DÉCIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A): DISCERNIMIENTO

1 Reyes 3, 5.7-12; Romanos 8, 28-30; Mateo 13, 44-52 

HABLA LA PALABRA: Discernir entre el bien y el mal

La Palabra de hoy nos habla de un don y una conquista evangélica que el Papa Francisco está tratando de promover en la Iglesia, el discernimiento:

  • En el primer libro de los Reyes Dios premia a Salomón porque pudiéndole haber pedido otras cosas más tangibles, le pide, sabio Salomón, el don del discernimiento. Es curioso que Salomón le pide el don del discernimiento para distinguir el bien del mal, y el Señor se alagra porque le ha pedido discernimiento para escuchar y gobernar: Salomón lo ve aún en su mente y en su corazón, pero el Señor además lo ve en las consecuencias, en su plan para el mundo, en su Reino.
  • San Pablo en su carta a los Romanos nos convence de que “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”. Entendemos también que estos, que por eso son los elegidos de Dios, han vebido del amor de Dios para poder discernir, y su discermiento les ha hecho bien, a ellos y a su entorno.
  • En el Evangelio de Mateo vemos a Jesús que sigue sin tregua con sus parábolas del Reino de Dios. Venderlo todo para comprar el terreno donde está el tesoro, o la perla de gran valor, o sentarse a dividir los peces buenos de los malos, exige discernimiento: pensar, elegir, y decidirse.

HABLA EL CORAZÓN: Expuestos a un zapping constante

Entre otras muchas cosas, el Papa Francisco, en su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate (167-169) nos dice del discernimiento:

Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento.

Esto resulta especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo. En otras ocasiones sucede lo contrario, porque las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro de nosotros -deseos, angustias, temores, búsquedas- y lo que sucede fuera de nosotros -los “signos de los tiempos”- para reconocer los caminos de la libertad plena: “Examinadlo todo; quedaos con lo bueno” (1 Ts 5,21).

El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer.

Es verdad que el discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales, psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende. Ni siquiera le bastan las sabias normas de la Iglesia. Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Aunque incluya la razón y la prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. No está en juego solo un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener la conciencia tranquila.

Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que él. El discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn 17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).

HABLA LA VIDA: El discernimiento de Alirio

Alirio tuvo que hacer un difícil discernimiento en su vida. Y fue valiente. Su rostro de joven de 22 años ya enseña la dureza de la vida de un campesino colombiano que se ha hecho a si mismo. Arriesgando su vida, decide una mañana dejar de cultivar coca porque bien sabe que, a pesar de lo que le dicen los mediadores del narcotráfico, la coca que cultiva no es para medicinas. Y deja todo por lo que ha trabajado durante años, y se va con la única recompensa de su libertad interior, y en otro lugar emprende una nueva vida, amenazado para siempre, pero sin volver la vista atrás.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis. Madrid.

VIDEO DEL PAPA SOBRE EL DISCERNIMIENTO: