lo que nos propone como ley de vida amar a los demás como él nos ama.

  • Porque Dios es amor, los apóstoles, como hemos leído en el libro de los Hechos, que han hecho la mejor maestría, la del amor de Dios con Jesús, están dispuestos a dar su vida, y de hecho la dieron, para anunciar este amor de Dios a todos los hombres, hasta los confines de la tierra y de la historia.
  • Porque Dios es amor, el salmista, inspirado por el Espíritu Santo, nos enseña a proclamar llenos de alegría que el “Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”.
  • Porque Dios es amor, los cristianos tenemos poderosas razones para la esperanza. Nos lo dice San Juan en el Apocalipsis: sabemos cual es el final de la película que protagonizamos desde la creación del mundo: que “Dios enjugará las lágrimas” de todos los que hayan sufrido a lo largo de la historia, y que “ya no habrá muerte, ni luto, ni dolor. Porque el primer mundo habrá pasado”. Porque Cristo Jesús “hace nuevas todas las cosas”.
  • Y porque Dios es amor Jesús nos dio como mandamiento nuevo del amor y nos indicó que el verdadero signo identificativo de los cristianos será el amor mutuo.

HABLA EL CORAZÓN: El dado del amor

El dado del amor es un juego para los niños. Es muy sencillo: se trata de un dado grande en el que en cada uno de sus seis caras aparece una brevísima frase, con un pequeño dibujo. Cada una de esas frases expresa cuál una de las seis características del arte de amar cristiano. Son las siguientes:

  1. Ser el primero en amar. “Primerear” como dice el Papa Francisco. Como hace Dios con nosotros, no esperar a que el otro (el esposo, la esposa, el hijo, el padre, el amigo, el compañero, el desconocido, el pobre, el enemigo…), de el primer paso, sino darlo nosotros.
  2. Amar a todos. Precisamente porque Dios ama a todos. A diferencia de nosotros, Dios no clasifica, no encasilla, no jerarquiza, y no excluye. Dios ama todos infinitamente, inmensamente. Las cuantías finitas son comparables, las infinitas no son comparables, son igualmente infinitas.
  3. Hacerse uno. Precisamente porque el amor es real y concreto. Podemos creer que amamos a los demás, que les servimos y les hacemos bien, desde nuestros criterios y categorías, pudiendo caer en el paternalismo. El verdadero amor es humilde. Hace callar el pensamiento y la palabra de uno para poder escuchar y acoger al otro. Amamos cuando vivimos el otro, y nos ponemos en la piel del otro.
  4. Ver a Jesús en el otro. No para sustituir la dignidad del hermano por una fantasía espiritualista, sino porque de verdad Jesús se pone en el lugar del otro para que cuando le sirvamos también a él lo sirvamos. Saber esto nos deja desarmados ante cualquier excusa para no amar.
  5. Amar al enemigo. Qué es la prueba máxima de la misericordia. Sólo alcanzamos el amor de Dios cuando somos capaces de amar al enemigo. Y si, como nos decía san Juan de la Cruz, “al final de la vida, nos examinarán en el amor”, esta es la “matricula de honor” en el examen del amor. Pero aún así, hay que vivirlo para aprobar el examen de la vida.
  6. Y amarse recíprocamente. El amor cristiano es sólo pleno cuando, como dice san Pablo, “se consuma en la unidad”. Jesús nos propone de hecho en el Evangelio tres grados en el amor: amar al prójimo como a nosotros mismos (medida bien alta); amar a los demás como él nos ha amado (dispuestos a dar la vida); y amarnos recíprocamente.

HABLA LA VIDA: El amor no es una utopía 

Un día en la Catedral de la Almudena un marroquí musulmán le decía al obispo, en una misa con los voluntarios de Cáritas en Madrid: “Gracias a Cáritas en tres años he recibido formación, he encontrado un trabajo, y he conseguido compartir una vivienda digna. Pero hay algo mucho más importante, que me lleva a dar gracias a la Iglesia: habéis rezado por mi, y os habéis convertido en mi familia, en mi hogar”. El amor cristiano no es una utopía, ni una ingenuidad. Es el único camino verdadero para la paz y la justicia.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.